<<<Capítulo Anterior
Emma se bajó del ascensor en el ala
de psiquiatría esa tarde por tercera vez. Pero esta vez tenía un plan. Primero
había pasado por el sótano en el primer nivel, usando la tarjeta de Nisha para
entrar en la lavandería para tomar prestado un uniforme de voluntaria. El único
que pudo encontrar era una talla más pequeño, así que lucía más como un disfraz
de enfermera sexy, la tela blanco-y-rojo se fijaba a sus curvas. Se había
tomado el pelo en un rodete bien tirante y se había limpiado el maquillaje con
la esperanza de que las enfermeras no la reconozcan como la chica que había
causado tanto problema esa semana. Por último pero no menos importante, se puso
un par de gafas de lectura con marco negro que había encontrado en el velador
del Sr. Mercer. Si a Clark Kent le funcionaba, a ella también le funcionaría.
Ninguna
de las enfermeras reaccionó cuando pasó por la estación, con suerte levantaron
la vista de estar escribiendo o archivando cosas. El ala estaba más tranquilo
que nunca; había un pesado silencio, con un sueño drogado y el pánico a penas contenido.
Emma escuchó una voz en uno de los dormitorios que coreaba una rima infantil.
“Al corro, corrito. Ramos en el bolsillo. Cenizas, cenizas…” La persona se puso
a reír incomprendida, o quizás eran sollozos. Emma no podía diferenciarlos. Se
forzó a no alejarse muy rápido de sonido. Se suponía que tenía que lucir como
si perteneciera aquí.
El,
ahora conocido, pulso de emociones del ala hacía un ruido sordo a mi alrededor.
Se sentía como arenas movedizas, tirándome abajo. Floté más cerca de mi
hermana, afirmándome de sus pensamientos y sentimientos, intentando mantenerme
a flote.
Al
pasar la sala común, vio las mismas caras blancas giradas hacia la televisión,
la misma mujer con cabello oscuro meciéndose violentamente en el rincón. El Sr.
Silva estaba sentado en el sillón que ocupaba hace dos noches. Sus ojos se
encontraron con los de ella y los entrecerró sospechosamente. Contuvo el
aliento, medio esperando que se levante de su silla, que venga hacia ella
olfateando como un perro.
Pero
luego de un momento, se volvió hacia la televisión, sus ojos negros perdieron
el enfoque. Ella se secó el sudor de la frente y siguió moviéndose.
A
la vuelta de algunas esquinas más, la encontró: Una puerta de madera que decía
ARCHIVOS. Deslizó su tarjeta en el lector y escuchó cómo el cierre hizo click.
Mirando por el pasillo para asegurarse de que nadie lo haya notado, entró y
cerró la puerta tras ella.
La
luz se encendió parpadeando, revelando un angosto armario lleno de gabinetes
metálicos empolvados que iban desde el suelo hasta el techo. Había etiquetas
alfabéticas escritas cuidadosamente pegadas afuera de cada cajón. Emma se tomó
un momento para escuchar el profundo silencio del cuarto, su sangre retumbaba
en sus oídos. Para mejor o peor, estaba a momentos de averiguar la verdad sobre
su madre.
Pasó
sus dedos por sobre las letras de los gabinetes hasta que encontró un cajón que
decía L-N. Le dio un tirón firme al cajón. No se movió.
Luego
notó la pantalla LED parpadeando sobre el gabinete. POR FAVOR INGRESE EL
CÓDIGO, decía el mensaje. Lo miró con la mente en blanco. ¿Qué era lo que dijo
Nisha? El cumpleaños de mi mamá es el siete de
septiembre.
Emma estiró un dedo tembloroso para escribir 0907 en el teclado. El cajón se
abrió suavemente.
Al
interior, estaba abultado de archivos, cada uno lleno con documentos,
formularios, incluso fotos. Emma escaneó rápidamente las etiquetas, tratando de
orientarse en el denso bosque de las carpetas con etiquetas alfabéticas. Sus
ojos pasaron por un archivo particularmente grueso. Luego volvió a mirar. Su
vista fue directo al archivo. “Landry”, susurró.
Pensó
en a madre de Ethan pasando por la ventana del living, usando una bata
harapienta. Ella tenía cáncer…. ¿pero también tenía problemas psicológicos?
Antes de poder detenerse, sus dedos alcanzaron el archivo y lo sacaron. Se
quedó sin respiración cuando vio el nombre del paciente impreso precisamente en
la portada. No era el archivo de la Sra. Landry en lo absoluto. Era de Ethan.
Los
dedos de Emma sujetaron firmemente el
borde de la carpeta de manila. Quizás era otro Ethan Landry. Tenía que ser un
nombre común. Tenía que haber una explicación.
Pero
en el fondo, lo sabía. Este era el archivo de Ethan. Su Ethan.
Ethan
le había dicho que no venga aquí, y ahora sabía por qué. ¿Qué había en él? ¿Qué
le había ocultado? De repente Emma se sintió enojada y profundamente herida.
Ella había compartido todo sobre ella misma con Ethan
—cosas que nunca le había dicho a nadie, las peores historias de sus hogares temporales,
estúpidas fantasías de la infancia, sus secretos más privados.
Emma respiró temblorosamente, luego
devolvió el archivo de Ethan a donde pertenecía. No podía traicionar su
privacidad, no importaba lo traicionada que ella se sentía.
- No importa, - le dije. – No es por
lo que estamos aquí. Ahora apresúrate, - dije mientras oíamos pasos
acercándose. Emma se puso tensa. Pero quienquiera que fuera había pasado de
largo del cuarto de archivos, y suspiró aliviada.
Emma meneó su cabeza rápidamente
para despejarla, luego fue a la parte de atrás del cajón. MELVILLE, MENDEL,
MENDOZA —allí estaba: MERCER. Sacó el archive y lo puso horizontalmente sobre
el cajón. Encima estaba el formulario de admisión más reciente de Becky y una
copia garabateada de sus recetas médicas. Tras eso estaban sus notas de
sesiones, corcheteadas y dentro de una carpeta plástica transparente, como el
libro de reportes de un niño. Estaban escritas en la ordenada e inclinada letra
del Dr. Banerjee.
La
paciente está abatida e indiferente, fue todo lo escribo un día. Otra nota
decía:
La
paciente se refiere constantemente a algún “acto terrible” que realizó. He corroborado
su informe policial, pero nada parece corresponder con su complejo de culpa.
Sufre delirios de persecución hasta que puede confesar.
Algunos de los dibujos de Becky estaban incluidos en las notas, las mismas
filigranas abstractas y complejos que llenaban el cuaderno que Emma había
encontrado en el ático. El arte de la
paciente muestra tanto una increíble creatividad como un perjudicador nivel de
compulsión, el Dr. Banerjee había escrito tras uno de ellos. Se recomienda aumentar la dosis.
Nada de esto era algo que Emma no
supiera. Volteó algunas páginas.
La
paciente habla frecuentemente sobre la hija que le quitaron. Parece convencida
de que a la niña le están lavando el cerebro y fantasea con robársela.
El papel metió bulla en la mano de
Emma cuando comenzó a temblar. ¿Una hija que le quitaron? ¿Se refería a Sutton?
¿Había vuelto a Tucson en agosto para quitarle a Sutton a los Mercer? ¿Sutton
había luchado —y perdido? Emma siguió leyendo.
La
niña pequeña nació hace doce años este mes. Parece traerle malos recuerdos a la
Srta. Mercer y agrava sus episodios.
Doce años atrás este mes. Eso no
podía referirse a Sutton ni a Emma.
Había habido otro bebé.
Inhalé. ¿Becky tuvo otra hija?
El mundo daba vueltas alrededor de
Emma. Se afirmó en el gabinete, sintiéndose como si fuera a caerse y a hacer
que todo el cuarto se caiga sobre ella. Hizo cálculos rápidos en su mente.
Becky había dejado a Emma cuando tenía cinco —trece años atrás exactamente.
Justo cerca de la fecha en que se habría enterado de que estaba embarazada de
nuevo.
Los celos y la emoción se peleaban
por tomar el control de la mente de Emma. Becky la había cambiado por este
nuevo bebé. Pero a nota decía que le habían “quitado” a la niña a Becky. ¿Y si
su segunda hermana estaba sufriendo en el sistema de cuidado temporal tal como
Emma?
Emma y yo teníamos las mismas
preguntas: ¿Dónde estaba ahora? ¿Podría Emma ubicarla? ¿Estaba a salvo?
Luego Emma tomó aire. Más tarde
podría pensar más sobre su otra hermana. Ahora mismo tenía que seguir buscando
respuestas. Pasando rápidamente las notas, encontró la sesión más reciente al
final de la carpeta. Algo había preparado a Becky para ese ataque.
…
finalmente, estamos haciendo progreso en procesar la culpa y duelo de la Srta.
Mercer. Hoy me admitió que hace pocos meses conoció a su primera hija en el
Cañón Sabino. Aparentemente no salió bien. Aun no me cuenta toda la historia,
pero algo pasó entre ellas que provocó este episodio más reciente.
El Dr. Banerjee no parecía haber
obtenido nada más específico que eso. Había algunas otras notas, incluyendo
varios ajustes de medicamentos que parecían cada vez más extremos a los ojos de
Emma. Pasó rápidamente las hojas, desesperada por más.
Una puerta sonó fuerte en el
pasillo. Dio un salto y tomó torpemente la carpeta, haciendo volar las páginas
en todas las direcciones. Voces distantes se hacían más fuertes mientras Emma
se agachaba para juntar los formularios esparcidos. Metió la carpeta de vuelta
en el cajón y lo cerró.
- Yo voy a buscar el archivo del Sr.
Lindon, - dijo una voz de mujer en el pasillo. Ema tomó aire, luego abrió un
poco la puerta y se asomó. Una enfermera de pelo corto venía dando la vuelta
por la esquina. Emma ya no podía salir sin que la pillen. Miró a su alrededor
pero no había nada para esconderse en ese pequeño espacio. Luego sus ojos se
fijaron en las bisagras de la puerta y notó que esta se abría hacia adentro. Se
puso contra la pared, silenciosamente rezando para que la puerta no se habrá
demasiado fuerte para herirla. Con un suave click, la puerta se abrió hacia
ella. Contuvo la respiración. Podía escuchar a la enfermera tarareando
suavemente para si misma. El polvo le cosquilleó la nariz —la necesidad de
rascarla era casi dolorosa. Apretó sus puños a sus lados.
Un cajón se abrió, y Emma escuchó el
sonido del mover de los papeles cuando la enfermera revisaba los archivos.
Vete,
Emma y yo pensamos juntas. Saca el archivo y vete. Pero la enfermera
parecía tomarse su tiempo.
La puerta se presionó contra ella
cuando otra enfermera se detuvo en el umbral, apoyándose en este. – Oye,
Marliz, hay pastel en el cuarto de descanso. Es el cumpleaños de Huong.
- Alguien dejó estos archivos todos
desordenados, - se quejó la primera voz. Emma apretó sus dientes. Probablemente
no puso el archivo de Becky donde correspondía.
- Bueno, si eso es lo peor que
pasará hoy, estamos bien.
Marliz se rio. Su voz era aguda y
femenina. – Supongo que no hay nada comparado con una fuga.
Emma pudo oír a la segunda enfermera
entrar al cuarto, bajando la voz. - ¿Oíste las ultimas de la mujer Mercer?
Las palabras pusieron el cuerpo de
Emma rígido. Se mordió el interior de las mejillas.
- Escuché que cuando limpiaron su
habitación encontraron una foto de su hija, - continuó la segunda voz. – Ya
sabes, ¿La chica que la estaba visitando cuando se alteró? Como sea,
encontraron esa foto metida bajo su colchón. Pero había escrito por toda a cara
de la chica con lapicera, una y otra vez hasta que atravesó la foto. Como si estuviera
intentando arrancarla o algo.
- Oh dios mío. ¿Crees que en serio
es violenta?
- ¿Quién sabe? Te diré algo, mar. He
estado trabajando en este piso por casi treinta años, y Rebecca Mercer es una
de las peores que he visto. No entiendo por qué su familia no puede simplemente
mantenerla medicada. Cada vez que sale, es peor y peor. Esta vez ni siquiera
pudimos sacarle una sola oración completa.
- ¿No crees que su hija debería
saber que está en riesgo? Una mujer así de loca, no se sabe lo que puede hacer.
- Estoy de acuerdo, pero se supone
que rayar una foto no es suficientemente violento para ameritar romper la
confidencialidad entre doctor y paciente. – La mujer suspiró. - ¿Encontraste ya
ese archivo?
- Lo tengo, - dijo Marliz. – Ahora
vamos a buscar pastel antes de que se acabe.
La puerta se cerró. Emma se mantuvo
contra la pared y se deslizó lentamente para sentarse en el suelo, su corazón
estaba acelerado.
Las palabras de la enfermera hacían
eco en sus oídos. Como si estuviera
intentando arrancarla o algo. Si el archivo era ambiguo, la foto lo
aclaraba todo.
Yo había sido un error, y nuestra
madre finalmente había averiguado cómo borrarme.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)
Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)