martes, 23 de febrero de 2016

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 25 - Archivo M de Matanza

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Emma se bajó del ascensor en el ala de psiquiatría esa tarde por tercera vez. Pero esta vez tenía un plan. Primero había pasado por el sótano en el primer nivel, usando la tarjeta de Nisha para entrar en la lavandería para tomar prestado un uniforme de voluntaria. El único que pudo encontrar era una talla más pequeño, así que lucía más como un disfraz de enfermera sexy, la tela blanco-y-rojo se fijaba a sus curvas. Se había tomado el pelo en un rodete bien tirante y se había limpiado el maquillaje con la esperanza de que las enfermeras no la reconozcan como la chica que había causado tanto problema esa semana. Por último pero no menos importante, se puso un par de gafas de lectura con marco negro que había encontrado en el velador del Sr. Mercer. Si a Clark Kent le funcionaba, a ella también le funcionaría.

            Ninguna de las enfermeras reaccionó cuando pasó por la estación, con suerte levantaron la vista de estar escribiendo o archivando cosas. El ala estaba más tranquilo que nunca; había un pesado silencio, con un sueño drogado y el pánico a penas contenido. Emma escuchó una voz en uno de los dormitorios que coreaba una rima infantil. “Al corro, corrito. Ramos en el bolsillo. Cenizas, cenizas…” La persona se puso a reír incomprendida, o quizás eran sollozos. Emma no podía diferenciarlos. Se forzó a no alejarse muy rápido de sonido. Se suponía que tenía que lucir como si perteneciera aquí.

            El, ahora conocido, pulso de emociones del ala hacía un ruido sordo a mi alrededor. Se sentía como arenas movedizas, tirándome abajo. Floté más cerca de mi hermana, afirmándome de sus pensamientos y sentimientos, intentando mantenerme a flote.

            Al pasar la sala común, vio las mismas caras blancas giradas hacia la televisión, la misma mujer con cabello oscuro meciéndose violentamente en el rincón. El Sr. Silva estaba sentado en el sillón que ocupaba hace dos noches. Sus ojos se encontraron con los de ella y los entrecerró sospechosamente. Contuvo el aliento, medio esperando que se levante de su silla, que venga hacia ella olfateando como un perro.

            Pero luego de un momento, se volvió hacia la televisión, sus ojos negros perdieron el enfoque. Ella se secó el sudor de la frente y siguió moviéndose.

            A la vuelta de algunas esquinas más, la encontró: Una puerta de madera que decía ARCHIVOS. Deslizó su tarjeta en el lector y escuchó cómo el cierre hizo click. Mirando por el pasillo para asegurarse de que nadie lo haya notado, entró y cerró la puerta tras ella.

            La luz se encendió parpadeando, revelando un angosto armario lleno de gabinetes metálicos empolvados que iban desde el suelo hasta el techo. Había etiquetas alfabéticas escritas cuidadosamente pegadas afuera de cada cajón. Emma se tomó un momento para escuchar el profundo silencio del cuarto, su sangre retumbaba en sus oídos. Para mejor o peor, estaba a momentos de averiguar la verdad sobre su madre.

            Pasó sus dedos por sobre las letras de los gabinetes hasta que encontró un cajón que decía L-N. Le dio un tirón firme al cajón. No se movió.

            Luego notó la pantalla LED parpadeando sobre el gabinete. POR FAVOR INGRESE EL CÓDIGO, decía el mensaje. Lo miró con la mente en blanco. ¿Qué era lo que dijo Nisha? El cumpleaños de mi mamá es el siete de septiembre. Emma estiró un dedo tembloroso para escribir 0907 en el teclado. El cajón se abrió suavemente.

            Al interior, estaba abultado de archivos, cada uno lleno con documentos, formularios, incluso fotos. Emma escaneó rápidamente las etiquetas, tratando de orientarse en el denso bosque de las carpetas con etiquetas alfabéticas. Sus ojos pasaron por un archivo particularmente grueso. Luego volvió a mirar. Su vista fue directo al archivo. “Landry”, susurró.

            Pensó en a madre de Ethan pasando por la ventana del living, usando una bata harapienta. Ella tenía cáncer…. ¿pero también tenía problemas psicológicos? Antes de poder detenerse, sus dedos alcanzaron el archivo y lo sacaron. Se quedó sin respiración cuando vio el nombre del paciente impreso precisamente en la portada. No era el archivo de la Sra. Landry en lo absoluto. Era de Ethan.

            Los dedos de Emma  sujetaron firmemente el borde de la carpeta de manila. Quizás era otro Ethan Landry. Tenía que ser un nombre común. Tenía que haber una explicación.

            Pero en el fondo, lo sabía. Este era el archivo de Ethan. Su Ethan.

            Ethan le había dicho que no venga aquí, y ahora sabía por qué. ¿Qué había en él? ¿Qué le había ocultado? De repente Emma se sintió enojada y profundamente herida. Ella había compartido todo sobre ella misma con Ethan —cosas que nunca le había dicho a nadie, las peores historias de sus hogares temporales, estúpidas fantasías de la infancia, sus secretos más privados.

            Emma respiró temblorosamente, luego devolvió el archivo de Ethan a donde pertenecía. No podía traicionar su privacidad, no importaba lo traicionada que ella se sentía.

            - No importa, - le dije. – No es por lo que estamos aquí. Ahora apresúrate, - dije mientras oíamos pasos acercándose. Emma se puso tensa. Pero quienquiera que fuera había pasado de largo del cuarto de archivos, y suspiró aliviada.

            Emma meneó su cabeza rápidamente para despejarla, luego fue a la parte de atrás del cajón. MELVILLE, MENDEL, MENDOZA —allí estaba: MERCER. Sacó el archive y lo puso horizontalmente sobre el cajón. Encima estaba el formulario de admisión más reciente de Becky y una copia garabateada de sus recetas médicas. Tras eso estaban sus notas de sesiones, corcheteadas y dentro de una carpeta plástica transparente, como el libro de reportes de un niño. Estaban escritas en la ordenada e inclinada letra del Dr. Banerjee.

            La paciente está abatida e indiferente, fue todo lo escribo un día. Otra nota decía:

            La paciente se refiere constantemente a algún “acto terrible” que realizó. He corroborado su informe policial, pero nada parece corresponder con su complejo de culpa. Sufre delirios de persecución hasta que puede confesar.

            Algunos de los dibujos de Becky estaban incluidos en las notas, las mismas filigranas abstractas y complejos que llenaban el cuaderno que Emma había encontrado en el ático. El arte de la paciente muestra tanto una increíble creatividad como un perjudicador nivel de compulsión, el Dr. Banerjee había escrito tras uno de ellos. Se recomienda aumentar la dosis.

            Nada de esto era algo que Emma no supiera. Volteó algunas páginas.

            La paciente habla frecuentemente sobre la hija que le quitaron. Parece convencida de que a la niña le están lavando el cerebro y fantasea con robársela.

            El papel metió bulla en la mano de Emma cuando comenzó a temblar. ¿Una hija que le quitaron? ¿Se refería a Sutton? ¿Había vuelto a Tucson en agosto para quitarle a Sutton a los Mercer? ¿Sutton había luchado —y perdido? Emma siguió leyendo.

            La niña pequeña nació hace doce años este mes. Parece traerle malos recuerdos a la Srta. Mercer y agrava sus episodios.

            Doce años atrás este mes. Eso no podía referirse a Sutton ni a Emma.

            Había habido otro bebé.

            Inhalé. ¿Becky tuvo otra hija?

            El mundo daba vueltas alrededor de Emma. Se afirmó en el gabinete, sintiéndose como si fuera a caerse y a hacer que todo el cuarto se caiga sobre ella. Hizo cálculos rápidos en su mente. Becky había dejado a Emma cuando tenía cinco —trece años atrás exactamente. Justo cerca de la fecha en que se habría enterado de que estaba embarazada de nuevo.

            Los celos y la emoción se peleaban por tomar el control de la mente de Emma. Becky la había cambiado por este nuevo bebé. Pero a nota decía que le habían “quitado” a la niña a Becky. ¿Y si su segunda hermana estaba sufriendo en el sistema de cuidado temporal tal como Emma?

            Emma y yo teníamos las mismas preguntas: ¿Dónde estaba ahora? ¿Podría Emma ubicarla? ¿Estaba a salvo?

            Luego Emma tomó aire. Más tarde podría pensar más sobre su otra hermana. Ahora mismo tenía que seguir buscando respuestas. Pasando rápidamente las notas, encontró la sesión más reciente al final de la carpeta. Algo había preparado a Becky para ese ataque.

            … finalmente, estamos haciendo progreso en procesar la culpa y duelo de la Srta. Mercer. Hoy me admitió que hace pocos meses conoció a su primera hija en el Cañón Sabino. Aparentemente no salió bien. Aun no me cuenta toda la historia, pero algo pasó entre ellas que provocó este episodio más reciente.

            El Dr. Banerjee no parecía haber obtenido nada más específico que eso. Había algunas otras notas, incluyendo varios ajustes de medicamentos que parecían cada vez más extremos a los ojos de Emma. Pasó rápidamente las hojas, desesperada por más.

            Una puerta sonó fuerte en el pasillo. Dio un salto y tomó torpemente la carpeta, haciendo volar las páginas en todas las direcciones. Voces distantes se hacían más fuertes mientras Emma se agachaba para juntar los formularios esparcidos. Metió la carpeta de vuelta en el cajón y lo cerró.

            - Yo voy a buscar el archivo del Sr. Lindon, - dijo una voz de mujer en el pasillo. Ema tomó aire, luego abrió un poco la puerta y se asomó. Una enfermera de pelo corto venía dando la vuelta por la esquina. Emma ya no podía salir sin que la pillen. Miró a su alrededor pero no había nada para esconderse en ese pequeño espacio. Luego sus ojos se fijaron en las bisagras de la puerta y notó que esta se abría hacia adentro. Se puso contra la pared, silenciosamente rezando para que la puerta no se habrá demasiado fuerte para herirla. Con un suave click, la puerta se abrió hacia ella. Contuvo la respiración. Podía escuchar a la enfermera tarareando suavemente para si misma. El polvo le cosquilleó la nariz —la necesidad de rascarla era casi dolorosa. Apretó sus puños a sus lados.

            Un cajón se abrió, y Emma escuchó el sonido del mover de los papeles cuando la enfermera revisaba los archivos.

            Vete, Emma y yo pensamos juntas.  Saca el archivo y vete. Pero la enfermera parecía tomarse su tiempo.

            La puerta se presionó contra ella cuando otra enfermera se detuvo en el umbral, apoyándose en este. – Oye, Marliz, hay pastel en el cuarto de descanso. Es el cumpleaños de Huong.

            - Alguien dejó estos archivos todos desordenados, - se quejó la primera voz. Emma apretó sus dientes. Probablemente no puso el archivo de Becky donde correspondía.

            - Bueno, si eso es lo peor que pasará hoy, estamos bien.

            Marliz se rio. Su voz era aguda y femenina. – Supongo que no hay nada comparado con una fuga.

            Emma pudo oír a la segunda enfermera entrar al cuarto, bajando la voz. - ¿Oíste las ultimas de la mujer Mercer?

            Las palabras pusieron el cuerpo de Emma rígido. Se mordió el interior de las mejillas.

            - Escuché que cuando limpiaron su habitación encontraron una foto de su hija, - continuó la segunda voz. – Ya sabes, ¿La chica que la estaba visitando cuando se alteró? Como sea, encontraron esa foto metida bajo su colchón. Pero había escrito por toda a cara de la chica con lapicera, una y otra vez hasta que atravesó la foto. Como si estuviera intentando arrancarla o algo.

            - Oh dios mío. ¿Crees que en serio es violenta?

            - ¿Quién sabe? Te diré algo, mar. He estado trabajando en este piso por casi treinta años, y Rebecca Mercer es una de las peores que he visto. No entiendo por qué su familia no puede simplemente mantenerla medicada. Cada vez que sale, es peor y peor. Esta vez ni siquiera pudimos sacarle una sola oración completa.

            - ¿No crees que su hija debería saber que está en riesgo? Una mujer así de loca, no se sabe lo que puede hacer.

            - Estoy de acuerdo, pero se supone que rayar una foto no es suficientemente violento para ameritar romper la confidencialidad entre doctor y paciente. – La mujer suspiró. - ¿Encontraste ya ese archivo?

            - Lo tengo, - dijo Marliz. – Ahora vamos a buscar pastel antes de que se acabe.

            La puerta se cerró. Emma se mantuvo contra la pared y se deslizó lentamente para sentarse en el suelo, su corazón estaba acelerado.

            Las palabras de la enfermera hacían eco en sus oídos. Como si estuviera intentando arrancarla o algo. Si el archivo era ambiguo, la foto lo aclaraba todo.

            Yo había sido un error, y nuestra madre finalmente había averiguado cómo borrarme.

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