viernes, 19 de febrero de 2016

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 23 - Ayuda de una fuente inesperada

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La casa de Ethan estaba oscura cuando Emma lo fue a dejar. Algunas de las otras casas de la cuadra ya tenían sus luces navideñas puestas, el rojo, verde, y blanco brillaba coloridamente en las paredes de adobe a pesar de que aun ni siquiera había pasado el día de acción de gracias. Una familia tenía un rebaño de renos falso en su jardín, incluyendo un  Rudolph con la nariz roja y un trineo lleno de flores de pascua. Pero el adosado de Ethan no estaba decorado, hasta estaba descuidado. La pintura se descascaraba por el costad, y el pórtico tenía un escalón podrido que Emma casi siempre olvidaba. Crujía amenazadoramente bajo sus pies.

             - ¿Cuándo puedo verte de nuevo? – Ethan preguntó, sus brazos se enrollaron en la cadera de Emma.

             - ¿Mañana en la escuela? – bromeó. Él la besó en la nariz juguetonamente.

             - ¿El sábado? – preguntó él con esperanzas. – Podríamos arrendar una película, o tan solo mirar las estrellas… - Emma sonrió. Así era como se habían conocido—Emma lo pilló mirando las estrellas cuando ella estaba en la fiesta de Nisha, la primera noche en que pretendió ser Sutton.

             - Tenemos la fiesta de Charlotte, ¿recuerdas? – dijo. Él arrugó su nariz un poco, y Emma se rio. – Vamos, Señor Invisible, no me hagas enfrentarlo sola. – Ethan nunca había sido muy de ir de fiesta, pero ella esperaba que a conocer a los amigos de Sutton le empezaría a gustar la idea.

             - Por ti, lo que sea, - susurró. Le dio otro beso lento y luego entró por la puerta. Ella escuchó el pestillo cerrarse tras él.

             Al otro lado de la calle se asomaban las Montañas Catalina. No podía verlo en la oscuridad, pro la entrada del área recreacional del Cañón Sabino estaba a la vista desde el pórtico de Ethan. De tan sólo pensar en él su piel se erizaba. Era allí donde había esperado a Sutton cuando vino por primera vez a Tucson, con muchas expectativas. También fue aquí donde su hermana pasó la última noche de su vida. Le dio escalofríos, sintiendo como si el mismo Cañón la estuviera observando, como una oscura y malévola presencia. No creía en fantasmas, pero algo de esa área se sentía amenazador. Quizás Becky estaba allí.

             El sonido de unos pasos interrumpió los pensamientos de Emma. Se quedó congelada con la mano en la puerta de su auto. Justo cuando estaba preparándose para meterse de un salto y cerrar con seguro, Nisha se puso bajo la luz. Estaba vestida con pantalones deportivos y una camiseta sin mangas que mostraba sus musculosos hombros. Su cabello brillaba casi de color morado en la oscuridad. Llevaba un par de  gafas de carey y la cara sin maquillar. Lucía como si hubiera estado preparándose para dormir.

             - Oye, - dijo Nisha. – Lo siento. No quise asustarte.

             Emma exhaló, luego se rio nerviosamente. – No me asustaste. Sólo estoy un poco saltona, supongo.

             - ¿Por juntarte con Ethan?

             - Si—Digo no, claro que no. Por otras razones. Pero si, Ethan y yo estábamos pasando el rato. – El tan sólo decir su nombre le hizo sonreír.

             Nisha negó con su cabeza. – Ustedes son la pareja más rara de todos los tiempos.

             - ¿Por qué dices eso?

             La luz con sensor de movimiento en la entrada de los Banerjee se apagó, y quedaron en oscuridad. Nisha aclaró su garganta. – Lo siento. Olvida que lo dije. Como sea, vi tu auto y sólo quería saber si todo estaba bien. Digo, después de toda la locura del hospital.

             Emma bajó la cabeza por un segundo, nerviosamente tomando la tela de su vestido que aún estaba húmedo. – La mujer quien se escapó ayer es mi mamá biológica. Tu papá la está tratando. – Se acomodó y dijo el pensamiento que la había estado molestando más que los demás. – Buena herencia genética, ¿eh?

             Los ojos de Nisha lucían suaves tras sus gafas. - ¿Qué tiene?

             - En realidad no estoy segura, - Emma respondió. Estaba agradecida de la oscuridad. Hubiera sido muy difícil hablar de esto si Nisha pudiera ver su cara. – Digo, obviamente está loca. No terminas en el ala psiquiátrica a menos que o estés, ¿cierto?

             - Loca no es exactamente la palabra que yo usaría. – Nisha dijo con cuidado. – La gente tiene toda case de problemas que los pone bajo tratamiento.

             - Bueno, cuáles sean que sean sus problemas, aparentemente yo soy uno de ellos, - Emma suspiró. – Nisha, ¿te importaría no decirle esto a nadie? Nadie sabe nada de esto—que conocí a mi madre biológica, o cómo es. Es un secreto entre mi papá y yo.

             - Claro, - Nisha dijo. Luego se detuvo, con la frente arrugada. - ¿Por qué te llamó Emma?

             Emma estaba inquieta, su pulso se disparó. – Um, resulta que Emma fue el nombre que me dio cuando era bebé, - dijo, pensando rápidamente. – Mis papás lo cambiaron cuando tenía algunos días de vida.

             Nisha asintió. – Tuviste suerte. Emma suena como una sirvienta vieja. Sutton es mucho mejor.

             Emma apretó sus labios, pero yo no pude evitarlo. Exploté de la risa.

             - Como sea, lo siento si fui muy entrometida, - Nisha dijo. – Todo el asunto parecía tenebroso, y yo quería asegurarme de que estabas bien. No es lo mismo, pero… entiendo por qué es lo que estás pasando. Es difícil ver a tu mamá actuar diferente a como es.

             La madre de Nisha se había muerto de cáncer el año anterior. Emma tenía la sensación de que había sido muy rápido, pero seguramente la Sra. Banerjee había pasado por tratamiento—radiación, quimioterapia—eso la habría dejado irreconocible.

             - ¿Cómo es ser voluntaria allí? – Emma preguntó. – Digo, ¿no es difícil estar entre tanta…demencia?

             Nisha se sacó los lentes y los limpió con el borde de su remera. – Para ser honesta, me inscribí en el ala psiquiátrica porque mi papá trabaja allí. – dijo. – Es la única manera de que yo tenga la oportunidad de verlo. Siempre ha sido un trabajólico, pero empeoró mucho después de que mamá murió. – Se volvió a poner los lentes, haciendo que sus ojos luzcan más grandes, y de algún modo, más vulnerables. – En realidad no es tan malo. Digo, allí ocurren muchas cosas tenebrosas. Pero a veces puedes ver cómo alguien se mejora. Es como que vuelven a ser ellos mismos, o despiertan de un muy mal sueño. Es bastante inspirador. – Se aclaró la garganta. – Eso suena tan cursi.

             - No, no es así, - Emma dijo suavemente. – Creo que suena genial.

             La luz se volvió a prender. Emma saltó, entrecerrando los ojos ante el repentino brillo. Nisha volvió a mirar a su entrada. – No te preocupes, probablemente sea el gato de vecino.

             Emma exhaló con pesadumbre. – He estado saltona desde que mi mamá escapó del hospital. Sólo quisiera saber exactamente qué está mal con ella. Nadie me dice nada. ¿Y si es… violenta?

             Nisha asintió lentamente. – ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

             Emma se mordió el labio, mirando a la casa de Ethan.

             - ¿Sabes de alguna forma en que yo pueda mirar sus informes? – preguntó. Nisha retrocedió un poco. – Nunca te pediría que los saques por mí, - Emma dijo rápidamente. – Sé que son confidenciales. Pero si tú supieras cómo llegar a ellos… significaría mucho. Quizás podría averiguar a dónde se fue. Quizás podría encontrarla.

             Nisha ladeó su cabeza y miró al cielo. Jugaba con una letra inicial de oro en una cadena alrededor de su cuello, la letra D. Emma sospechaba que debería haber pertenecido a la Sra. Banerjee.

             - Creo que podría ayudarte, - dijo Nisha. Pasó sus dedos por su cabello. - ¿Puedes esperar aquí por un segundo?

             - Claro.

             Nisha caminó a través de la entrada hacia su casa. Emma escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Se apoyó en su auto, contando los segundos. En algún lado de cañón un coyote estaba cazando, sus cortos y agudos ladridos rebotaban en las rocas del desierto. Ese sonido le daba escalofríos. Miró hacia la oscuridad en dirección del parque, intentando convencerse de que no tenía nada que temer.

             Pocos minutos después, los pasos de Nisha se escucharon en la gravilla. – El cumpleaños de mi mamá es el siete de septiembre, - dijo Nisha de forma enigmática. Luego puso algo con forma de tarjeta de crédito en la mano de Emma.

             Emma abrió su mano. Era una pequeña llave maestra electrónica de color blanco. El logo del hospital de la Universidad de Arizona estaba estampado en ella.

             Inmediatamente abrazó a Nisha. Por unos segundos, Nisha se quedó rígida y sorprendida en sus brazos. Luego Emma sintió su cuerpo relajarse al abrazarla de vuelta con seguridad.

             - Gracias, - Emma susurró, alejándose.

             Nisha asintió. – Debo irme. Nos vemos en la fiesta, ¿sí? – Volvió a entrar a su casa. Emma se la imaginó atravesando el silencioso recibidor de los Banerjee, caminando junto a todas las cosas que su madre había comprado—un jarrón, un marco, una manta. La casa se debía sentir casi encantada.

             Pensé en eso. ¿Acaso Nisha viajaba con su propia pasajera invisible? ¿La Sra. Banerjee flotaba junto a ella, adulando y reconfortando a una hija que ya no la podía oír? De algún modo, dudaba que tuviera la misma clase de asuntos sin resolver que yo tenía.

             Emma abrió la puerta de su Volvo. Cuando se estaba subiendo, vio una cortina moverse en la casa de Ethan. Un momento después, una luz se encendió en la sala de enfrente, y su madre pasó junto a la ventana en una bata gris desgastada. Emma la observó por otro momento, preguntándose si había estado escuchado su conversación con Nisha. Luego se subió al auto.

             Emma suspiró. Quizás pedirle ayuda a Nisha con los archivos no era ético. Pero si la ayudaba a descartar a Becky, valdría la pena. Y si no—la ayudaría a finalmente atrapar al asesino de su hermana.

             Estuve de acuerdo con Emma. Con Becky en libertad, necesitábamos toda la información que pudiéramos reunir.

             Era hora de aprender algunos de los secretos de mi madre.

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