lunes, 25 de enero de 2016

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 21 - Paz en la tormenta

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El Sr. Mercer llevó a Emma a su auto en silencio. Había anochecido mientras ella estaba en el hospital, el último rayo de sol sobresalía por las lejanas montañas. El estacionamiento estaba medio vacío  bajo la luz de los postes de luz amarilla, pero había autos policiales rodeando el perímetro. Una van de noticias llegó y se bajaron los reporteros. Emma ya podía imaginarse el titular: Mujer loca se escapa del hospital, amenaza a los transeúntes con una jeringa. ¿Qué tipo de hospital permitía que una mujer loca salga?
               - ¿Te llevo a casa? – el Sr. Mercer preguntó al ver el Volvo de Sutton. – Podrías dejar aquí el auto por la noche.
               Emma se negó. – Está bien. Te sigo.
               EL Sr. Mercer asintió, presionando el control remoto de su SUV. Dos bleeps cortos sonaron en la oscuridad. – Nunca pensé que fuera a tratar de herirte, - dijo en voz baja.
               - Lo sé. – Ella no culpaba al Sr. Mercer por lo que Becky había hecho. Él sólo quería lo mejor para Becky, y para Sutton también. Él probablemente tenía fantasías las que su propia hija y nieta se reunían; de que Becky finalmente venga a casa, sana y feliz y lista para ser parte de la familia nuevamente. Él había sido ciego a lo peligrosa que era Becky. Pero él no era el único confundido.
               - No sé qué va a ocurrir ahora, - dijo el Sr. Mercer, frunciendo el ceño. – Becky es impredecible. Podría irse de la ciudad de nuevo. Pero Sutton, si la vez, incluso si crees que la ves, dímelo de inmediato. ¿Está bien?
               - Por supuesto. – apretó tanto sus llaves del auto que se enterraron en su palma.
               Emma condujo lentamente camino a casa, siguiendo las luces traseras del Sr. Mercer. Le dolía la cabeza, y sus músculos aún tiritaban ansiosamente al disiparse la adrenalina de la hora anterior. Pasó bajo un puente peatonal diseñado para que parezca una serpiente gigante arqueada por sobre el tráfico, mostrando los colmillos. Usualmente, esa instalación le llamaba la atención, pero hoy se sentía de mal agüero, como si en cualquier minuto se acercaría y se la tragaría entera.
               Becky podría estar en cualquier lado a estas alturas. Y aunque la policía la estaba buscando, siempre había sido buena en no ser atrapada. Emma lo había notado docenas de veces cuando pequeña —el modo en que Becky podía desaparecer en la multitud, el modo en que se pasaba las miradas fisgonas. Podía convertirse en un fantasma tan fácil como chasquear los dedos.
           Por algún motivo yo no creía que se haya ido de la ciudad. Tenía la sensación de que se quedaría cerca. Muy cerca.
           Las luces de los pórticos a lo largo de la subdivisión interrumpían la oscuridad que llenaba las calles. Emma nunca había notado cuánta sombra había, cuántos lugares había como para que alguien se esconda. Al llegar a la casa de adobe de dos pisos de los Mercer, notó una silueta alta y de hombros amplios moviéndose en el terreno.
           Thayer, usando botas de montaña y pantalones militares, estaba rastrillando piedras de río en uno de los nuevos macizos de flores que el Sr. Mercer había construido antes de su accidente. Una profunda cicatriz blanca iba a lo largo de su rodilla por su operación. Cuando los autos llegaron al estacionamiento, él se enderezó y saludó.
           El Sr. Mercer saludó débilmente antes de entrar. Thayer se apoyó en el rastrillo, mirando a Emma cuando se bajó lentamente del auto.
           - Eres realmente dedicado, - dijo Emma, intentando ocultar el estrés de su voz. - ¿Casi terminas, eh?
           Thayer arrugó su frente, preocupado, y puso sus manos en los hombros de Emma. - ¿Qué pasa? – preguntó.
           Emma miró a otro lado. – Nada.
           - Vamos, Sutton. Yo te conozco. Algo pasa. ¿Qué?
           Los labios de Emma comenzaron a temblar. Antes de poder detenerse, se apoyó en sus brazos. Las lágrimas que había estado reteniendo se liberaron y cayeron por sus mejillas. – Es mi madre biológica, - comenzó.
           Y luego toda la historia salió a borbotones —El ataque de Becky en el hospital, su escape, su tendencia hacia la violencia. Thayer giró su brazo para ver las marcas de las uñas de Becky e hizo un gesto de dolor, luego le encontró la mirada.
           - ¿Y creen que puede venir aquí? – él preguntó, afligido. - ¿Qué podría atacarte de nuevo?
           Emma tomó aire temblorosamente, secándose los ojos con la parte de arriba de su mano. – No saben qué va a hacer.
           - ¿Por qué te está atacando? Eres su hija. – Thayer aún no había soltado su muñeca. Sus dedos se sentían tibios y reconfortantes.
           - Ella está… enferma, - Emma dijo, insegura de cuánto admitir. – Es difícil de explicar. Yo sé que no tiene mucho sentido.
           Thayer entrecerró los ojos mirando hacia la calle. – Más le vale que no venga aquí.
           Emma sintió gratitud en sus venas. – Eres tan buen amigo, - ella murmuró, abrazándolo por el cuello. Thayer la sostuvo cerca, sus manos subían y bajaban por su espalda. Cuando Emma dio un paso atrás, se rieron incómodos y luego se quedaron en silencio.
           El metálico sonido de risas de una sitcom se escuchó de la ventana abierta de un vecino. En algún sitio a algunas cuadras de distancia, un perro ladraba.
           Thayer se acomodó. – Como sea. Deberías ir a descansar. – Él miró hacia el jardín. – Yo voy a terminar aquí e irme a casa. Y, ¿Sutton? – añadió, repentinamente serio. – Sabes que siempre puedes llamarme si necesitas algo, ¿cierto? Digo, no importa lo raras que estén las cosas entre nosotros, yo estaré allí en un segundo si me necesitas. ¿Está bien?
           Emma miró sus profundos ojos avellana, los cuales se habían iluminado con una suave intensidad. – Bueno, - susurró. Luego se colgó la cartera en el hombro y entró a la casa.
           Yo intenté quedarme atrás tanto como pude, observando cómo el chico que yo amaba volvía a trabajar. Aunque pronto, el cordón entre mi hermana gemela y yo se tensó, y me arrastro tras ella.

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