lunes, 23 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 25 - Emma Paxton: Maestra del disfraz



            - Tenga una buena tarde, dama. – un delgado hombre de barba blanca que llevaba puesta una camisa de franela y un delantal le pasó a Emma su bolsa de mercadería y la miró perplejo.
            Emma, cohibida, se ajustó su falda. Era miércoles, y estaba de incognito de nuevo, usando la peluca rubia de la Sra. Landry, un jumper de mezclilla con mariposas bordadas, y un sweater rojo con cuello de tortuga que había comprado en la tienda de segunda mano. Unas gafas plásticas de la tienda de baratijas completaban su look—era la doble de la profesora de la escuela dominical que tuvo durante sus pocas semanas con los Morgan, una familia adoptiva particularmente religiosa en Nevada. No podía creer que había llegado a hacer esto sólo para comprar leche; pero los reporteros—o Garrett—podrían estar en cualquier lado.
            Salió de la tienda y caminó a través del estacionamiento hacia el auto de Ethan, su sombra se movía en el asfalto a sus pies. Junto a la ferretería había un Burger King, una fila de autos se extendía alrededor de la ventanilla de pedidos. Justo mientras  dejaba la mercadería en el auto, alguien tocó la bocina, impaciente por hacer su pedido.
            Lo que vio a continuación la hizo detenerse en seco.
            Travis acababa de salir del Burger King, con un refresco de un litro en la mano. Se detuvo en la puerta, colocándose un par de lentes aviadores baratos antes de ponerse a caminar encorvado en la dirección opuesta.
            Emma no perdió el tiempo. Cerrando la puerta, lo siguió a pie.
            Ese sector era una zona comercial barata, llena de hipermercados y cadenas de restaurants. Una delgada línea de maleza se extendía entre la calle y la acera, marcada por basureros llenos desbordados de basura. Caminaba lentamente, dejando que Travis se mantenga a varios metros de distancia pero manteniéndolo en su línea de visión. Él llevaba un gorro de baseball vuelto hacia atrás y unos jeans anchos casi más debajo de su trasero. Una cadena de billetera iba desde el aro para cinturón hacia su bolsillo trasero. Cuando él miró hacia atrás, ella se ocultó en un grupo de gente en una parada de autobús, intentando mantener su cara tan aburrida como las expresiones de todos los otros viajeros. Cuando estuvo segura de que se había volteado, volvió a seguirlo.
            Travis pasó un garaje de mecánico abandonado, lleno de grafitis, y luego acortó camino a través del estacionamiento de un hotel Days Inn. La piscina brillaba detrás de la reja de metal forjado, había tres pequeños niños con alitas inflables en la parte honda. Emma se retrasó y vio cómo Travis subía los escalones y entraba en una de las habitaciones.
            Se quedó parada a la sombra de un árbol mezquite, la incertidumbre daba vueltas en su interior. ¿Por qué seguía aquí? Él no sabía nada sobre el asesino— ¿O sí?
            Pero su cabeza se levantó rápidamente al recordar las palabras de Ethan. Si tuviéramos acceso a los mensajes o email de Garrett, podríamos ver si él envió el link.
            No tenían acceso al teléfono de Garrett. Pero el mensaje podría seguir en algún lado en el de Travis.
            Con otra mirada a su alrededor, subió los escalones hacia su puerta y golpeó. Por un momento, no pasó nada. Volvió a golpear, más fuerte. En el estacionamiento, una pareja de mediana edad usando poleras hawaianas idénticas se detuvo al salir de su furgoneta, mirándola. Emma tragó saliva, el sudor se empezó a acumular en la parte de atrás de su cuello. Levantó la mano para golpear una vez más, pero antes de poder hacerlo, la puerta se abrió.
            Travis estaba parado en la puerta, sin su gorro. Llevaba una polera sin mangas blanca sobre su carnoso pecho, y una cadena gruesa de oro colgaba de su cuello. Su mentón se inclinó agresivamente hacia ella. Tras él, Arnold Schwarzenegger estaba en la pantalla de la TV, haciendo rugir su motocicleta en una autopista. - ¿Qué quiere, señorita?
            Por un momento no recordaba que estaba disfrazada. Parpadeó, luego se sacó los lentes. – Soy yo. Emma.
            Su mandíbula se aflojó. La miró lentamente de arriba abajo, sus voraces pequeños ojos se pusieron saltones. A su alrededor flotaba el olor a tabaco y sudor.
            - Necesito tu ayuda, - dijo, poniendo la expresión más dulce que pudo conseguir. – Todos creen que maté a mi hermana.
            - Sí, lo sé, - dijo, sonriendo. – Ese policía, ¿Quinlan o algo así? Ha estado tratando de hacerme decirle todo sobre ti.
            Emma se mordió la uña del pulgar, sabiendo que tenía que actuar esto de forma perfecta. - ¿Qué les has dicho hasta ahora?
            Travis se encogió de hombros, apoyándose en el marco de la puerta para poder asomarse sobre ella.
            - Hasta ahora solamente sobre tu raro hábito,  - dijo.
            - ¿Te refieres a ese video que alguien te mandó? – dijo, escogiendo sus palabras muy cuidadosamente.
            - Sep, - dijo. – Hombre, me gustaba verlo. Qué pena que lo hayan sacado.
            Bingo. Garrett le había mandado el link. Su corazón se hinchó de la emoción. Si pudiera poner sus manos en su teléfono, podría demostrarlo. Tomó aire.
            - Yo no maté a Sutton, - dijo, un tono suave y suplicante entró en su voz. – Tú me crees, ¿cierto?
            Él sonrió con superioridad. – No sé, Emma. Eras bien violenta conmigo. Siempre tuviste un mal temperamento.
            Emma se puso tensa, luchando contra la respuesta enojada que estaba creciendo en su pecho. Una vez ella le había dado un rodillazo en la entrepierna cuando él intento tocarla. Eso fue lo que lo llevó a incriminarla por robar el dinero de Clarice.
            La voz de Travis bajó de forma conspirativa. – Además, Tucson es un lugar bien bueno. La policía me ubicó aquí toda la semana— HBO gratis, servicio de habitación. Todo por decirles lo que sea que pueda decir sobre ti.
            Lo miró, parpadeando con sus gruesas pestañas, sus ojos vulnerables y bien abiertos. Yo estuve impresionada—antiguamente, yo había sido una maestra de la mirada de perrito-mojado. Si tan sólo pudiera hacerse llorar a propósito, Emma me haría competencia.
            - ¿Por qué me estás haciendo esto? – hizo que su voz tiemble un poco, pretendiendo secarse una lágrima del ojo.
            Travis miró de izquierda a derecha, como viendo si nadie estaba escuchando. Luego se acercó hacia adelante, poniendo su boca junto a la oreja de Emma como para decirle un secreto. Su aliento olía rancio a azúcar y hierba. – La cosa, Emma, es que eres una verdadera perra.
            Le tomó toda su voluntad evitar abofetearlo en la cara. Pero tenía que actuar agradable. Sus labios ligeramente separados, puso una mano en su bíceps desnudo. Los ojos de Travis bajaron hacia donde ella lo estaba tocando.
            - Estoy desesperada, - susurró, ignorando la bilis subiendo por su garganta. – Haré lo que sea. Tienes que ayudarme, Travis. Eres el único que me puede ayudar.
            La miró sin expresión por un momento, su malicia fue vencida por sorpresa. Ella corrió sus ojos apreciativamente sobre su cuerpo, intentando lucir seductora, buscando el borde rectangular que delataría su celular. Allí. Estaba en su bolsillo frontal, justo frente a su cadera.
            Una lenta sonrisa se extendió en su cara. – ¿Lo que sea, eh? – Retrocedió de la puerta, manteniéndola abierta para ella. Al pasar junto a él, él le dio una palmada en el trasero, y ella dio un sobresalto. SU estómago se retorcía. Por un momento, se preguntó si estaba cometiendo un gran error. Travis era peligroso.
            Pero Emma también era dura. Y necesitaba ese teléfono.
            Subió su brazo para sacarse la picosa peluca de la cabeza, pero Travis le agarró la mano. – Déjala, - murmuró, su aliento se sentía cálido sobre su cara. – Me gusta.
            Emma bajó sus manos hacia las caderas de Travis, dejando la peluca rubia donde estaba. Lentamente, metió sus manos en sus bolsillos. Los ojos de Travis estaban cerrados, su respiración se estaba acelerando. Los dedos de Emma buscaron entre unas monedas sueltas y una bolsa de algo que estaba segura de que era hierba, hasta que se cerraron alrededor del plástico duro de su teléfono. Al sacarlo de un tirón de su bolsillo, los ojos de Travis se abrieron rápidamente.
            - ¿Qué— - Pero no alcanzó a terminar su pregunta. Emma levantó su rodilla con tanta fuerza como pudo entre las piernas de Travis. Sus ojos se cerraron y cayó hacia atrás sobre la cama, afirmándose su entrepierna.
            Salió por la puerta y la cerró de golpe tras ella antes de que él siquiera pudiera moverse, bajando los escalones de a tres a la vez, la adrenalina corría por sus venas. Para cuando él abrió la puerta, ella ya estaba abajo.
            - ¡Perra loca! – gritó, cojeando tras ella. - ¡Te voy a matar!
            - ¡Tendrás que hacer fila! – le gritó Emma por sobre su hombro cuando comenzó a correr. Esquivó un hombre con cicatrices de acné vestido con el blazer de poliéster típico de un empleado de hotel, luego atravesó el estacionamiento saltando los bordes de los estacionamientos y esquivando autos. Los músculos de sus piernas ardían, pero a penas lo notó. Por un momento, se sentía como si pudiera volar.
            Y yo estaba volando justo a su lado, gritando su nombre para hacerle ánimos. Finalmente, mi hermana había puesto sus manos en algo que podría limpiar su nombre. Y finalmente había podido golpear a Travis exactamente donde le dolería.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)

Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)