martes, 19 de enero de 2016

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 19 - Madre querida

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           La sonrisa de la mujer se agranda cuando estira su mano para ayudarme a levantarme. – Hola, Sutton. Soy tu madre. Becky, - dice nuevamente. – Que bueno conocerte.
           Observo su palma estirada. Algo me dice que no la tome. Intento levantarme por mi misma, pero me vuelvo a caer. Mi remera se engancha en una rama tras de mí. Inmediatamente maldigo mi decisión de volver aquí a este lugar oscuro como una cueva al fin del mundo. ¿Por qué no fui donde Nisha, o llamé a un taxi que me lleve a casa?
           Doy un vistazo a la mujer que dice ser mi madre y noto su desordenado cabello, sus brillantes ojos, su agitada boca. Mi estómago se tensa como lo hace cuando Thayer y yo vemos películas de terror. El aire cruje con tensión.
           - Está bien, - Becky canturrea suavemente, arrodillándose junto a mí. Hay ramas y hojas pegadas en su arrugada ropa, como si hubiese estado vagando en el desierto por días. Luego veo un tajo hueco en su frente y una mancha de sangre en su mejilla.
           - ¿Qué te pasó? – le pregunto, señalando. Mi voz es muy aguda, como la de una niña pequeña asustada.
           La mano de Becky vuela hacia su herida. – Oh. Un accidente solamente. – Se ríe con cautela. – Un pequeño tropezón. – pero a mi parecer no es un corte de un tropezón. Luce como el tipo de herida que un manubrio haría si la cabeza de uno se golpeara en el luego de embestir a un chico de diecisiete años.
           Abajo en la subdivisión, el ruido de la música se detiene abruptamente. De repente todo está tan silencioso que puedo escuchar en mis oídos a mi corazón latir, el rápido sonido en pánico de mi respirar. La mujer frente a mí se acerca un poco más. – Sutton, - susurra, y estira un brazo para acariciar mi mejilla. – Mírate. Eres tan bella.
           Quiero alejarme, pero me siento paralizada. Sus manos están frías, ásperas. Puedo oler su agrio aliento. – Eres tan bella, - dice de nuevo, la mujer que cree que es mi madre. Pero no lo es. No puede serlo. Mi madre es alguien más, alguien bella y suave y trágica. No esta sucia mujer de la montaña, esta loca. Por alguna razón, mi padre—o quien sea que sea él—me mintió. Quizás sólo quería desordenarme la cabeza.
           Finalmente, mis músculos cooperan, y me muevo. - Yo—yo tengo que irme, - digo, poniéndome de pie. – La persona que me va a llevar me está esperando.
           Becky se ríe. – No tienes a nadie que te lleve. – En un instante está de pie. Ella es más rápida de lo que hubiera esperado. – Vi a tu abuelo alejarse.
           Parpadeo. - ¿Me has estado observando?
           Asiente. – Oh, cariño, te he estado observando por años. – Su voz es suave, como si estuviera cantando una canción de cuna, pero sus palabras son retorcidas. – Te vi cuando estabas aprendiendo a nadar, cuando eras una niña pequeña. Llevando flotadores de Mickey Mouse por mucho tiempo. Te vi cuando te teñiste el pelo rubio en la pre secundaria. Estuve en el regional de tenis el año pasado—te vi jugar. Eres increíble. Y te vi escaparte con ese chico esta noche— ¿Thayer? ¿Es ese su nombre?
           EL mundo se sentía inestable bajo mis pies. Ella lo sabe todo. Todo este tiempo, esta extraña ha sido una cara en la multitud, una visita no deseada en mi vida. Sentí un arrebato de rabia limpia. – No tenías derecho, - chillé.
           Becky retrocede como si la hubiera empujado. – Por supuesto que sí. Yo te di vida.
           Hay algo tan directo en la forma en que lo dice, que en ese momento, me doy cuenta de que me está diciendo la verdad. Dejé que la idea me remoje. Me hace sentir aún más enferma. – Esto te da aun menos derecho. – rugí. – Me observaste en vez de cuidarme. ¿Y ahora apareces al azar, en el desierto, en la oscuridad, sola, y me dices esto? ¿Qué diablos está mal contigo?
           Becky endereza sus hombros a la defensiva. – No es así como lo planeé, - dice.
           Pero yo estoy fuera de quicio. Quiero herirla. Quiero que mis palabras ardan. Estoy furiosa con todos quienes me mintieron—mi padre, mi madre, y esta mujer por sobre todos. – No eres una madre, - digo. Las palabras caen en el silencio, hirviendo como ácido. – Eres una mentirosa,  y te odio.
           - No entiendes, - susurra.
           - Vaya que estás en lo cierto, no entiendo y no quiero entender. – digo. – No quiero volver a verte.
           - ¡No te atrevas a decir eso! – grita, tomándome del brazo.
           Me congelo. Ningún adulto me ha gritado así, desde las profundidades de su alma. Ahora su pecho está agitado. Aprieta con fuerza mi muñeca y acerca su cara. – Me dijeron que sólo habría una, - dice ella, su boca está muy cerca. – No dos. No se suponía que estés aquí, Sutton. No se suponía que vinieras.
           La observo. - ¿Quién te dijo?
           Pero ella no responde. – Tenía tanto miedo de romperte. Rompo todo lo que toco. – Ya ha vuelto a esa voz de canción de cuna. – Pero supongo que es mu tarde. Ya estás rota.
           - Aléjate de mí, - protesto, luchando contra ella, tratando de empujarla. Pero ella es mucho más fuerte de lo que parece. Sus delgados brazos se aprietan a mí alrededor hasta que ya no puedo respirar. - ¡Para! – grito. Puedo oler el sudor de su cuerpo y sentir los duros huesos bajo su piel. Mi mirada busca a mí alrededor. Veo la oscura boca abierta del cañón hacia abajo.
           Ella me abraza con fuerza, pero se siente como si me estuviera apretando una serpiente, apretada y apretada y apretada y luego tragada por completo. Lucho un poco más. - ¡Quítate!
           Pero Becky no cede. – Mi pequeña, - dice cerca de mi oreja. Abro la boca bien grande, tratando de obtener algo de aire, pero todo lo que obtengo es un bocado de remera. Cuando sus brazos se aprietan más y más, escucho las palabras una vez más: No se suponía que estés aquí, Sutton. Es muy tarde. Ya estás rota.
           Mi madre está tratando de matarme, pienso con terror.
           Y luego, el recuerdo se evapora en la oscuridad.

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