domingo, 15 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 20 - No hay lugar como el hogar



            Emma no supo cómo logró llegar al mesón frontal unos pocos minutos después Toda la furia la había agotado, y sus brazos y piernas se sentían como si estuvieran hechos de piedra, tan pesados y tiesos que no creía que podía moverlos en lo absoluto. Se quedó de pie desconcertada mientras una recepcionista con uñas acrílicas moradas llamaba a un oficial para que la lleve a su casa. Finalmente, un policía alto con el pelo castaño rapado apareció como de la nada Su placa decía CORCORAN. - ¿Emma Paxton?
            Asintió en silencio. Él le hizo un gesto para que la siga, y juntos atravesaron las puertas de vidrio. El sol se había puesto Más allá del estacionamiento, el tráfico de la hora punta avanzaba a paso de tortuga, las luces de freno brillaban de color rojo en la oscuridad.
            Corcoran no habló mucho mientras la condujo hacia casa de los Mercer. Mientras pasaban por las tiendas y salones decorados de rojo y verde para las fiestas, ella miraba por la ventana, escuchando a medias el crujiente sonido de la charla por el radioparlante del policía. –… reporte de vandalismo en el Snack’n’Shack en Valencia, - decía una voz femenina – Unidad cincuenta y tres, por favor repórtese
            - ¿Y lo hiciste?
            Se volteó a mirar al oficial, mostrándole un gesto de ¿Hablas en serio? ¿Acaso pensaba que iba a confesarle sin problemas a un oficial de patrulla—si es que lo hubiera hecho—después de que Quinlan ya la había interrogado? Pero él miraba derecho hacia el frente al camino, con un ceño fruncido con seriedad, como si alguna parte de la situación no encajara.
            - Yo también fui un chico de adopción temporal, - dijo directamente. – Aquí en Tucson.
            Ella asintió en silencio, sin saber a qué quería llegar.
            - No sé por qué, pero la gente no te cree si no tienes familia. Incluso si no es tu culpa. – Se encogió de hombros. – Terminas siendo el chivo expiatorio para todo lo que pasa, simplemente porque no encajas en el orden natural de las cosas.
            Emma tragó saliva. Volvió a mirar por la ventana, sin confiar para hablar. ¿Estaban intentando hacer de policías buenos ahora? ¿Para intentar que confiese solo porque un tipo lindo, de poca diferencia de edad a la de ella, estaba actuando como si entendiera por lo que estaba pasando ella? Pero Corcoran se había quedado en silencio, como si hubiera dicho su parte y eso fuera todo lo que tenía para decir.
            Cuando doblaron en la esquina hacia la calle de los Mercer, Emma quedó boquiabierta El lugar estaba plagado de reporteros.  Toda la calle estaba iluminada como un campo de baseball., una docena de vans estaban en fila a ambos lados de la calle. Las reporteras se veían el maquillaje en los espejos laterales de los autos y repasaban sus líneas, hombres con barba de pocos días y cámaras gigantes sobre sus hombros les seguían el rastro. Parecía que el vecino de los Mercer, el Sr. Paulson, estaba siendo entrevistado en su entrada por un hombre con el cabello en un arreglo tipo muñeco Ken. Otros reporteros parecían estar en plena transmisión, usando la casa de los Mercer como fondo.
            Yo siempre había soñado con ser famosa, tener paparazis siguiéndome hacia mi casa y que me rueguen por dar entrevistas. Pero esto definitivamente no era lo que tenía en mente
            - Quédate donde estás, - le dijo Corcoran a Emma, estacionando el auto en medio de la calle Abrió la puerta de su auto. El momento en que lo hizo, la cacofonía de docenas de voces repleto el auto policial.
            - ¿Eres Emma Paxton o Sutton Mercer?
            - Emma, ¿Por qué lo hiciste?
            - ¿Alguien te ayudo a matar a tu hermana?
            Corcoran ni siquiera los miró. Camino alrededor del auto hasta la puerta del lado del copiloto y la abrió, parándose protectivamente frente a Emma para mantener a los reporteros gritando a una cierta distancia.
            Miró al oficial a los ojos. Lucían calmados, eran celestes, y aunque no podía adivinar si él le creía su historia o no, pudo ver algo de una convicción tenaz en ellos Este tipo quería que la traten justamente, notó. Sea inocente o no, haya mentido o no, él quería que tenga un trato justo.
            - ¿Lista? – preguntó. Asintió, sintiéndose repentinamente un poco más fuerte. Puede que él no sea su aliado—pero por el momento, estaba suficientemente cercano a serlo.
            La ayudó a pararse, luego la guio rápidamente a través de la multitud
            - ¡Emma! ¿Realmente pensaste que te saldrías con la tuya?
            - ¿Crees que la enfermedad mental de tu mamá es genética?
            - ¿Sutton se resistió?
            Corcoran se detuvo al borde del jardín, de brazos cruzados. – Anda, ve, - dijo. – Me quedaré aquí hasta que entres.
            Asintió, mirando con anhelo la puerta frontal de los Mercer. Todo lo que quería era entrar, sentarse con su familia y decirles todo, tal como ellos habían hecho con ella. Al caminar por la entrada, podía oír el maniático clicar de las cámaras de los fotógrafos a todo su alrededor. Un hombre con un blazer rojo oscuro intento pasar más allá de Corcoran, estirando el micrófono hacia ella—pero el oficial lo tomo del cuello de su remera y lo lanzó de vuelta
            Emma llegó al pórtico y se quedó parada frente a la puerta de roble con su golpeador en forma de león. Sacó sus llaves, luego las movió y se le cayeron con un ruido resonante en el suelo. Con las mejillas ardiendo, se agachó para recogerlas.
            Pero cuando fue a abrir la puerta, la llave no encajaba.
            Su corazón se apretó en el medio segundo antes de entenderlo a consciencia. Habían cambiado la chapa. No era bienvenida.
            Miré las llaves en la mano de mi hermana. Mi llave de la casa tenía esmalte de uñas morado arriba, para poder diferenciarla siempre de las otras ¿Cuántas veces la había usado sin darme cuenta de lo afortunada que era de tener un hogar a donde ir? ¿Cuántas veces había entrado, sin darme cuenta del privilegio que era hacerlo?
            Con la mano temblando, Emma tocó el timbre. Adentro pudo oír a Drake ladrando profunda y roncamente. Todas las persianas estaban bien cerradas, pero lucía como si cada luz de la casa estuviera prendida, pasaban brillos de luz amarilla por las rendijas.
            Algo se movió al otro lado de la puerta. Esperó. Atrás suyo, los reporteros gritaban preguntas, ahogándose entre sí de forma que generaban un fuerte ruido inidentificable. Corcoran estaba parado en la acera de brazos cruzados, mirando impasiblemente a la multitud.
            De repente, una voz sonó al otro lado. – No puedes quedarte aquí – La voz de la Sra. Mercer sonaba nasal y sofocada. Era obvio que había estado llorando.
            - Por favor, Sra. Mercer, sólo quiero explicarlo. – No quería declarar aquí en la entrada, con la prensa observando y tomando fotos. Se acercó a la puerta, esperando ocultar su cara a las cámaras. – Por favor, sólo deme la oportunidad para explicar
            La puerta se abrió de golpe sin advertencia previa.
            Mi corazón dolió al ver a mi mamá parada en la entrada a la luz amarilla, su cara hinchada por las lágrimas.  Una expresión agitada y alocada contornaba sus facciones, el duelo y la rabia se mezclaban. Seguía en su ropa de trabajo, pantalones de vestir de tweed gris y una blusa rosada perla, pero estaba descalza y con el pelo desarreglado. Miraba a Emma como si apenas pudiera reconocerla.
            - Quiero que te vayas, - dijo de forma estridente, sus ojos ardían.
            - Sra. Mercer, por favor…
            - Eres igual que tu madre, - chilló la mujer mayor. Emma dio involuntariamente un paso atrás. – Las dos son mentirosas. Las dos están locas. No les importa a quién hieren, siempre y cuando se salgan con la suya.
            - ¡No soy como Becky! – Emma resopló. Una sensación de desesperación se agarró a su pecho. Tenía que hacer que su abuela entienda – Lamento haberle mentido. Lo siento mucho, ¡Pero no tenía opción!
            Una sombra oscura se movió al final del pasillo, como si alguien estuviera escuchando a la vuelta de la esquina. Emma giró su cuello para ver quién era. - ¿Dónde está pa—dónde está el Sr. Mercer? ¿Puedo hablar con él?
            Su abuela dijo que no con la cabeza de forma violenta. – No, no puedes. No quiere hablar contigo. No después de lo que nos has hecho.
            - Pero si escucha por sólo…
            La respiración de la Sra. Mercer era rápida y temblorosa. Se movió rápidamente, arremetiéndose contra Emma. Emma se retrajo, anticipando un golpe. Pero en vez de pegarle, la Sra. Mercer le quitó el bolso hobo Kate Spade del hombro.
            - Esa es la cartera de mi hija, - sollozó, las lágrimas corrían por sus mejillas. Luego tomó la chaqueta de Emma con sus puños, quitándosela de los brazos. – Y su abrigo. No el tuyo.
            Emma se quedó inmóvil, su labio temblaba. No se resistió No tuvo el corazón para hacerlo. La Sra. Mercer estaba en lo cierto. Nada de esto le pertenecía. Ni la ropa, ni la casa—ni la familia. No tenía nada propio.
            - Ahora vete de una maldita vez de mi propiedad, - gritó la Sra. Mercer.
            Nunca había escuchado a mi mamá maldecir antes, ni siquiera cuando estaba más frustrada. El sonido de su insulto me llenó de miedo. Estaba actuando como una persona distinta. Era si la vieja mamá, la que yo quería tanto, quien me llevo a tomar helado el día en que tuve mi primer periodo y quien veía películas románticas viejas conmigo en días domingos lluviosos, se hubiera ido. Todo lo que quedaba era meramente esta mujer amargada. De repente me di cuenta de que esto era lo que significaría mi muerte para mi familia—que esta no era alguna clase de fantasía adolescente donde podía oír a todos decir cosas lindas de mí en mi funeral y luego ir en una nube al cielo. Mi mamá acababa de enterarse de que me había perdido, y la estaba destruyendo Este era el legado de mi asesino—Garrett.
            La Sra. Mercer comenzó a cerrar la puerta en la cara de Emma, pero antes de cerrarla por completo, se detuvo. – Dime una cosa, - su voz ahora era baja, muy suave.
            - Lo que sea, - Emma susurró
            Los ojos de su abuela revolotearon sobre la cara de Emma, buscando algo, Emma no sabía qué.
            - ¿Lo hiciste? ¿Lo que dicen que hiciste?
            Emma respiró profunda y temblorosamente. – No.
            La Sra. Mercer la miró en silencio, sus ojos azules, tan parecidos a los de Emma, de repente lucían suaves. Emma quería decir más, pero no sabía por dónde empezar. Quería decirle a la Sra. Mercer lo mucho que quería conocer a Sutton. Lo mucho que se lamentaba, lo asustada que había estado, lo desesperadamente que quería decir la verdad todo el tiempo. Más que nada, quería decirle cómo era que los últimos meses se habían sentido como el sueño de alguien más—que ella nunca había tenido una familia así, y que significaba más que nada para ella. Pero antes de poder hablar, la expresión de la Sra. Mercer se tensó una vez más, y dio un llanto desesperado
            - Es que no sé cómo puedo creerte. – Miró con escrutinio a Emma por largo rato, sus ojos mostraban dolor. Luego cerró la puerta y echó cerrojo.
            Lentamente, Emma se volteó hacia la calle. Corcoran observaba con resolución a los reporteros. Estaban agitados, los micrófonos se asomaban de la multitud, su palabra era la única palabra que podía entender en sus gritos. Paso tras paso, caminó de vuelta por el camino de loza. Se sentía como si estuviera caminando a través de aguas profundas, su cuerpo lento y pesado.
            Un micrófono apareció bajo el mentón de Emma. Levantó la mirada para ver a la reportera local quien había estado cubriendo tanto la muerte de Nisha como la de Sutton, ahora en un traje azul cobalto. SU cabello era aún más grande en persona de lo que lucía en la TV. – Tricia Melendez del Canal Cinco. ¿Me puedes decir si los rumores son ciertos? ¿Tú eres la chica que pensaron que estaba muerta?
            Corcoran forzó un camino entre la multitud, mirando amenazadoramente a los reporteros a ambos lados de él. Abrieron paso cuando vieron su uniforme. Le puso la mano en la espalda a Emma y la empujó gentilmente hacia el auto.
            Una vez que estuvieron seguros al interior, la miró. - ¿A dónde puedo llevarte?
            Dudó. La cara de Ethan se pasó por su mente, pero involucrarlo era lo último que quería hacer. Ya había metido a Alex en problemas. No quería que nadie más sufra por ella.
            Pero no tenía otro lado a donde ir. Le dio la dirección de Ethan a Corcoran
            Miré por la ventana de atrás. Mi casa se achicaba a la distancia, más y más chica hasta que finalmente giramos en una esquina… y había desaparecido. Una sensación de enfermedad y vacío se abrió paso a mi interior. Mi  mamá no sabía que al alejar a Emma, me estaba alejando a mí también Había sido suficientemente duro no poder tocar o hablar con mi familia. Ahora ni siquiera podía verlos.
            Era como perderlos nuevamente.




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