sábado, 14 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 19 - Enfrentamiento



            Sonaron fuertes pasos afuera de la puerta. Emma rápidamente metió las páginas de vuelta al archivo justo cuando Quinlan entró.
            Sin dudarlo, se puso de pie. – Detective Quinlan, creo que sé quién mató a mi hermana.
            - Sí, dile, - le insistí yo. Aún me estaba tambaleando por la sensación de Garrett levantándome sobre el precipicio.
            Se detuvo. Una de sus cejas subió en su frente, arqueándose escépticamente. – Qué interesante. Yo justo venía a decirte lo mismo… Emma.
            Por un momento, no registró lo que dijo. Emma se quedó parada, arraigada a su sitio, sin poder mover un solo músculo mientras su mente se apuraba en entender lo que estaba ocurriendo.
            Quinlan le sonrió con frescura. – Cuando tomé la muestra de tu mejilla, no pude dejar de notar que tienes dos tapaduras en tus muelas. Y el problema es que Sutton Mercer nunca tuvo una carie en su vida. Debe ser por toda esa comida orgánica que compran los Mercer. Pero de acuerdo a los registros dentales que recibimos de Las Vegas, Emma Paxton tiene dos tapaduras. Justo donde están las tuyas, de hecho. – Puso unos rayos X dentales sobre la mesa.
            Emma los miró sin hablar, la adrenalina se agitaba en su cuerpo. Por un loco momento, pensó en salir corriendo. ¿Pero y luego qué? Llegaría hasta el pasillo, pero estaba rodeada por policías. La terrible comprensión se desenvolvió: No había escapatoria. Lentamente se volvió a sentar.
            Quinlan sacó su silla y se sentó también. La observó por un momento, su cara se suavizó visiblemente. Emma tenía la impresión de que él casi sentía compasión por ella. – Es hora de decir la verdad, Señorita Paxton. Vamos, ¿Por qué no te ahorras problemas?
            Emma se miró los dedos en la mesa frente a ella, su mente hervía. ¿Cuánto sabría ya?
            Quinlan suspiró, las puntas de sus dedos se juntaron pensativamente frente a él. – Vamos, Emma. No puedo ayudarte si no eres honesta conmigo. – Abrió el archivo de Emma, sacando las fotos del crimen y poniéndolas en la mesa frente a ella.
            - Quizás solo fue un accidente, - dijo Quinlan gentilmente. – Ustedes estaban en el cañón, se pusieron a discutir por algo. La pelea se volvió física, y Sutton simplemente… se cayó. No querías que ocurriera. Pero tienes que ayudarme, Emma. Tienes que decirme la verdad.
            Yo observé atentamente. Sabía lo que estaba haciendo, después de yo misma haber pasado horas en la silla de la verdad. Me había hecho esto más de una vez—Debe ser muy difícil la vida para ti, Sutton, siendo adoptada, sin saber quién es tu familia. ¿Por qué no me dices la verdad simplemente? Iba a intentar a manipular a mi hermana para que hable.
            Los ojos grises como piedra de Quinlan eran implacables. Antes de que Emma tuviera tiempo para procesar lo que estaba diciendo, lanzó sus manos hacia adelante como si hubiera hecho su máximo esfuerzo para razonar con ella. – Bueno. Entonces veamos qué hay tras la puerta número dos. – Sus rodillas sonaron cuando se levantó lentamente, empujando su silla tras él. Abrió la puerta un poco y miró hacia afuera, manteniendo una pequeña conversación con alguien en el pasillo. Emma giró su cuello, intentando ver quién era, pero su cuerpo le obstruía la vista.
            Luego la puerta se abrió más, y una oficial empujó a Alex Stokes al interior.
            Estaba esposada.
            Emma quedó boquiabierta. Su mejor amiga estaba parada incómoda frente a ella, mirando las familiares Vans con diseño de tablero de ajedrez que había usado cada día los últimos dos años. Era una chica baja y élfica, enana junto a la forzuda oficial que la escoltaba. Había estado llorando, y su característico delineador Urban Decay turquesa se había corrido por sus mejillas. Cuando Quinlan le dio un pequeño codazo, ella se tambaleó hacia adelante, levantando sus ojos lagrimosos para encontrarse con los de Emma.
            Una pesa de plomo pareció caer sobre el corazón de Emma en ese momento. Alex estaba en problemas, todo por culpa de ella.
            Los labios de Quinlan formaron una sonrisa. – Podemos presentar media docena de cargos contra tu amiga aquí. Instigación y complicidad, obstrucción de la justicia, encubrimiento de un crimen. Diablos, si el juez se siente creativo podría pasarla como cómplice en asesinato en primer grado. – Hizo un sonido de tsk. – Conseguimos una orden de búsqueda en su teléfono, y resulta que ha estado en contacto con su querida amiga Emma Paxton los últimos tres meses. Y Emma tenía toda clase de interesantes historias sobre su vida en Tucson. Lo cercana que era con Sutton, lo genial que era su vida con los Mercer. El más reciente fue… - Hizo un show al mirar una pila de papeles en sus manos— - … ¡Hace un día! ¡Miren eso!
            Emma se puso de pie nuevamente, la rabia estaba surgiendo desde debajo de su miedo. – Alex no tuvo nada que ver con esto. Eso sería obvio, si leyeron los mensajes.
            Quinlan se encogió de hombros. – Quizá es obvio. O quizás ustedes dos están hablando en código. ¿Cómo puedo saberlo, si no me has dicho la verdad?
            Emma lo miró, repentinamente agitada con ira. Apretó sus puños, enterrándose las uñas en la suave piel de sus palmas. – Intenté decir la verdad el día que llegué aquí. – Ni siquiera tuvo que canalizar a Sutton para tener la actitud; una fría furia presionaba su pecho. – Quizás si van a presentar cargos contra Alex por lo que sea, también debería presentar cargos contra usted mismo—por negligencia, por ni siquiera molestarse en escuchar mi historia en septiembre.
            La habitación se quedó en silencio. En algún lado por el pasillo, un teléfono sonaba y sonaba. La oficial miró con duda a Quinlan. Su sonrisa de superioridad desapareció, pero al hablar no rompió el contacto visual con Emma.
            - Sáquenla de aquí, - murmuró, apuntando su cabeza hacia Alex. La oficial dudó, pero cuando Quinlan no se movió, se llevó a Alex por el brazo y la guio de vuelta por la puerta. Emma quería más que nada llamar a su amiga, pedirle perdón, pero sabía que no podía mostrar debilidad frente a Quinlan ahora.
            - Entonces, ¿Cuál es tu historia? – Quinlan preguntó finalmente, cruzándose de brazos.
            - ¿No va a encender su grabadora para esta parte de la entrevista? – dijo de forma cortante. Él hizo un gesto, agachándose para encender la máquina. Ella se inclinó hacia atrás en su asiento. – Vine aquí para conocer a Sutton al final del verano. Pero ella fue quien me dejó plantada en el Cañón Sabino, o eso pensé. Esperé por una eternidad, pero nunca llegó. Madeline Vega y las gemelas Fiorello me encontraron en la banca y pensaron que yo era Sutton. El mensaje me había advertido que no diga quién era, así que seguí el juego. Seguí pensando que Sutton aparecería en cualquier minuto y lo aclararía todo. – Un nudo se formó en la garganta de Emma al recordar en las esperanzas que había tenido esa primera noche, de conocer a Sutton, de encontrar familia. De finalmente encajar en algún lado. Las lágrimas le hacían picar los ojos, pero mantuvo el mentón en alto, negándose a quebrar la mirada de Quinlan. – Luego recibí una nota, una que decía que Sutton estaba muerta y que yo tenía que seguir el juego. Aún tengo la nota—esa, y las otras que el asesino dejó. Las cosí al interior de un cojín morado en la cama de Sutton. Pueden revisar.
            Quinlan refunfuñó con impaciencia. Sus ojos brillaban oscuramente mientras se inclinó sobre la mesa hacia ella. – Permíteme decirte lo que creo. Creo que habías estado acechando a tu hermana por mucho tiempo. Creo que estuviste viendo su Facebook y Twitter. Quizás incluso e diste algún paseo hasta acá a Tucson para observarla. Ella tenía todo lo que tú querías, todo lo que nunca tuviste—dinero, popularidad, una linda casa, una familia amorosa. Y decidiste tomarlo. Viniste sin equipaje, sin identificación, porque sabias que no los necesitarías, porque planeaste apoderarte de tu vida. – Emma sacudió su cabeza violentamente, pero él señaló las fotos de la escena del crimen entre ellos con su dedo índice. – Empujaste a tu hermana por ese barranco. Y luego fue fácil. Todo lo que tuviste que hacer fue ponerte en sus zapatos. Esperaste una noche, luego fuiste a la fiesta de Nisha Banerjee, haciéndote llamar Sutton. Afortunadamente para ti, tu gemela era una conocida bromista, así que si alguien sospechaba algo, podrían asociarlo a alguna clase de broma. Incluso viniste aquí pretendiendo ser tú misma, para poder tener un indicio de coartada si es que te pillaban. Una jugada inteligente, intentando hacer que la verdad parezca mentira. Pero no lo suficientemente inteligente.
            - Está equivocado, - Emma dijo, arrojando sus manos sobre la mesa. Casi se sorprendió a sí misma con la fuerza de su enojo. Siendo Emma Paxton ella nunca le había respondido a una figura con autoridad. Siempre había sido la chica de trato fácil, la chica adoptiva quien no hacía problemas, un camaleón que se podía convertir en cualquier tipo de persona que los adultos en su vida necesitaran que ella fuera. Pero ahora, estaba poseída por su propia furia honesta. – Mientras está ocupado molestándome, el verdadero asesino se está saliendo con la suya. ¿No lo ve? Alguien me está incriminando.
            Quinlan la miró moderadamente por largo rato. Luego enderezó su mandíbula.
            - No voy a mentir. Sutton Mercer era una mosca en el oído.- Su voz grave tenía una calma casi mortal. – Repentinamente la habitación estaba tan quieta que podía oír el segundero del reloj de Quinlan. – Pero sólo era una niña. No se merecía lo que le ocurrió. No puedo comprobar que la mataste. Al menos no aun. Pero voy a hacerlo mi misión personal el seguir tus pasos hasta que tengas un desliz. Porque lo harás, Emma. Los criminales siempre lo hacen.
            - ¿Entonces me puedo ir? – Emma preguntó, su voz temblaba pero era clara.
            Quinlan asintió. – Claro. Pero vamos a necesitar tanto tu Blackberry como el iPhone de Sutton. Y vamos a retener el auto de Sutton para buscar pistas. Alguien en el mesón frontal puede llevarte a donde sea que vayas esta noche. Espero que no sea necesario decir que no deberías pensar en irte de la ciudad.
            Emma asintió hacia un lado. - ¿Qué hay de Alex? ¿Van a presentar cargos por algo?
            - Aun no lo hemos decidido. – Se encogió de hombros. – Eso va a depender en lo bien que cooperes con nosotros. Esta noche probablemente va a irse a casa con su mamá. No planeamos presentar cargos contra ella aun. Pero mantendremos un ojo en ella.
            Emma tuvo otra explosión de culpa al pensar en la mamá de Alex preocupándose, su cara tensa y ansiosa. Se levantó y recogió su cartera. Tras ella, la voz de Quinlan volvió a sonar, esta vez con un tono de burla.
            - Creo que esta es la parte de tu broma en la que todos aparecen y dice ‘te pillamos’, Srta. Paxton.
            Se volteó para mirarlo, y vio que estaba sonriendo de nuevo. - La verdad ya fue descubierta. Todos en la ciudad están por enterarse de las mentiras que has estado diciendo—eso incluye a los ercer. Este juego que has estado jugando, se acabó. – Abrió la puerta de la sala de interrogación e hizo una reverencia indicándole que salga hacia el pasillo.
            Yo estaría casi conmovida por la determinación de Quinlan por traer a mi asesino a la justicia, si no hubiera estado actuando como todo un idiota. Ya era suficientemente malo que yo esté muerta. Ahora encima de eso, la policía iba a ir tras la persona equivocada.




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