Los pulmones de Emma se paralizaron como si le
hubieran succionado el aire, su respiración se congeló dolorosamente en su
pecho. - ¿Mi…. Mi hermana?
Al otro lado de la mesa, la Sra.
Mercer reprimía un sollozo, y Laurel puso un brazo de consuelo sobre sus
hombros. Emma se volteó para mirar al Sr. Mercer, notando por primera vez el
barro en los codos de su bata de laboratorio, la rama atrapada en los cordones
de sus zapatos.
- Lo siento mucho, Sutton, -
murmuró. – Sí. Era Emma. Yo identifiqué el cuerpo.
El cuerpo. Alguien finalmente había
encontrado mi cuerpo. Después de tanto tiempo, casi no se sentía real.
La respiración de Emma seguía
deteniéndose en su garganta, de modo que se sentía a un solo paso de distancia
de hiperventilarse. El mundo se enfocaba y desenfocaba a su alrededor. Claro,
ella todo el tiempo había sabido que Sutton estaba muerta… pero de alguna
forma, oír esto lo hacía sentir más real.
- Eso sí, - el Sr. Mercer continuó,
con sus ojos espantados. – No había mucho que identificar. Su cuerpo no estaba…
No estaba en buena forma. Pero encontraron su licencia de conducción en su
bolso. – Su voz tiritaba. – La foto. Dios, Sutton, yo—lucía tal como tú.
El estómago de Emma se torció
violentamente. ¿Su licencia de conducción? ¿La licencia de conducción de Emma? Su billetera, junto con su bolso, habían
sido robados en su primera noche en Tucson. Si la policía los había encontrado
con el cuerpo, eso significaba dos cosas: una, que el asesino había sido el que
le robó las cosas—lo cual ya había sospechado pero no había podido confirmar.
Y dos, el asesino había vuelto a la
escena del crimen para plantar evidencia.
- Garrett había vuelto, - corregí a mi hermana silenciosamente. Aun
podía sentir esa mano en mi hombro, esa voz en mi oído, como si el tiempo no
corriera desde esa noche en el cañón. Garrett. Parecía tan obvio ahora. Había
estado tan celoso. Había sido tan violento. ¿Por qué me había quedado con él,
sabiendo todo eso? ¿Cómo pude haber sido tan estúpida?
- Al comienzo, la policía pensó que eras tú. Pensaron que era alguna clase
de identificación falsa, - dijo suavemente la Sra. Mercer. Su cárdigan estaba
mal abotonado, y sus manos seguían yendo nerviosamente hacia su boca, como si
quisiera detener las palabras para que no salgan de su boca. – Pero claro, tú
no estás perdida, y ese cuerpo había estado en el cañón por… algunos meses, al
menos. Nos llamaron, y explicamos lo de Becky y que nosotros mismos acabábamos
de enterarnos sobre Emma.
Emma puso sus manos sobre su cara.
Su corazón latía tan fuerte en sus oídos que, por un momento, no pudo oír nada
más. Intentaba no pensar en el cuerpo de Sutton—una chica que lucía tal como
ella, pero… bueno, descompuesta. Pero ahora que sabía que era real, la imagen
era difícil de borrar. - ¿Quién la encontró? – susurró entre sus manos.
- Un chico, - dijo el Sr. Mercer. –
Alguien de primer año de la universidad. Estaba paseando lejos de los senderos
principales y la encontró al fondo de un barranco. Estaba cubierta de hojas,
así que nadie podía verla desde el sendero. Pero él la vio… su pie estaba a la
vista.
Hice un esfuerzo en mi mente,
intentando conectarme con lo que habían encontrado en el cañón. A pesar de que
Emma no quería imaginarse el cuerpo, yo no podía evitarlo. ¿Yo era un esqueleto
ahora? ¿Con los agujeros de mis ojos vacíos, mirando hacia el cielo? Sentí una
extraña clase de desconexión. A pesar de que había vivido en él por dieciocho
años, ese cuerpo no era yo. Ya no.
Emma se quitó las manos de la cara.
Tomó aire profundamente, y finalmente sus pulmones se llenaron por completo. El
mundo de repente parecía tener un brillo surreal, como si el cielo y los árboles
y las montañas estuvieran sobresaturados de color. Laurel estaba sentada
mirándola, con la boca pequeña. Los ojos de la Sra. Mercer estaban húmedos de
compasión. A su lado, el Sr. Mercer le puso una mano en la espalda y la
acarició gentilmente.
Nadie parecía tener ninguna sospecha
aún, de que el cuerpo no era el de Emma. Al menos estaba eso.
- ¿Cómo murió? – La voz de Emma era apenas
un susurro.
El Sr. Mercer dudó, intercambiando
miradas con su esposa. Algo ilegible pasó por su cara y luego desapareció.
- No estarán seguros hasta después
de una autopsia, - dijo. – Parece que se cayó del barranco. Muchos de sus
cuerpos estaban rotos.
Claro. El asesino había hecho que la
muerte de Sutton luzca como un accidente, o posiblemente un suicidio—tal como
la de Nisha. Desde cualquier punto de vista, Sutton Mercer—o ahora, Emma Paxton—simplemente
se había tropezado hacia su muerte.
¿Alguna vez encontrarían pruebas de
que fui asesinada? Intenté volver al recuerdo, a la mano de Garrett en mi
hombro, esperando poder gatillar el final. Quería poder saber cómo lo había
hecho. Pero era como intentar volver a dormir para continuar un sueño que fue
interrumpido. No pude hacerlo.
- No me respondían ninguna de mis
preguntas cuando identifiqué el cuerpo, - continuó el Sr. Mercer. – Dijeron que
la investigación estaba “en proceso”, sea lo que sea que signifique. Así que
tendremos que esperar el reporte del examinador médico para saberlo. – Se pasó
la mano violentamente sobre los ojos, como si estuviera intentando borrar el
recuerdo de lo que había visto. – Cuando la vi al comienzo, estaba seguro de
que eras tú. A pesar de que mi cerebro me decía que no podía ser, que estaba
muerta desde hace mucho, y yo te acababa de ver esta mañana. Estaba
absolutamente seguro de que eras tú. Estaba usando un polerón rosado que podría
haber jurado que te había visto usar antes. Nunca había tenido tanto miedo. –
La abrazó con fuerza. – Pero tú estás bien. Gracias a dios que estás bien.
Los hombros de la Sra. Mercer
temblaron cuando comenzó a llorar otra vez. Laurel tomó su cartera y buscó algo
al interior, sacando un paquete pequeño de Kleenex que le pasó a su madre. Emma
sintió sus propios labios temblando al ver a su abuela tan desconsolada. Se
llevó la mano a la boca para evitar sollozar.
- Simplemente no sé qué sentir, -
dijo la Sra. Mercer. – Estoy tan aliviada de que no sea nuestra bebé. Estoy muy
agradecida de eso. Pero Emma… Emma era nuestra también. Sé que nunca la
conocimos. Pero ahora nunca lo haremos.
Ver a la Sra. Mercer y a Laurel
llorando juntas fue la gota que rebasó el vaso. No podía seguir haciéndolo. No
era justo. Los Mercer tenían derecho a saber que era su bebé el del cañón. Tenían derecho a estar de luto por
Sutton.
- Tengo que decirles algo, - dijo,
su voz sonaba desafinada y distante en sus orejas.
- ¡No! – grité, intentando de alguna
forma llamar la atención de Emma, hacerla oír mi voz al menos una vez.
Apreciaba sus razones, pero no iba a lograr nada si confesaba ahora. ¿Cómo planeaba
resolver mi asesinato tras las rejas?
- Yo— - Emma miraba hacia el
estacionamiento mientras hablaba, sin poder mirarlos a los ojos. El sol se
reflejaba en los parabrisas de los autos. Desde donde estaba sentada, podía ver
el Volvo vintage de Sutton, el cual su hermana había restaurado con ayuda del
Sr. Mercer.
- ¿Qué pasa cariño? – La Sra. Mercer
preguntó gentilmente. Pero Emma no respondió. Acababa de ver algo.
Había una nota metida bajo el
limpiaparabrisas del Volvo.
Una fría tranquilidad bajó por el
cuerpo de Emma. Se levantó, moviéndose robóticamente. Su mente estuvo
tenebrosamente silenciosa mientras caminó hacia el auto y cuidadosamente
levantó el limpiaparabrisas para tomar el trozo de papel. Lo sostuvo en su mano
un momento, sintiendo las miradas de los Mercer sobre ella. Sin mirarla, sabía
de dónde había venido, pero si no lo abría, si no veía la familiar letra
cuadrada, aún podría hacerse creer a sí misma que la nota podría ser cualquier
cosa. De cualquier persona. Un ticket de estacionamiento, un volante para una
fiesta, una carta de amor. Lo que sea pero no lo que realmente era.
Pero tenía que abrirla. Porque la
persona que la había dejado probablemente seguía mirando.
Desdobló el papel. Era el mismo tipo
de hoja de cuaderno con líneas que las otras notas que había recibido. La
escritura era rígida. Las letras escritas con tanta fuerza en el papel que casi
lo rompían en algunas partes.
Sutton
no hizo lo que le dije, y ella pagó por eso. No cometas el mismo error. Sigue
actuando, o Nisha no será la única persona por quien te preocupes que muera por
tu culpa.
Su mirada subió disparada. Miró
frenéticamente arriba y abajo a las hileras de autos, intentando ver quién la
podría haber dejado. ¿Por cuánto tiempo había estado allí? ¿Cómo supo el asesino
tan rápidamente que el cuerpo había sido encontrado? El estacionamiento
brillaba serenamente a su alrededor. A varias hileras de distancia, dos chicas
con gafas de sol de aviador se bajaron de un Miata plateado, una de ellas
bebiendo un frappuccino. Luego Emma miró hacia la escuela, y su sangre se
congeló.
Un chico estaba sentado mirando por
la ventana, con un cuaderno abierto en el escritorio frente a él. Sus labios
formaban una fea risa burlona, una mirada de malicia encantada iluminaba sus
ojos. La miraba hambrientamente, casi ansiosamente, como si no pudiera esperar
para ver qué hacía a continuación.
Era Garrett.
Emma se negó a alejar su mirada. La
adrenalina corría por su cuerpo, y mantuvo la mirada con Garrett, determinada a
no revelar lo aterrorizada que estaba.
- ¿Sutton?
De vuelta en el pasto, el Sr. Mercer
había dado unos pasos inciertos hacia ella. La Sra. Mercer y Laurel la
observaban con los ojos bien abiertos desde la mesa de picnic. Emma se dejó
caer contra el costado del auto.
- ¿Qué es eso? ¿Estás bien? – Laurel
preguntó, frunciendo el ceño. – Luces como si hubieras visto un fantasma.
Si
tan solo fuera así, pensé en tono grave.
- Volante. Para un lavado de autos,
- murmuró Emma, sacudiendo su cabeza. – Lo siento. Yo…. Supongo que estoy
impactada. – Volvió a mirar a Garrett. Había vuelto a mirar su cuaderno y
estaba escribiendo algo atacadamente. Luego, sin mirarla, levantó el cuaderno
para que pueda leer lo que había puesto.
Perra.
Hojas de líneas, letras cuadradas.
Escritas con una intensidad salvaje. Sus rodillas empezaron a temblar. Aun
mirando derecho hacia adelante, Garrett volvió a bajar el cuaderno. No la
volvió a mirar—pero no tuvo que hacerlo. Ella sabía que él ya había visto todo
lo que necesitaba ver.
- Vamos a llevarlas a casa, - dijo
el Sr. Mercer, llevándolas a su SUV. Al partir de la escuela, Emma se arriesgó
a volver a mirar esa ventana, pero el reflejo del sol de la tarde ocultaba a
Garrett.
No importaba. Podía imaginarlo tan
claramente como si él hubiese estado frente a mí. Garrett—dulce y afectuoso
Garrett, mi sobre-entusiasta novio—tenía otro lado. Un lado enojado. Un lado
temperamental. Y esa noche en el cañón, un lado violento.
Capítulo Anterior - Próximo Capítulo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)
Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)