El zumbido de las ruedas de alfarería
generaba un apaciguador sonido de fondo mientras Emma estaba sentada en el
estudio de cerámicas la mañana del miércoles,
luchando para unir un asa a un jarro asimétrico. Metió sus dedos en el
balde de barbotina que había traído del contenedor del final de la sala y untó
un poco cuidadosamente en su proyecto. Madeline arrugó su nariz con disgusto.
- Te cayó un poco de esa cosa a tus
jeans, - dijo, apuntando a una mancha en el muslo de Emma.
- Ugh. Espero que salga con el
lavado, - Emma gruñó, aunque ahora mismo tenía problemas más grandes que
limpiar los J Brands de Sutton.
- ¿Y dónde está Laurel? – preguntó
Madeline, mirando a su alrededor.
- Supongo que decidió faltar. – Emma
se encogió de hombros. No era algo propio de Laurel el faltar a clases sin las
otras chicas del Juego de las Mentiras, pero muchas cosas extrañas habían
ocurrido últimamente.
- Desearía haber ido con ella. –
Mads suspiró cuando su tazón colapsó otra vez. – No puedo aguantar mucho más de
esto.
Charlotte bajó su bowl, estirándose
para poner su mano en la espalda de Madeline.
- Aquí tengo algo para motivarte. –
Charlotte dijo, sonriendo. – Mi mamá decidió que iremos a Barbados para
navidad. Y por supuesto que papá está de acuerdo. Se ha estado portando
excelente desde que mamá encontró un mensaje travieso en su teléfono. Como sea,
me negué a ir a menos que pudiera llevar amigas. Así que empaquen, perras,
porque iremos a la tierra del ron y de Rihanna.
Madeline quedó boquiabierta. -
¿Estás bromeando?
- ¿Alguna vez bromeo sobre
vacacionar? – Charlotte guiñó el ojo. – En pocas semanas estaremos descansando
en la playa, bebiendo de unos cocos, y mirando chicos en tablas de surf.
- Oh dios mío. – Madeline chilló de
forma rara, sus ojos brillaban. - ¡Vaya
que voy!
Charlotte miró a Emma, expectante. -
¿Sutton? ¿Qué hay de ti?
Emma apenas podía procesar la
invitación de Charlotte. La única “playa” a la que había ido alguna vez era una
falsa en un parque acuático en las afueras de Vegas, con niños gritando y un
río flojo que probablemente estaba lleno de pis. Imágenes de playas de arena
blanca y agua azul brillante inmediatamente dieron vueltas por su mente. Pero
luego lo dudó. – Tendré que preguntarles a mamá y papá, - dijo.
Eso era suficiente confirmación para
Charlotte. – Oh, los vas a convencer. Siempre lo haces. – Se rio emocionada,
empezando a describir la casa privada que sus padres habían rentado, los bares
de la playa que servían piña colada cada tarde, y las celebridades que irían de
incógnito. – Rob Pattinson ciertamente, él siempre está allí, - Char decía,
pero Emma no estaba escuchando realmente.
La verdad era que estaba emocionada
por celebrar las festividades con los Mercer. Nunca había tenido una verdadera
navidad antes. Algunas de sus familias temporales habían intentado celebrar las
fiestas, pero nunca hicieron sentir a Emma realmente bienvenida o incluida.
Usualmente había regalos impersonales de alguna venta de caridad—tres años
seguidos recibió sets de escritorio de parte de donantes con buenas intenciones—y
quizás una cena de pavo seco.
Emma estaba segura de que la navidad
con los Mercer sería distinta. No le importaban los regalos, pero no podía
esperar a ver el living brillando con oropel, fragante con el aroma de un
árbol. Se imaginó a Laurel tocando villancicos en el piano miniatura; el Sr.
Mercer cantando, completamente desafinado; la Sra. Mercer usando un sweater
navideño feo y un gorro de santa mientras cocinaba galletas de azúcar.
Colgarían calcetines y adornos y beberían rompope junto a la chimenea— a pesar
de que probablemente no iba a bajar de los 10 grados Celsius en Arizona. Sabía
que era sentimental, pero no le importaba. Nunca había tenido una navidad
sentimental de la que estar cansada.
Además, Ethan estaba aquí, no en
Barbados. Y siempre había querido arrinconar a un chico bajo un muérdago.
En ese momento la puerta del estudio
de cerámica se abrió, golpeándose contra el librero tras esta. El bowl de
Charlotte se resbaló de sus manos y se hizo pedazos en el piso. La asistente de
la mesa de directivos de la escuela, una mujer amorosa llamada Peggy, estaba
parada en la puerta. Su pelo gris que normalmente estaba ordenado, estaba
soltándose de su moño. Miró desesperada alrededor de la sala hasta que avistó a
la Sra. Gilliam, luego caminó rápidamente a través del salón para susurrarle
algo al oído. Los ojos de lechuza de la Sra. Gilliam se dirigieron a Emma.
- Sutton, te necesitan en la
oficina. – La Sra. Gilliam estaba claramente intentando estar calmada, pero
estaba pálida. Sus pulseras tintinearon descoordinadas al apuntar en dirección
de Emma. – Yo limpio tu estación; no te preocupes. Sólo ve.
El corazón de Emma se hundió con
miedo. - ¿Qué ocurre? – pudo preguntar a través de su garganta atragantada.
Peggy habló esta vez, su voz nasal
era un susurró. – Tus padres están aquí para verte. Algo ha ocurrido.
Laurel,
Emma y yo pensamos al mismo tiempo. Algo le pasó a Laurel. Eso explicaba por
qué no estaba en clases.
Emma estuvo de pie sin darse cuenta,
apresurándose a través de la puerta y hacia el pasillo. – Camine, no corra,
Srta. Mercer, - gritó Peggy tras ella, pero Emma iba a toda prisa, pasando los
posters de ¡DILE NO A LAS DROGAS! y de ¡ORGULLO DE GATOS SILVESTRES!, sus
zapatos se deslizaron peligrosamente en el linóleo arañado. Dobló en una
esquina y chocó con la cadera un tarro de reciclaje, mandándolo a rodar por el
piso, pero no se detuvo.
Justo cuando estaba a punto de
llegar a la oficina de directivos, chocó intensamente con alguien—alguien que
olía familiar, como a pasto recién cortado, chicle de menta, y hospital. Era el
Sr. Mercer.
- Gracias a dios, - murmuró, sus
ojos miraron sus facciones como si estuviese revisando cada una de ellas. La
acercó y le dio un fuerte abrazo. – Estás bien.
Aún estaba usando su bata de
laboratorio e ID de hospital; obviamente se había venido directo del trabajo.
Por un momento, Emma sólo se quedó parada, rígida entre sus brazos, su corazón
aun acelerado. ¿Cómo habría atacado esta vez el asesino? ¿La muerte de Laurel
lucía como un suicidio, como la de Nisha?
Luego una voz temblorosa habló desde
detrás del Sr. Mercer. – Sutton, ¿Qué ocurre?
Emma se separó para mirar por sobre
su hombro. Tras él, la Sra. Mercer estaba de pie, con los ojos hinchados con
lágrimas. Y junto a ella estaba Laurel.
- Oh dios mío, - Emma exclamó,
volando hacia Laurel y abrazándola.
Por una vez estuve agradecida de la
tendencia de Emma de mostrar más emoción de la que yo mostraría. Tenía que
abrazar a Laurel por nosotras dos.
- Um, ¿qué bueno verte también? –
Laurel intentó bromear, aunque claramente estaba alterada. Dio un paso atrás y
torció nerviosamente un mechón de cabello en su dedo.
Una única lágrima bajó por la
mejilla de Emma. – Pensé que… estaba preocupada de que tú… tú no estabas en
clases…. – miró al Sr. Mercer frunciendo el ceño. - ¿Qué ocurre, papá?
- Salgamos, - dijo suavemente,
llevando a Emma por el codo y guiándola hacia la puerta. Laurel y la Sra.
Mercer fueron detrás.
Salieron junto al estacionamiento de
estudiantes. Una pequeña línea de pasto se extendía entre el edificio y la
acera, había una mesa de picnic malgastada, llena de grafitis de años pasados,
encadenada a un letrero de estacionamiento para discapacitados. A unos pies de
distancia, el amado Volvo de Sutton brillaba a la luz del sol. El Sr. Mercer guio a todos gentilmente hacia la mesa,
haciendo un gesto para que se sienten.
El abismo de temor en el pecho de
Emma se hizo más grande cuando su abuelo se sentó lentamente junto a ella.
Inhaló profundamente, y luego, finalmente, la miró a los ojos. Lo que vio ahí,
detuvo su respiración irregular en su garganta. Supo qué era lo que iba a decir
un segundo antes de oírlo.
- La policía encontró un cuerpo en
el Cañón Sabino, - dijo. – Creen que es tu hermana.
Las manos de Emma se afirmaron de
sus muslos. Una sensación de pánico creció en su pecho, con más y más
agitación, hasta que ya no pudo aguantarla. Abrió su boca y dejó salir un
angustiado sollozo.
La soleada tarde se fragmentó en
miles de pedazos, como un espejo rompiéndose ante mis ojos. Mis padres y mis
hermanas desaparecieron de mi vista. Y así tal cual, estuve de vuelta en el
cañón, en la última noche de mi vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)
Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)