Luego de la campana final al día
siguiente en la escuela, Emma lentamente sacó sus libros de su locker. No
estaba segura de estar lista para ver el equipo de tenis, no todavía. Sería una
práctica emotiva. Emma parpadeó para eliminar una lágrima, mirando su reflejo
en el pequeño espejo al interior del locker de Sutton. Componte, se dijo a sí misma, y cerró la puerta. Luego tuvo que
mirar dos veces.
Thayer Vega estaba parado allí,
esperando a hablar con ella.
Mi corazón de chica muerta se
sacudió al verlo. Llevaba una polera estilo henley color gris estirada a lo
largo de su musculoso pecho. Su oscuro cabello caía sobre un ojo, y su mochila
colgaba casualmente sobre su hombro. Thayer había sido el único chico a quien
yo había amado alguna vez, la única persona quien realmente me conocía.
- Hola, - dijo Emma, abrazando sus
libros y sonriendo temblorosamente.
Durante el último mes, ella y Thayer
habían comenzado a establecer una cautelosa amistad. Él era bueno escuchando, y
cuando Becky apareció de nuevo en la vida de Emma, él fue una de las pocas
personas a quien le pareció seguro contarle. Había comenzado a pensar que los
dos podrían dejar atrás su relación con Sutton y ser amigos—hasta que él la
besó en la fiesta de Charlotte hace dos semanas. Ella se había alejado, pero no
antes de que él tuviera la oportunidad de darse cuenta de que algo estaba mal.
Él la enfrentó dos días después, diciendo que sabía que había algo raro en
ella; y aunque ella se las arregló para descartar sus acusaciones, sabía que
seguía sospechoso.
Una ola de alivio al recordar la
petición de la Sra. Mercer de mantener las noticias sobre la otra hija de Becky
en secreto—si Thayer se enteraba de que Sutton tenía una hermana gemela perdida,
Emma tenía la sensación de que no le tomaría mucho tiempo averiguar quién era
ella realmente.
- Hola, - dio él, bajando más aun su
mochila. - ¿Vas a las canchas?
- No estoy apurada, - dijo,
sonriendo con remordimiento. – Va a ser como un segundo funeral.
- Lo entiendo. – Le miró la cara un
momento. - ¿Cómo estás?
- ¿Yo? Estoy bien. – La voz de Emma
sonó demasiado aguda en sus oídos, cansada y ansiosa. Él sólo la miró.
- Vamos, te acompaño hacia los
lockers, - dijo Thayer.
- ¿Tuvieron un buen día de acción de
gracias? – preguntó Emma, tratando de conversar mientras iban por el pasillo.
Él se rio amargadamente. – Lo de
siempre. Mamá quemó el pavo, y papá le lanzó una copa de vino. Mads y yo
terminamos escapándonos y comiendo en Burger King.
Lo miró con compasión. La familia de
Thayer era, cuando menos, inestable, y cuando más, rotundamente abusiva. – Lo
siento, Thayer. Eso suena terrible.
Se encogió de hombros. – Fue el
estándar para el curso de las cosas en la Casa Vega. Y ninguno de nosotros estaba
de mucho ánimo de tiempo familiar en todo caso.
Emma asintió. – Si. Mamá y papá
cocinaron una cena de un gran pavo porque ya había comprado la mercadería y no
querían que se desperdicie, pero debieron haberlo metido todo al congelador.
Nadie tenía mucho apetito. Sólo Drake, - añadió, sonriendo al pensar en el gran
danés, quien casualmente paseaba junto a una encimera y olía una bandeja de
batatas.
Los pasillos estaban casi vacíos a
estas alturas, con la excepción de algunos chicos de teatro vestidos con
túnicas negras para la producción de la escuela de Las Brujas de Salem. Un chico con acné que llevaba una tuba salió
corriendo del ala de música y desapareció por las puertas que llevaban al campo
de futbol.
Al cruzar los adoquines de un
pequeño patio, Emma escuchó una oscura risa desde una banca en el rincón. Era
Garrett, su mirada estaba fija en ella. Estaba solo, su mochila estaba en el
suelo junto a él. Sus ojos lucían severos y enojados, sus labios torcidos con entretenimiento
amargado.
- Más te vale que no dejes que
Landry te pille escapándote con tu amiguito, - dijo, con una sonrisa maliciosa.
– Aunque podría verlo patearte el trasero otra vez, Vega. Yo mismo debí haberlo
hecho años atrás.
-
Hombre, encárgate de lo tuyo. – Thayer respondió. Se quedó parado con las
piernas plantadas en el suelo y se cruzó de brazos. Emma se puso tensa.
- Tú no estás a cargo de con quiénes me junto,
Garrett, - dijo ella, recordando las palabras de Laurel. Sonaba como que él había
sido más controlador de lo que ella hubiera pensado. Quizás al final no había podido controlar a
Sutton. Quizás lo había vuelto loco.
Garrett la miró fríamente por largo
tiempo, su sonrisa lentamente se hizo más amplia. – Eres todo un personaje, ¿Lo
sabes? Es casi como que te crees tus propias mentiras.
Inspiró. Alguna vez hubiera pensado
que se refería a la infidelidad de Sutton. Pero quizás se refería a las
mentiras de Emma sobre ser Sutton.
Las manos de Thayer se empuñaron por
un momento. Luego las relajó, sacudiendo su cabeza lentamente mirando a
Garrett. – Hombre, ya se acabó. Esto es patético, incluso para ti. Vamos,
Sutton. – Puso su brazo gentilmente en su espalda y la guio a través de la
puerta hacia el ala de deportes.
Emma miró a Thayer por el rabillo
del ojo mientras se alejaban. Su cara lucía atormentada, su ceño se fruncía
siniestramente.
Se mordió el labio y tomó aire. -
Sabes que Garrett sabia de nosotros, ¿cierto?
Thayer asintió. – Tenía la
sensación. Me ha dicho algunas cosas muy raras desde que regresé.
- ¿Cosas raras?
- Basura de macho alfa. Que cuide
mis espaldas, esa clase de cosas. – Thayer se encogió de hombros. – Al comienzo
lo ignoré. Nunca hemos sido amigos exactamente. Pero me arrinconó en la fiesta
de la escuela hace algunas semanas, borracho hasta más no poder. Fue bastante
agresivo.
La garganta de Emma se secó. Dejó de
caminar y le tocó el hombro. Por un
segundo miró los dedos en su manga, luego volvió a mirarla a los ojos. –
Thayer, ¿Recuerdas algo de la cara que viste a través del parabrisas esa noche
en Sabino? – susurró. - ¿Crees que podría haber sido Garrett?
- ¿Garrett? – parpadeó con sorpresa.
– No lo sé. Realmente no pude ver nada, estaba muy oscuro. – Su ceja se arrugó.
- ¿Tienes algún motivo para creer que fue él?
- No, nada más que lo enojado que ha
estado con nosotros, supongo. – Suspiró. – Hay demasiadas cosas en mi vida que
no tienen sentido en este momento. Desearía tener algunas respuestas.
Se detuvieron en el lobby de la
parte de deportes justo afuera de los cuartos de casilleros. El retrato de
último grado de Nisha, impreso y enmarcado con terciopelo negro, colgaba en una
pizarra de corcho junto a la boletería. En la foto, su vestido cobalto lucia
brillante contra su piel oscura. Miraba
seriamente a la cámara, obviamente intentando lucir como la digna futura
Universitaria-de-Prestigio que se imaginaba que era, pero el fotógrafo de algún
modo captó el fantasma de una sonrisa en sus labios. A los lados de la foto, la
gente había pegado notas y tarjetas, poemas, letras de canciones, y mensajes en
lápiz rosado con brillo, del cual Nisha se hubiera burlado por ser demasiado
femenino.
- Es terrible, - Emma susurró.
Thayer asintió, su boca se volteó hacia abajo al ver la foto. Ella suspiró. –
Bueno, mejor me cambio. Gracias por… caminar conmigo.
Thayer se volteó para mirarla otra
vez, su mirada era minuciosa e intensa, como si estuviera buscando algo en sus
facciones pero no sabía qué. Emma se alejó, repentinamente temerosa de los ojos
color avellana de Thayer.
- Es raro, - dijo tranquilamente. –
Algo en ti ha cambiado realmente. A veces se siente como si te convertiste en
una persona completamente nueva mientras yo no estuve.
- Quizás crecí, - Emma respondió, su
corazón se sacudía con nervios. – O quizás tú, y tan solo tú me vez de forma
distinta.
Thayer dijo que no con la cabeza. –
No sé mucho, Sutton, pero sí sé que nada puede cambiar la forma en que me
siento hacia ti.
Mi cuerpo se llenó de alivio—el
chico que yo amaba tan desesperadamente aún me amaba. Pero estaba templado por
un profundo sentimiento de tristeza. Thayer tenía muchos más recuerdos de
nuestro tiempo juntos, mientras que todo lo que yo tenía era algunas escenas
esparcidas. ¿Recuperaría alguna vez esos recuerdos?
Emma se sintió corta de aliento.
Miró la expresión herida y confundida de Thayer, luego rápidamente miró a otro
lado. – Me tengo que ir.
- Si. Bueno. – Se metió las manos a
los bolsillos. – Nos vemos, Sutton. – Se volteó haca las puertas dobles de
vidrio y se alejó de ella.
Ella y yo vimos juntas si silueta retirándose.
Yo quería llamarlo y detenerlo, hacerle saber de algún modo que yo seguía aquí—y
aun enamorada de él. Pero él no miró hacia atrás, ni siquiera una vez.
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