martes, 29 de diciembre de 2015

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 9 - Mentiras piadosas y coartadas

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Era justo después de media noche cuando el Sr. Mercer cuando el Sr. Mercer entró el auto por la entrada y apagó el motor. Las luces de la cocina estaban encendidas—Obviamente la Sra. Mercer los había esperado en pie—pero no hizo ni un gesto para bajarse del auto. Él y Emma se quedaron sentados en silencio, ninguno miraba directamente al otro. Con el aire acondicionado apagado, el aire rápidamente se puso pesado.
El Sr. Mercer tomó la mano de Emma y la apretó. – Así no era como quería que conozcas a tu madre, - dijo él.

- Si, - ella murmuró, mirando por la ventana. Podía ver el agujero que el Sr. Mercer había excavado en el suelo antes de su accidente. Planeaba plantar algo allí, pero a la oscuridad parecía como una tumba recién excavada.

- Lo siento mucho, - continuó el Sr. Mercer. – Debe haber sido difícil verla así.

Emma no dijo nada. Su cuerpo se sentía moreteado y débil. Siempre se había imaginado que buscaría a su madre algún día, la encontraría con un investigador privado o quizás ella misma, con sus propias habilidades de investigación. A veces, en sus fantasías, regañaba a Becky por abandonarla. A veces corría hacia ella y la abrazaba, y todo quedaba perdonado. Pero nunca en ninguno de sus sueños se imaginó esto.

Luego de una pausa, el Sr. Mercer volvió a hablar. – Voy a visitarla mañana. Ojalá que la hayan estabilizado un poco y esté más coherente. ¿Quieres ir conmigo?

Emma se mordió el labio. Tenía preguntas que quería hacerle a Becky, pero nada que pudiera preguntar frente a su abuelo. ¿Y si Becky seguía llamándola Emma? Alguien podría comenzar a darse cuenta de a quién se refería Becky. En su mal estado, Becky podría decir cualquier cosa—incluso que Sutton tenía una gemela llamada Emma. ¿Y luego qué?

El Sr. Mercer la miró comprensivamente y le apretó la mano. – No tienes que decidirlo ahora mismo. – Se sacó el cinturón. – Mejor entremos. Mamá debe estar preocupada.

Emma entrecerró los ojos ante la brillante luz en el recibidor. Por el pasillo, vio a Laurel sentada en un taburete en la isla de la cocina, usando su bata de toalla favorita. La Sra. Mercer estaba de pie a su lado, sirviendo té en dos tazones con forma de piña. Casi botó la tetera cuando los vio.

- ¿Dónde han estado? – demandó. – Es después de medianoche. ¿Por qué no llamaron? Intenté llamarlos mil veces.

Luciendo tímido, el Sr. Mercer sacó su teléfono de su bolsillo, revisando las llamadas perdidas. Emma no tenía que mirar el suyo para saber que probablemente había una docena de llamadas de su madre en la pantalla. – Lo siento mucho, cariño, - murmuró.

Laurel entrecerró sus ojos hacia Emma, mirándola minuciosamente. Apuntó hacia algo en la chaqueta de Emma. - ¿Qué es eso?

Emma bajó la mirada. La tarjeta de visitante del hospital estaba enganchada en su solapa. Contuvo la respiración. Estaba tan cansada de vuelta a casa que olvidó quitársela. Intentó meterla en su bolsillo pero era muy tarde.

- ¿Estuvieron en el hospital? – La Sra. Mercer insistió.

El Sr. Mercer y Emma se miraron. Esperó demasiado tiempo antes de hablar. – Mira, no quería molestarte, pero sentía mucho dolor en mi rodilla. Fui para que me la revisen y ver si podían darme medicamentos. Lo siento por no haber llamado cariño. La señal en el hospital es horrible, y perdimos la noción del tiempo.

El reloj de la mesa de la cocina tickeaba fuertemente. Drake, el gran danés de la familia se levantó de su cama de perro, se sacudió, y luego se volvió a acostar. La Sra. Mercer estaba de pie con los brazos cruzados. Emma se preguntó si era así como la Sra. Mercer pasaba sus noches cuando estaba criando a Becky—despierta hasta tarde, haciendo té que estaba demasiado nerviosa para beber, esperando que lleguen malas noticias por la puerta. Sintió un poco de culpa por preocupar a su abuela.

Finalmente, la Sra. Mercer suspiró y se volteó hacia Emma. – Bueno, era tu noche de pasear a Drake, Sutton. Es muy tarde ahora, pero lo menos que puedes hacer es sacarlo al jardín.

Emma asintió. – Vamos chico.

El gran danés se levantó perezosamente una vez más. Emma abrió la puerta al patio trasero y lo siguió.

Mientras él olisqueaba la reja, Emma se sentó en una silla de metal forjado y miró las estrellas. Cuando era niña, tenía el hábito de ponerle nombres de cosas en su vida a las estrellas. Estaba la Estrella de la Profesora, una muy titilante que había nombrado por la Sra. Rodehaver, su amable profesora de tercer grado. Estaba la Estrella del Bravucón y la Estrella de la Mimada, las que había nombrado por algunos compañeros particularmente terribles, estas estrellas estaban consignadas a  los bordes del cielo y opacadas por la contaminación lumínica. Y luego estaba la Estrella de Emma, y la Estrella de la Mamá y la Estrella del Papá, tres estrellas que titilaban cercanas entre sí, pero no como para decir que estaban juntas. Había creado historias sobre por qué tenían que existir separadas entre si—una en el Cinturón de Orión, otra un poco a la izquierda de lo que Ethan le había dicho que era Venus. En sus historias, estaban separadas porque tenían que romper una maldición o resolver un acertijo o hacer una peregrinación para poder reunirse. Siempre terminaban juntas al final.

Después de ver a su madre esta noche, Emma ya no estaba segura de que su historia tendría un final feliz.

- Entonces, ¿Qué estaban haciendo de verdad esta noche?

Emma saltó y se volteó, sintiendo aroma a loción de nardo. Laurel estaba de pie tras ella, la luz del porche creaba un halo alrededor de su cabeza rubia como la miel.

- ¿De verdad la rodilla de papá andaba mal? – Laurel preguntó. - ¿O te estaba cubriendo simplemente, como en los viejos tiempos?

Emma entrecerró sus ojos, tratando de interpretar a Laurel en la oscuridad. – No había nada que cubrir, - dijo en una voz clara y firme. – La rodilla de papá dolía, fuimos al hospital. ¿Por qué mentiría sobre algo así?

Laurel se acomodó. – Cielos, no lo sé, Sutton. No sé por qué mientes sobre la mitad de las cosas que mientes. Tan solo inventaste todo un, ya sabes, un juego sobre eso.

- Un juego por el que rogaste para formar parte, si recuerdo correctamente.

- Bien, bien, touché. – Laurel se acomodó la bata en los hombros y luego se sentó en una silla junto a la de Emma. Una suave briza corrió a través de los cantavientos que colgaban en el patio. – Sabes que puedes confiar en mí. ¿De qué se tratan estos secretos?

A la luz del porche Emma pudo ver la cara de Laurel, honesta y con esperanzas, y por un minuto Emma consideró decirle la verdad sobre Becky a Laurel. Quizás no toda la verdad—no que Becky la llamaba por su nombre real— ¿Pero qué tendría de malo decirle a Laurel que había conocido a su madre biológica? Sutton le habría dicho a su hermana adoptiva también, una vez que supere el shock inicial.

Pero si Becky era realmente responsable de la muerte de Sutton, mientras menos Laurel supiera, más a salvo estaría. Emma miró hacia el jardín, donde Drake estaba rondando la pileta para pájaros.
- Bien. Me pillaste, - dijo. – Estábamos practicando para el Roller Derby Padre e Hija. Su nombre de Derby es Doctor Feelbad[1], pero yo estoy entre Paris Hellton [2]y Nicole Bitchy[3]. ¿Qué opinas?

- ¡mentirosa! – Laurel la golpeó en el brazo, pero estaba riendo. La tensión se disipó.

- No creo que tengamos mucha oportunidad con la pierna de papá en la rodillera, pero vamos a intentarlo. Soñar a lo grande, eso es lo que siempre digo. – continuó Emma con una sonrisa.

Laurel tomó un cojín del balancín del porche y golpeó a Emma con él. Emma se agachó y chilló, tomando su propio cojín para responder. Para cuando Drake corrió al patio para investigar, estaban las dos riendo y tirándose cojines desde lados opuestos de la silla.

- ¿Chicas? – La silueta de la Sra. Mercer apareció en el umbral de la puerta. - ¿Qué están haciendo? Van a despertar a todo el vecindario. Drake, adentro. Laurel, Sutton, a la cama.

La puerta se cerró firmemente. Emma y Laurel se miraron y luego se echaron a reír en silencio.

Observé a mis hermanas con tristeza, deseando estar allí entre ellas. Me asombre con la habilidad de mi gemela para apaciguar la frustración de Laurel. Yo nunca había podido hacer eso.

- Sutton, - Laurel susurró, empujándola para poder mirarla a los ojos. – Lo que sea que esté ocurriendo… solo dime si puedo ayudar, ¿está bien?

Emma pensó en negar que había algo ocurriendo, pero luego se mordió el labio. – Bueno, - dijo.

Luego se pararon y caminaron hacia la iluminada cocina mientras yo, su silente tercera hermana, las seguí inadvertidamente por detrás.



[1] Dr. Feelbad: De Dr. Feelgood.Feel significa Sentir; good significa Bien; Bad significa Mal. Dr. Feelgood puede referirse un álbum de la banda Mötley Crüe, o a la banda inglesa glam rock de los ‘70.
[2] Paris Hellton: De Paris Hillton. Hell significa infierno. Paris Hillton es una modelo, actriz, cantante, empresaria estadounidense.
[3] Nicole Bitchy: De Nicole Richie. Bitch significa perra. Bitchy suena similar a Richie. Nicole Richie es una diseñadora de modas y personaje televisivo de Estados Unidos.


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