miércoles, 25 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 31 - Desenlace


Emma corría a ciegas y a toda velocidad hacia las profundidades del cañón. Las ramas le arañaban sus piernas y le golpeaban la cara. La puerta del auto de Ethan se cerró en algún sitio tras ella, pero no se volteó a mirar. La adrenalina se disparaba por su sangre, y se metió entre los árboles que estaban más allá del estacionamiento. Un cuervo gritó sobre una roca, advirtiéndole al bosque su llegada.


            El sedero era empinado, y sus zapatillas soltaban tierra al escalar. Tras ella podía escuchar a Ethan luchando por afirmarse, alcanzándola. Emma gimió, la desesperación estaba abriéndose paso en ella. Era como una pesadilla—excepto que en una pesadilla, podías despertar.
            Mientras más se adentraba en el cañón, yo podía sentir más fuerte su lazo hacia mí—la horrible fuerza magnética que me atraía. Aquí, el mundo parecía más agudo y más aterrorizador. Pero aquí también me sentía más fuerte, las sensaciones que Emma y yo compartíamos de algún modo se sentían más claras. Aquí era donde mi cuerpo había sido quebrado. Y ahora mi hermana estaba corriendo hacia el mismo destino. – ¡Emma, tienes que volver! – yo gritaba. - ¡Tienes que salir de allí!
            Tucson se veía hacia abajo una vez que llegó el mirador. A lo lejos, podía escuchar el ruido del tráfico, los bajos del estéreo de un auto. Se arriesgó a mirar atrás y vio la silueta de Ethan siguiéndola incesantemente. Un sollozo entrecortado se retorcía en sus pulmones, y partió nuevamente, intentando aumentar la velocidad.
            Su pie se pilló con una raíz medio enterrada en el sendero. Por un momento, pudo mantener su equilibrio, sus piernas bailaron bajo ella. Pero entonces Ethan estuvo sobre ella, tacleándola al suelo. Su cabeza se golpeó contra una roca, y sus ojos se llenaron de estrellas.
            Cuando su visión se aclaró, estaba mirando hacia arriba a Ethan. Él se arrodillo encima de ella, sus ojos ardían, sus labios estaban tensos. Luego sintió algo metálico contra su cuello, y bajó la mirada para ver el borde de un cuchillo en la mano de Ethan.
            El mundo se inclinó alrededor mío, y por un momento, no podía diferenciar donde terminaba mi recuerdo y dónde comenzaba el presente de Emma. Ambos eran uno. Y ahora ella iba a morir… de la misma forma que yo.
            - ¿Por qué estás haciendo esto? – susurró. La mano de Ethan se apoyó sobre su hombro, presionándola hacia la tierra. Emma se preguntó si así era como había ocurrido con Sutton, si él la había perseguido, arrojado al suelo, y arrojado por el precipicio. Un sollozo hizo temblar su garganta.
            Ethan frunció el ceño y rechinó sus dientes. – Yo lo hice todo, todo, por ti. ¡Por dios, Emma! – Los músculos en su cuello se tensaron cuando dijo esas palabras. – Te advertí tantas veces que dejes de investigar. Y no lo hiciste. Es como una obsesión enfermiza para ti, ¿no? ¿Por qué no podías simplemente ser feliz con la vida que te entregué? ¿Por qué tuviste que arruinarlo todo?
            Emma lo miró suplicantemente. En su cabeza, se preguntó fugazmente si es que Laurel la estaría buscando ahora mismo—pero Laurel pensaba que estaba en la casa de los Banerjee. Nadie venía a ayudarla.
            - ¿Por qué mataste a mi hermana? – preguntó, desesperada para mantenerlo hablando, para ganar todo el tiempo que pudiera. - ¿Fue por la broma de la feria de ciencias? – Las chicas del Juego de las Mentiras le habían hecho algo a Ethan en octavo grado, que le había costado una beca. ¿Acaso matar a Sutton había sido alguna clase de venganza atrasada?
            La risa burlona de Ethan hizo eco en el cañón. En las cercanías, algún animal pequeño se metió en un arbusto.
            - ¿Eso? Eso fue hace años. Eso ya no me importa.
            - ¿Qué, entonces?
            Por un segundo su expresión cambió. Sus ojos se suavizaron, y lucía triste, incluso arrepentido. Sacudió su cabeza. – Yo no tenía intenciones de que eso ocurra, - dijo suavemente.
            - ¡Mentiroso! – grité yo, con una rabia electrificante subiendo por mí. El cuerpo de Emma se tensó bajo el de él, y cerró sus ojos, como si estuviera intentando oír algo lejano. Yo había podido comunicarme con ella una vez antes, la noche en que se encontró con Becky aquí. ¿Podría hacerlo de nuevo?
            Lentamente, Ethan alejó el cuchillo de su garganta y se echó un poco hacia atrás, aunque mantuvo el cuchillo a su lado. Emma ahora lo pudo ver con claridad—un cuchillo de cacería con el mango de cuero y con una navaja larga y afilada, la luna se reflejaba en su metal pulido. Intentó no quedarse mirándola.
            - Yo la amaba, - dijo cortantemente, sus labios se torcieron con amargura. – Vine aquí para decírselo. Pensé que podría hacerle ver que estábamos hechos para estar juntos.
            Una fresca ola de angustia azotó a Emma La confusión y la traición daban vueltas en su cabeza. ¿Él amaba a Sutton? ¿Era eso todo lo que él había visto en Emma? ¿Acaso solo la quiso como un substituto por la hermana que no pudo tener?
            Ethan miró a Emma hacia abajo, pero algo en sus ojos lucía lejano y vago. Por un momento pensó en aprovechar la oportunidad, intentar liberarse y correr, pero ver el cuchillo la mantuvo quieta. – Había estado enamorado de ella por años, a pesar de que me trataba como basura. Yo sabía que aún no estaba lista, que tenía que ser paciente. Luego vine aquí esa noche, después de que todos los demás la habían dejado. Después de que todos la habían herido y le habían mentido y la habían abandonado. – Los dedos de Ethan se enroscaban en el hombro de Emma mientras hablaba, enterrándose dolorosamente en su piel. – Pensé que era seguro que vería que yo era el único que había estado allí para ella todo el tiempo. Pero al único que ella quería era Thayer Vega.
            Pensé en la silueta sin forma tras el volante de mi auto, lanzándose contra Thayer. Volví a escuchar el sonido del hueso quebrándose.
            - ¿Así que lo atropellaste? – Emma susurró.
            Los ojos de Ethan se iluminaron. – Desearía haberlo matado. Siempre odié a ese tipo. Lo odiaba cuando le gustaba a Sutton, y lo odiaba cuando a ti te gustaba. No se merecía estar en su vida. Tenía que demostrárselo.
            Las lágrimas corrían por la cara de Emma, dejando rastros salados en su piel. - Entonces tú y yo—todo era sobre Sutton. Solo fue porque yo luzco como ella.
            - ¡Emma, no! – suspiró, sus ojos se suavizaron repentinamente. – Tienes que creerme. – Parecía perdido buscando palabras por un momento, sus hombros se tensaron con la agitación. Luego tomó aire profundamente. La presión de su mano sobre su hombro desapareció. Lentamente la ayudó a sentarse, agachándose a su lado, pero el cuchillo aún brillaba peligrosamente en su mano.
            Los ojos de Emma miraron agitadamente a su alrededor. La luz se filtraba a través de los árboles, proyectando diseños de filigranas sobre el terreno. Más allá de los arbustos, las luces de la ciudad brillaban. Una roca se asomaba en medio del sendero, y más allá de ella el camino lucía aún más inclinado. No había escapatoria. Su única esperanza era mantenerlo hablando. 
            Una sacudida de identificación pasó por mí. Yo conocía esa piedra. Este era el lugar donde Garrett y yo habíamos discutido. El claro mostraba señales de intervenciones recientes—la policía que había registrado el área en busca de pistas de mi muerte había dejado huellas y ramas rotas en el camino—pero no había señales de que hubiera alguien cerca a esta hora. A varios metros más arriba del camino, la fila de árboles terminaba para revelar el precipicio, abriéndose en su extensión.       
            Ethan le tomó la mano con su mano libre, con una expresión destrozada en la cara. – Nunca intenté enamorarme de ti, - susurró. – No sabía que había alguien allí que pudiera hacerme sentir de esta forma.
            Lucía tan honesto, tan herido, que a pesar de todo, un pinchazo de sufrimiento le atravesó el corazón. Parte de ella quería creerle tanto—quería olvidar todo lo que acababa de aprender y volver a la amar ignorantemente y estúpidamente a Ethan. Si hubiera una forma de deshacer lo que había aprendido, Emma lo habría hecho. Porque ella lo había amado, más que a nadie que hubiera amado antes. Y esa era la parte más dolorosa.
            Pero luego recordó todo lo que él le había hecho durante los últimos tres meses. El foco cayendo junto a ella, los mensajes amenazadores, el medallón apretándose alrededor de su cuello mientras él la ahorcaba. Él se había asegurado de hacerla sentir sola y asustada, y que no tenía a nadie a quien recurrir excepto a él. La había forzado a mantenerse en silencio, a perder su propia identidad, y a distanciar a la única familia que había tenido en este mundo. Eso no era algo que le hacías a alguien que amabas.
            Miró su mano en la de ella, su piel se erizaba con repugnancia. Pero no se atrevía a quitársela. Un vago destello de esperanza brilló en su mente. Quizás si parecía comprensiva—incluso cariñosa—entonces no la mataría. Al menos no aun.
            - Entonces, todas esas fotos mías que encontramos en la unidad del depósito— ¿Tú las tomaste? – preguntó.
            Él asintió. – Al comienzo estaba intentando encontrar a tu mamá. Sabía que Sutton era adoptada. Aun recordaba cuando tuvo que leer su reporte del árbol familiar en noveno grado, lo triste que estaba. – La mirada de Ethan se volvió distante nuevamente al mirar sus recuerdos. – Lucía tan bella ese día—era una de esas chicas que lucía incluso más linda cuando lloraba.
            Emma suprimió un temblor. – Entonces empezaste a buscar a su mamá biológica.
            - Sí. Empecé a investigar a los Mercer y casi de inmediato noté que Becky tenía que haber sido su hija. Hackeé los registros del hospital—y ahí fue cuando supe que habían dos de ustedes.
            - Los registros de hospital son difíciles de conseguir, - Emma dijo. Intentó sonar impresionada, quizás incluso admirándolo, pero en su interior no había nada más que un miedo frío y metálico.
            Pero él se volvió fácilmente más cálido con el tono de Emma—como si se alimentara de su aprobación. Sus ojos brillaban al hablar.
            - Desde allí todo fue fácil. Encontré toda tu información en internet. Hice un par de viajes a Vegas para echarte un vistazo, asegurarme de que tuviera a la chica correcta. Incuso anduve en la montaña rusa ese día. Caminé hacia ti y compré un ticket.
            Emma lo miraba, intentando conjurar una imagen de él en su quiosco. Parecía imposible creer que no lo había notado—ahora había estado por meses mirándolo todos los días, pensando en lo lindo que era, obsesionada con la curvatura de sus labios, los rizos de su cabello. Pero bien, todo ese tiempo, no lo había visto por quien realmente era—un asesino.
            - A penas noté lo loca que Becky estaba, supe que no iba a ser el regalo romántico que esperaba que fuera. – Se rio entre dientes, luego la miró y se calmó. - ¿Pero tú? Tú eras perfecta. No podía esperar a decirle todo de ti a Sutton. Tú eras la prueba de cuánto la amaba—más que Thayer o Garrett o quien sea. Ninguno de ellos podía entregarle su hermana. – Suspiró. – Se emocionaría tanto al saber que yo podía llevarla hacia ti, si tan solo me escuchara. Pero las cosas no salieron bien, así que tuve que usarte de un modo distinto.
            Emma tragó saliva. - ¿Y qué hay de esos emails en el teléfono de Travis?
            Sonrió retorcidamente, sin poder ocultar su satisfacción. – Falsos. Tenía ese archivo arreglado desde hace semanas, y sólo estaba esperando la oportunidad para usarlo. Yo sí le envié el link, pero no tuve que prometerle nada. Los tipos como él son muy predecibles. Sabía que te lo iba a mostrar.
            Emma asintió. Un pesado sentimiento de resignación se acomodaba sobre ella—una tras otra, todas las piezas del puzle estaban juntándose con una irreversibilidad implacable. Incluso cuando su corazón se azotaba en su pecho como un pajarito asustado, un peso enfermizo y apagado la presionaba. Ethan había pensado en todo. Todo el tiempo, él había llevado las riendas. – Y supiste del video porque tú te encontraste con la broma cuando ocurría. Sabías que tenía que estar en el computador de Laurel, y lo hackeaste. Tal como hackeaste el código de alarma de Charlotte para colarte en su casa y devolverme el medallón. – Se lamió sus labios secos. Su mano se sentía como de madera en la de él, pero ella la apretó suavemente, sus ojos seguían en el cuchillo brillando a la luz de la luna. – Eso es brillante, Ethan.
            Ella supo de inmediato que había dicho lo correcto. Parpadeó sorprendido, un tono rojo de placer coloreó sus mejillas, y Emma recordó lo que el psiquiatra había escrito, de que Ethan no podía evitar de presumir de sus crímenes. - ¿Y qué hay de Nisha?
            Nuevamente su expresión se volvió inestable, como si estuviera luchando con algún sentimiento que se mantenía en el fondo de su mente. – No tuve opción. Sabía que había encontrado esos registros. Después de que me dijiste que los habías visto en el hospital, tuve la sensación de que ella iría a buscarlos. Ese lunes estaba actuando raro cuando volvió de su turno de voluntaria—por lo general, cuando menos me decía hola cuando me veía en el pórtico, pero esta vez ni siquiera me miró. Se escabulló al interior de su casa con su sobre amarillo en las manos. Llamé al hospital para preguntar si podían enviar por fax mis registros a mi nuevo psiquiatra, y me dijeron que los registros se habían perdido. – Se encogió de hombros con tristeza. – ella iba a arruinarlo todo. Así que aliñé su botella de agua con el Valium de mi mamá. Luego solo fue cuestión de darle un pequeño empujón.
            Un pequeño empujón. Temblé, imaginándome a Nisha rodando lentamente hacia la piscina. Me imaginé sus pulmones llenándose de agua. Me la imaginé abriendo los ojos y mirando a través del ondeante color azul, viendo la silueta parada sobre ella, observándola morir.
            - Ustedes dos iban a arruinarlo todo, - dijo. Entrecerró sus ojos, y miró a Emma como si ella acabara de decir algo malo. Ella se estremeció ante el repentino cambio de humor. – Tenía todo bajo control, pero tú tuviste que seguir investigando. – Levantó el cuchillo muy arriba sobre sus cabezas, sus dientes se mostraban como los de un león. Emma se encogió, esperando sentir la cuchilla en su carne. Pero en vez de eso, la enterró en la tierra, gritando de frustración. – No tenías nada cuando llegaste aquí. Vi lo que tenías en tu bolso. ¿Un animal de peluche y ropa desgastada? Oh, y el diario. Página tras página tras página sobre lo triste que te sentías, sobre cuánto querías una familia, lo sola que estaba la pobre Emma Paxton. Sobre como querías un novio. – Emma lo observaba. Su corazón se marchitaba en su pecho, como si alguna enfermedad estuviera devastándolo hasta dejarlo en cenizas. Los ojos de Ethan brillaban. – Te di todo lo que siempre quisiste. ¡Deberías estar agradeciéndomelo!
            Emma mantuvo su cara muy cuidadosamente quieta, aguantándose las lágrimas y el dolor que amenazaban con estallar en cualquier momento. – No puedes matarme, - susurró. – Si lo haces, sabrán que yo no maté a Sutton. Van a averiguarlo, y van a venir a buscarte. Me necesitas. Yo soy tu coartada.
            Él dijo que no con la cabeza. - ¿No lo entiendes? No quiero matarte. Nunca quise matarte. Sólo quería cuidarte, Emma, y ahora tú vas a obligarme a hacerte daño. Tal como ella lo hizo. – Sus dedos soltaron los de ella, ahora apretándole la muñeca. – Va a ser una historia muy triste. Van a pensar que te suicidaste por remordimiento por lo que le hiciste a Sutton.
            Un escalofrío la atravesó, y negó con su cabeza furiosamente. – No, Ethan. No tiene que ser así. – Lo miró profundamente a los ojos, asqueada por lo que estaba diciendo, esperando que él vaya a creerle. – Tienes razón. Debería estar agradecida de ti. Estoy agradecida de ti. Todo ha sido muy confuso. Pero no me importa lo que has hecho. Quiero estar contigo.
            Su mandíbula se aflojó, toda la furia se escapó de él de una vez. Una frente arrugada con incertidumbre levantó sus cejas. Pero podía ver que estaba escuchándola.
            - Es muy tarde, Emma. – La muñeca de Emma dolía lentamente en donde la apretada, pero no dejó de mirarlo. – Ahora que lo sabes, es muy tarde.
            - ¿Por qué? – Emma dijo suavemente. – Si realmente me amas por quien soy, no por Sutton, entonces nada más importa. Podemos huir juntos. A algún sitio donde nadie nos conozca- Podemos ir a cualquier lado. Giró su mano para poder acariciarle los dedos suavemente.
            Pudo ver en su cara, por la forma en que se inclinó sólo un poco, que quería creerle. Pero la duda nublaba sus facciones. Casi le rompió el corazón, lo esperanzado que lucía, cuánto quería lo que ella le proponía.
            Casi.
            - ¿Harías eso? – preguntó. Soltó el mango del cuchillo, acercando su mano libre para tomarle la cara. Su mano se sentía fría y seca, pero sentirla, le erizó la piel. De alguna forma se las arregló para sonreír y asentir.
            - Ethan, te amo. Iría a donde sea contigo.
            Entonces le soltó la muñeca, abrazándola. Ella apoyó su cabeza contra él, tal como lo había hecho docenas de veces antes—justo en el espacio entre su cuello y su hombro, en el sitio que se sentía como si hubiera estado hecho para ella. Se tragó un sollozo. Había amado a Ethan, demasiado.
            Luego llevó su codo a sus costillas con cada gota de fuerza que tenía.
            Los brazos de Ethan volaron a sus costados, un gruñido de dolor se escapó de sus pulmones. Emma fue a tomar el cuchillo al alejarse gateando, pero sus dedos se cerraron en el aire. No había tiempo. Su única oportunidad era hacer distancia entre ellos. Sus dedos se enterraban en la tierra, sus pies se deslizaban por el sendero, desesperados por encontrar algo en que impulsarse. La mano de Ethan se cerró en su talón, y gritó con furia. Ella lo pateó con tanta fuerza como pudo, pero la estaba afirmando demasiado fuerte. Luego abrió su boca y dejó escapar un grito gutural y coagulado.
            Yo grité con ella, deseando que toda la ciudad pudiera escuchar mis gritos. Yo ya había muerto en manos de Ethan, y ahora lo mismo iba a ocurrirle a mi gemela mientras yo observaba inútilmente.
            Ethan puso su mano sobre la boca de Emma, sus pupilas estaban dilatadas y negras. – Pensé que eras diferente, - chilló. – Pero eres tal como tu hermana. Otra perra mentirosa.
            Emma le mordió la mano, con fuerza. El sabor metálico a sangre corrió por su boca. Ethan maldijo y quitó su mano, y ella volvió a gritar.
            - ¡Eres un monstruo! –gritó, su voz rebotaba en las paredes del cañón. - ¿Crees que iría a algún lado contigo después de lo que le hiciste a Sutton?
            Él rugió sin decir nada, sus músculos se tensaban al empujarla con fuerza al suelo. Esta vez sacó una bandana de su bolsillo, enrollándola y metiéndola tan adentro en la boca de Emma que sintió arcadas. Y luego el cuchillo estuvo repentinamente en su garganta.
            Emma lo miraba hacia arriba, las lágrimas corrían por sus mejillas mientras él hacía un delgado corte en su cuello.  Una furia ardiente me atravesó al ver eso, tan pura y fuerte que sentía que podría atravesar el velo entre la vida y la muerte.
            Y entonces, de algún modo, yo era Emma. O parte de ella—no era que la estuviera poseyendo, exactamente, pero de alguna forma uní mi alma a la suya por un momento, prestándole la fuerza de mi ira. Con un repentino movimiento, su pierna derecha se liberó debajo de él, y llevamos su rodilla a su entrepierna con toda nuestra gran fuerza unida.
            Él se quejó, soltó un poco sus muñecas por el tiempo justo que le tomó para salirse de debajo de él. Luego estuvo de pie. Luchaba por respirar, y por medio segundo pensó ver algo imposible.
            Su hermana—brillante y translúcida a la luz de la luna—estaba junto a ella, parada ferozmente sobre Ethan con sus manos en puño. Y entonces, igual de rápido, desapareció.
            Ethan ya estaba de pie de nuevo. Su cara estaba retorcida de forma que era imposible reconocerlo, una máscara de odio muy profundamente distinta al chico de quien se había enamorado. Se tambaleó alejándose de él, girando para correr—pero perdió el equilibrio y se cayó hacia adelante.
            Ethan estaba parado como una torre sobre ella, con el cuchillo en su mano. Una gota de su propia sangre colgaba del borde filoso. – Ustedes las chicas Mercer son todas iguales, - dijo, y se lanzó contra ella, el cuchillo brillaba frente a él.
            Por medio segundo, el tiempo se congeló. Emma vio su propio reflejo, pálido y congelado, en la cuchilla.
            Pero luego un bajo gruñido sonó desde algún sitio más atrás de Emma, y repentinamente él estaba volando con su cabeza hacia la tierra. Thayer cayó sobre él, apretándole los brazos tras la espalda.
            Desde la lejanía, el sonido de sirenas hacía eco en el paso de la montaña. Thayer torció la muñeca de Ethan hasta que el cuchillo se cayó y rebotó en el polvo. Ethan luchaba, escupiendo sangre y tierra por la boca.
            Laurel apareció tras ellos, con sus brazos cruzados. – Tienes razón. Las chicas Mercer somos todas iguales. – dijo, su voz muy fría. – Somos perras con las que no quieres meterte.
 

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