miércoles, 25 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 29 - El último recuerdo

            No puedo respirar. El cuello de mi polera se entierra en mi garganta, aplastando mi tráquea. Doy patadas furiosamente, pero ya estoy viendo manchas en mis ojos, y Garrett es demasiado fuerte para mí. Lejos bajo mis pies, el viento corre por el acantilado con un aullido solitario y perdido. La cara de Garrett está a centímetros de la mía, retorcida en una máscara de furia que es casi irreconocible a la luz de la luna. Vagamente registro que mi polera se está rompiendo cuando él me sacude. Voy a morir aquí, en este cañón, donde solía ir a acampar con mi papá, donde Thayer y yo nos robamos algunos de nuestros primeros besos, donde Laurel y yo solíamos contar historias de fantasmas.
            Finalmente Garrett me suelta, y un grito sale desde las profundidades de mis desgastados pulmones, haciendo eco en las paredes del cañón.
            Pero no caigo lejos.
            Caigo doblada en un montón de tierra a los pies de Garrett. Puedo sentir a centímetros tras de mí el amplio acantilado. Mi corazón ruge en mis oídos, la adrenalina corre por mi sangre. Estoy viva. Mis dedos se doblan a través de la tierra, en carne viva y adoloridos. Mi cara se siente húmeda, y me doy cuenta de que estoy llorando.
            Garrett se asoma sobre mí, temblando violentamente, como si la fuerza de su rabia fuera a, literalmente, partirlo. Luego se voltea hacia mí, y su cara está tan roja y manchada con lágrimas como la mía. Él también está llorando.
            Lo observo, repentinamente no puedo moverme, mi corazón duele. Nos quedamos así por unos minutos: yo sentada inmóvil al borde del acantilado, Garrett parado allí, con heridas y quebrado por su propia ira. Y a pesar de todo lo que ha ocurrido, siento lástima por él.
            Finalmente se sienta en la tierra junto a mí, sus mejillas húmedas con lágrimas. – Perdón. – se estira para tocarme, pero yo retrocedo. Él retira su mano, luciendo tan herido como si lo hubiera abofeteado.
            Me seco los ojos. El viento hace que mis mejillas con lágrimas se sientan sensibles.
            - ¿Ibas a arrojarme por el acantilado? – Le pregunto, mi voz suena muy baja. Garrett me mira boquiabierto.
            - Sutton, yo nunca… - deja de hablar. Lentamente levanta sus manos frente a su cara. El terror aparece lentamente en sus ojos, y es como si estuviera mirando las manos de alguien más, como si recién ahora se estuviera dando cuenta de lo fuertes que son, de lo fuera que están de su control. Lo cercano que estuvo a herirme. Me mira otra vez, y esta vez es el miedo el que afecta su cara. – No quiero herir a nadie, - susurra.
            Yo no digo nada. Ya no importa lo que él quiera. Garrett ha sido muy volátil por mucho tiempo. El ataque a su hermana desató algo en su interior, y ha estado fuera de control desde entonces.
            Las estrellas brillan de un blanco azulado sobre nuestras cabezas. Garrett se demora en recuperar su aliento, e incluso cuando lo hace, los sollozos ocasionales agitan sus pulmones. En algún sitio cercano escucho unas ramas quebrándose—probablemente sea una comadreja o un mapache, alguna criatura nocturna caminando torpemente entre los arbustos.
            - Garrett, necesito saberlo. ¿Fuiste tú quien…. Robó mi auto y persiguió a…. mí? – Pregunto, sin querer decir el nombre de Thayer por miedo a alterarlo de nuevo.
            Garrett abre la boca, y ya puedo ver la respuesta en su cara impactada. - ¿Alguien robó tu auto y te persiguió?
            Mi cabeza da vueltas con los misterios de esta noche interminable. – Sí… algo así.
            Garrett parece herido. - ¿Realmente crees que yo haría algo así?
            Nuestros ojos se encuentran. Me obligo a mi misma a no mirar a otro lado. – Ya no lo sé, Garrett.
            Se muerde el labio con tanta fuerza que le sale sangre. Luego, lentamente, se arrastra acercándose al acantilado, hasta que sus pies están colgando por el borde. Su cuerpo se tambalea suavemente con el alcohol que sigue nublando su cerebro.
            - Ten cuidado, Garrett, - le digo, con un tono de urgencia en mi voz. – Es una bajada muy empinada.
            Me mira, y en la oscuridad sus ojos parecen profundos agujeros. Su cara tiembla con una expresión atormentada, frenética y miserable.  Siento el corazón en mi garanta, y no sé por qué.
            - ¿No sería más fácil si la única persona a quien le hago daño sea a mí mismo? – Susurra. Otro temblor pasa por su cuerpo. Su cabello parece un halo rubio alrededor de su cabeza, brillante en contraste con la gran oscuridad tras él.
            - Garrett, - ahora estoy de rodillas, mis piernas desnudas me duelen. Los rasguños en mis rodillas arden contra la textura pedregosa. – Las cosas van a mejorar. Te lo prometo. Pero tienes que retroceder.
            Él sacude su cabeza. – Las cosas no van a mejorar, - dice suavemente. – No para mí. – Se inclina hacia adelante, sus ojos bien abiertos miran el abismo. – Pero quizás podría mejorarlas para todos los demás.
            El miedo de hace un rato vuelve a mí, pero esta vez es distinto—ahora no tengo miedo por mi misma. Me acerco una pulgada a él.
            - ¿Realmente crees que Louisa lo sentiría así? ¿O tu mamá? – el viento sube por el acantilado, atravesando mi polerón, tan penetrante que lo puedo sentir en mis huesos. - ¿Cómo crees que se sentirían si te perdieran? – Trago saliva. – ¿Cómo crees que yo me sentiría?
            Puedo oír el débil eco de mi propia voz rebotando en el cañón. ¿Cómo me sentiría? Sé que no amo a Garrett. Pero si me importa. Cuando habíamos empezado a salir, pensaba que podría ayudarlo a superar las cosas que lo habían herido. Pensaba que si yo era suficientemente linda, suficientemente encantadora, suficientemente divertida, si podía distraerlo lo suficiente, él mejoraría.
            Ahora eso parece inmensamente narcisista, incluso para se yo.
            - Por favor, Garrett, - le digo, mi voz tiembla. Le estiro mi mano. – Aléjate del borde, ¿bueno? Por favor.
            Él observa mi mano, su cara luce extraña y distante. Pareciera que le costara enfocar los ojos, su cabeza se tambalea sobre su cuello. Por un momento, estamos congelados en nuestros lugares, y yo no puedo respirar.
            Luego su mano toma la mía, y mis hombros decaen con alivio.
            Su palma está húmeda, y la sal de su sudor arde en los pinchazos y cortes que he acumulado toda la noche. Lo acerco hacia mí, lejos de ese abismo de pesadilla. Él se tropieza contra mí. Pongo mis brazos alrededor de él para estabilizarlo, y nos quedamos parados así por un momento. Puedo sentir el temblor que se ha apoderado de su cuerpo, tiritando contra mi corazón.
            - Deberíamos irnos de aquí, - susurra. El miedo parece haberlo puesto un poco más sobrio. Sus pupilas lucen enormes a la oscuridad, sus ojos ahora se enfocan más claramente.
            Lo suelto. Repentinamente me siento completamente cansada, mi cuerpo está débil como una muñeca de trapo. Por un segundo pienso en bajar con Garrett. Su auto estará en el estacionamiento, y él podrá llevarme a casa. Parece suficientemente lucido para manejar ahora, y puedo notarlo mal que se siente, por abordarme y por casi dejarme caer.
            Pero no me siento a salvo con él. Sé lo herido que está, y sé que sus intenciones no eran atacarme—pero he estado inventándole excusas por meses.
            - Sigue tú, - le digo. Mi voz es suave pero firme. – Quiero un poco de tiempo a solas, ¿Bueno?
            Me mira con la frente arrugada. – Es peligroso aquí de noche. No creo que deba dejarte.
            Sacudo mi cabeza. – Mira, ha sido una noche de locos. Necesito tiempo para procesarlo todo, ¿ok? Voy a estar bien. Voy a bajar a la casa de Nisha cuando esté lista para salir de aquí. Pero ahora mismo necesito un poco de espacio.
            No me suelta la mano. Por sólo un momento me mira a los ojos, y puedo ver allí todo lo que quiere decir—lo mucho que lo lamenta, lo triste que está, cuánto me ama. Miro hacia otro lado, hacia las brillantes luces de la ciudad.
            - ¿Me llamas mañana? – me pregunta, con un débil temblor en la voz.
            Me lo cuestiono. Tengo tantas ganas de terminar con él, de una vez por todas. Quiero un comienzo desde 0 cuando baje de la montaña. Pero si lo vuelvo a alterar, quién sabe qué hará.
            - Sí, - le digo. – Te llamo mañana.
            Mañana, cuando esté sobrio, cuando no estemos en medio de la nada, quitaré la bandita. Terminaré esto y le diré que mi decisión es definitiva. Pero ahora esto es lo mejor que puedo hacer.
            Estira su brazo para tomar mi mano. Nos quedamos parados así un momento, él acunando mis dedos en su palma. Algo en esto me retuerce el corazón—lo gentil que se ha vuelto, y lo avergonzado. Luego se aleja, aun un poco tembloroso al caminar, y se da vuelta sin decir nada, bajando lentamente por el sendero hacia el estacionamiento. Puedo escucharlo incluso después de que desaparece de mi vista, rompiendo ramas y tropezando.
            Un profundo silencio cae sobre el cañón una vez que se va. Todos los sonidos de la ciudad—perros ladrando, sirenas, y motores—se han callado.
            Es una sensación extraña. A lo largo del día estoy rodeada de voces que me dicen en dónde pertenezco, qué debería estar haciendo, quién soy. Pero esta noche, en este profundo y oscuro silencio, puedo decidirlo por mi misma. Me subo sobre una roca baja y observo la ciudad. Desde aquí se ve bella y tranquila. La gente está dormida en sus camas, sin sospechar que una chica solitaria está mirando las luces parpadeantes afuera de sus casas.
            Sólo he estado aquí unas horas, pero se siente como si hubieran pasado años. He aprendido tanto esta noche, sobre quién soy y de dónde vine. Sobre quién quiero ser. Es difícil saber qué me espera mañana—tendré que volver a ver a mi papá a la cara, después de descubrir sus secretos. Tendré que volver a ver a Laurel, quien se habrá pasado la noche en la sala de emergencias con Thayer. Luego pienso en el borrador del email en mi teléfono. Rápidamente lo saco, pero tal como lo sospechaba, la esquina superior dice SIN SERVICIO. Lo vuelvo a leer, y una pequeña sensación de emoción me recorre el cuerpo. Digo de corazón cada palabra. El momento en que vuelva a tener señal, voy a enviarle esto a Thayer. Y mi hermana gemela secreta—la voy a encontrar, incluso si eso sea lo último que haga.
            Y en el interior de mi tieso y adolorido cuerpo, siento paz. Todo va a ser diferente a partir de mañana.
            Me paro, sacudiéndome la tierra de las piernas. Ya he reflexionado sobre mí lo suficiente por una noche. Es hora de ponerme mi pijama y tomar una taza del té de menta de mi mamá. Hora de bajar la montaña y encontrar cómo llegar a casa.
            Me volteo lentamente y veo a un tipo parado allí. Es alto, con las mejillas marcadas y el cabello oscuro. Sus shorts de escalar deshilachados muestran sus musculosas piernas. En sus manos lleva puestos guantes negros de escalar, y tiene una sonrisa tímida puesta en los labios.
            Es Ethan Landry.
            - Oh. Hola, - le digo, echando para atrás mi cuello por la sorpresa. - ¿Qué haces aquí afuera?
            Incluso con la luz pálida de la luna, puedo verlo sonrojarse. Patea una piedra con la punta de su zapatilla. – Lamento sorprenderte. Te vi en el sendero desde mi casa, dice, haciendo un gesto hacia la oscuridad bajo nosotros. – Estaba mirando las estrellas. Hay una lluvia de meteoritos esta noche
            - Oh.
            Ethan me observa atentamente, y de repente empiezo a sentirme cohibida. Hay sangre seca en una de mis piernas donde me rasmillé, y me he caído a la tierra una media docena de veces. Me paso los dedos por el cabello y mi mano regresa con una hoja de árbol.
            Ethan se acerca, y ahora lo puedo ver más claramente.  Tiene la frente arrugada con preocupación. Me parece raro que esté afuera tan tarde, pero Ethan siempre ha sido un poco raro—lo recuerdo cuando llevaba una tarántula en un jarro durante la pre secundaria, y metiéndose en problemas durante la clase de gimnasia por mirar las flores en el jardín cuando debería estar jugando baseball. Él no forma parte de mi círculo exactamente—es suficientemente lindo, pero siempre ha sido muy tímido. Recientemente apareció en una broma del Juego de las Mentiras que se había salido de control. Era el estúpido video de secuestro que hizo Laurel, e Ethan me la sacó de encima y luego se quedó conmigo mientras mi cabeza se aclaraba.
            Ahora él se mueve para acomodarse, metiendo sus manos en sus bolsillos. - ¿Estás bien? Luces… bueno, luces como si hubieras tenido una larga noche.
            - Oh, sí… estoy bien. – Mi sonrisa tiembla un poco y luego se esfuma. – Ha sido una noche muy rara, es todo.
            Me toca el hombro, su mano se siente cálida a través de mi remera. - ¿Quieres hablar de eso?
            Y de repente, si quiero. Mi voz temblorosa y débil le dice todo. Sobre Thayer viniendo a la ciudad, y que peleamos, y que alguien lo atropelló. Sobre mi papá que era mi abuelo, y Becky que aparece después de que yo me había preguntado sobre mi madre biológica por tanto tiempo. Sobre cómo Garrett se había salido de control, tan enojado y tan herido que atacó todo a su alrededor. Todo sale de mí a borbotones. Ethan no intenta interrumpir ni aconsejarme. Él sólo asiente de vez en cuando, observándome tranquilamente a través de sus largas pestañas.
            - Me siento como una persona distinta a cuando subí aquí, - termino. – Sé que suena patético. Pero ha pasado tanto.
            - No suena patético, - dice. – Has pasado por mucho esta noche. – Sus ojos están enfocados en mi cara. De repente me doy cuenta de que acabo de decirle cosas que ni siquiera estoy lista para decirles a mis mejores amigas—y a él a penas lo conozco. Ese pensamiento me pone un poco nerviosa. Pero Ethan es tan bueno escuchando, y nunca le dijo a nadie sobre el video de secuestro. Siento implícitamente que puedo confiar en él. Cuando me pone un brazo alrededor de mi hombro, me siento segura por primera vez en toda la noche.
            - Por favor, no le digas a nadie, - susurro. – No estoy lista realmente para que la gente sepa todo esto.
            - Por supuesto, dice. – Guardaré todos tus secretos, Sutton.
            Mi cara sonríe. Me siento mucho más liviana después de descargar todo lo que ha ocurrido. Confiar en Ethan parece tan natural, tan cómodo—me pregunto cómo es que hemos estado juntos en la escuela desde que éramos niños y aun así casi nunca habíamos hablado. Él siempre ha sido tan tranquilo, casi apartado. Pensándolo bien, probablemente yo no he lucido como la persona más amistosa tampoco.
            Mientras más lo pienso, más me doy cuenta de que no es sólo en la escuela donde he visto a Ethan. Nos hemos cruzado en el camino incontables veces, en la cafetería, en el cine. A veces él pasa e rato solo en el parque cuando yo voy a las canchas de tenis, él sentado en una banca leyendo u periódico. Nos hemos orbitado por años, y nunca nos hemos conectado. No hasta esta noche.
            Le sonrío. – Nunca he tenido la oportunidad de agradecerte. Por, ya sabes, ayudarme esa noche. Cuando mis amigas me estaban haciendo una broma.
            Se encoge de hombros. – Ustedes sí que son duras entre sí.
            - Si. – Me rio avergonzada. – Esa realmente se salió de control.
            - No se supone que los amigos se hagan daño entre sí de esa forma. – Su voz suena extrañamente conmovida. Le pongo mi brazo alrededor de la cintura y lo abrazo.
            - Tienes razón, - le digo suavemente. – Deberías poder contar con tus amigos.
            Las estrellas lucen vibrantes ahora. Empino mi cabeza para mirar su brillante luz. Una estrella en particular me llama la atención, una blanca pura y tan quieta que no parpadea como las otras. Es tan bella que no noto la mano de Ethan en mi mentón por un segundo. Luego él se acerca hacia mí, sus labios se sienten suaves contra los míos.
            Un impacto de sorpresa corre por mi cuerpo. Ethan Landry no era un chico que yo alguna vez haya imaginado besando. Por un momento, estoy tan impactada que no me muevo. Luego le pongo mis manos en el pecho y lo alejo gentilmente.
            - Oh, Ethan, no. Lo siento mucho si hice algo para confundirte, pero yo—me agradas como amigo. – Mi voz suena tan suave como pude hacerla. – Estoy enamorada de Thayer.
            - No digas eso, Sutton, - murmura. Lo observo, sus ojos están llenos de la más sincera ternura. – Yo he estado enamorado de ti por años.
            - ¿Enamorado de mí? – No puedo evitarlo. Me rio. Sueno aguda y malvada, incluso para ser yo, e instantáneamente me siento mal. – Tú ni siquiera me conoces, - digo, bajando la voz.
            - Sí, te conozco. Sé todo sobre ti, - dice. Su voz suena extrañamente calmada y dominante, como si no hubiera lugar para contradecir. Como si él pudiera convencerme de que lo ame al razonar conmigo. – Sé que has estado intentando acostarte con  Garrett Austin todo el verano. Sé que has estado saliendo a escondidas con Thayer Vega. Ninguno de ellos te merece, pero tú no pareces notarlo. Sé que eres adoptada y que siempre has sentido como que no fuera posible que tu familia pueda amarte tanto como aman a Laurel. Sé que tienes miedo de que Nisha vaya a ganarte por el título estatal este otoño, porque apenas has practicado en todo el verano. Sé que necesitas que tus amigas te tengan miedo para que no se acerquen demasiado a ti—y así no tendrás que sentirte herida si alguna vez te abandonan.
            Quedo boquiabierta. En algún sitio de mi cabeza, una alarma se activa. Esta tiene que ser una especie de chiste. Una especie de broma. Pero él no ha terminado.
            - Y sé algo que tú no sabes. – Una sonrisa aparece en las esquinas de su boca, como si hubiera estado esperando por mucho tiempo para decirme esto. – Sé dónde está tu hermana gemela. Emma. La he estado observando por semanas. La encontré para ti, Sutton.
            Por un segundo, me siento paralizada. Luego la rabia viene a mí en como un rápido y salvaje pinchazo. Yo ni siquiera sabía sobre Emma hasta hace unas horas. ¿Cómo demonios sabía él?
            - ¿Has estado aquí afuera espiándome? – Mi voz suena con un tono pesado. Me alejo de él, dando un paso atrás. – Eso no está bien, Ethan.
            Una sombra revolotea en su cara. - ¿No estás escuchando? Encontré a Emma. Para ti. ¿Sabes lo difícil que fue eso? Fui a Las Vegas para asegurarme de tener a la chica correcta. Fue asombroso—son totalmente idénticas.
            - ¡Ese no es el punto! – Mis músculos se tensan. Algo aquí está completamente mal. – Ethan, no sé cómo supiste sobre Emma, pero…
            - Te lo dije. – Su voz suena calmada pero insistente, como si estuviera razonando con un niño. – La encontré para ti. Porque te amo.
            Siento más náuseas cada vez que lo dice. ¿Por cuánto tiempo me ha estado siguiendo? ¿Escuchando mis conversaciones? Él sabe cosas de mi que no le he dicho a mis mejores amias. Cosas que ni siquiera le he dicho a Thayer. Y ha estado planeando entregarme a mi hermana, como un regalo—como si ella fuera alguna clase de objeto. Pero quizás así es como me ve a mí también. Como un objeto, algo por lo que se puede pelear y ganar.
            - Dios, Ethan. – Sacudo mi cabeza, el disgusto tuerce mi boca. – No creo que sepas lo que es el amor.
            Luego me doy vuelta alejándome de él, determinada a comenzar a bajar la montaña, pero su mano rápidamente se cierra alrededor de mi muñeca. Él me arroja de vuelta hacia él, inclinándose para besarme otra vez. Su boca es casi enfermizamente dulce. El pánico me recorre el cuerpo, y antes de poder pensarlo, le muerdo el labio—con fuerza. Me arroja hacia el piso, su mano vuela hacia su boca por el dolor.
            - ¿Estás loco? – chillo. Luego veo sus ojos, con sus largas pestañas negras. Vacíos e implacables. Y me doy cuenta: Lo está.
            Gateo alejándome de él, me pongo de pie justo cuando él se agacha, y me pongo a correr rápidamente bajando el sendero, intentando poner distancia entre nosotros. Los cactus y zarzamoras me clavan las piernas. Detrás mío, más que oír a Ethan, puedo sentirlo—sus pies casi no suenan en la tierra, pero puedo sentirlo en mi rastro, sus manos a tan solo pulgadas de mí. Vuelvo a pensar en las luces en la oscuridad, persiguiéndonos a mí y a Thayer—mi auto. Ahora estoy segura de que fue Ethan tras el volante.
            Pero yo soy más rápida que él. Hago una nota mental para agradecer a la entrenadora Maggie por cada ejercicio de carreras que me ha hecho hacer, mientras salto una pequeña roca. Voy a escaparme de él—voy a llegar al centro de visitas, y en el instante en que tenga señal voy a llamar al 911 y hacer que se lleven el trasero de este raro a la cárcel. Voy a llegar a casa a reunirme con mi familia, con Thayer, y voy a poner toda esta terrible noche atrás para siempre.
            Mi zapatilla se engancha en algo y se dobla bajo mi pie, y mis pies se tambalean peligrosamente mientras intento recuperar el equilibrio. A mi izquierda el cañón se extiende hambrientamente. Antes de poder moverme, me toma de la cintura, levantándome del suelo. Su respiración se siente caliente contra mi oreja. – No entiendo por qué estás luchando contra esto, - gruñe, sus brazos tan apretados que no puedo respirar. - ¡Se supone que me ames! Se suponía que estemos juntos.
            Me voltea para ponerme de cara frente a él, sus dientes están a la vista por la frustración. Bajo nosotros, puedo oír el viendo aullando en el vacío. Unas piedrecillas se caen bajo mis pies, sonando como gotas de lluvia al caer. Grito, mi voz atraviesa la noche. Un ataque de rabia  me atraviesa a mí, ardiendo más que mi miedo. Él es un mentiroso, un manipulador—y me ha estado acechando.
            - Nunca voy a amarte, - grito, escupiéndole en la cara.
            Grita con rabia, y me gira las muñecas con tanta fuerza que siento espasmos de dolor subir por mi brazo. Me retuerzo en su agarre, y por un momento nos quedamos inmóviles, luchando silenciosamente por el control.
            Luego mis pies bajan, mi cuerpo se está resbalando de su agarre, y empiezo a caer. Lo último que vi fue su cara pálida e impactada, su mano sigue estirada hacia mí. Luego la oscuridad me traga, y el mundo no es nada más que viento y piedras.
            Caigo, o más bien, me desplomo. Mi cuerpo se dobla en cada roca y en cada rama que se asoma. Me sacudo, intentando afirmarme de cualquier cosa. Por un segundo mis dedos se afirman de un puñado de raíces expuestas. Luego las raíces se separan de la tierra y la gravedad me atrapa nuevamente.
            Cuando caigo, mis pulmones se desgarran al interior de mi pecho por lo que parecieron años, antes de finalmente poder respirar. El mundo brilla con agonía, brillante y surreal. Cuando mis ojos se vuelven a enfocar, puedo ver un fragmento de hueso saliendo por mi pierna izquierda.
            Desde algún sitio cercano, puedo oír algo moviéndose. Intento levantarme sobre mis codos, pero todo se pone blanco con el intento. El sudor y la sangre caen por mi cara. Y él está aquí ahora, parado sobre mí. Ethan.
            - Por favor ayúdame, - digo. – Mi pierna está rota. No puedo caminar.
            Ethan se arrodilla junto a mí. Por un minuto su cara está oculta en las sombras. Se mueve cerca mío—no puedo ver lo que hace. Cada vez que intento mover mi cabeza, el mundo da vueltas. Pero luego una luz blanca ilumina los ángulos de su cara. Ha sacado el iPhone de mi cartera—puedo ver los puntos en su cubierta de Kate Spade.
            - No hay servicio aquí, - le digo. El dolor sube en dolorosas olas por mi pierna. – Por favor. Tienes que caminar hasta el estacionamiento y llamar al 911.
            Él mira hacia abajo a mí, su cara luce extrañamente blanca con el brillo electrónico del teléfono. Es casi como si no me reconociera. Por algún motivo, esto me asusta más que nada que haya ocurrido arriba del cañón. Comienzo a llorar, mi cuerpo se sacude en dolorosos y ahogados sollozos.
            - No puedo creer que me hayas hecho hacer esto, - dice, su voz suena hueca con decepción. – Después de todo lo que hice por ti. Yo no quería esto. Pensé que eras distinta, Sutton.
            Luego se arrodilla sobre mí, moviendo el cuello de mi remera. Sus dedos toman el medallón sobre mi garganta, y lo tira con tanta fuerza que la cadena se rompa.
            - ¡Devuélvelo! – le grito, mi respiración suena rasposa. - ¡Devuélvelo, pendejo! – Pero ya se alejó de mí, hacia las sombras. El suave parpadear de las estrellas se ha vuelto rítmico y latente. Palpitan a tiempo con el latir de mi corazón, resplandeciendo y después difuminándose, resplandeciendo y difuminándose.
            Luego ha vuelto, asomándose sobre mí. No es más que una forma oscura bloqueando las estrellas tras él, hay una roca dentada y puntiaguda en sus manos. La sostiene en altura sobre mi cabeza.
            - Si yo no puedo tenerte, nadie puede, - me dice.
            Cierro mis ojos, pero aún puedo oírla silbando en el aire cuando él la baja sobre mi cabeza.
            Antes de siquiera poder gritar, el mundo explota en luz—el gran final de una presentación de fuegos artificiales de verano—y luego, así de rápido, mi mundo se va repentina y finalmente a negro.

1 comentario:

  1. Maldito ethan!! Porqur Sutton no fingio que lr cai bien hasta que el enfermo ese la.llevara a. Su casa... Y depues hubira puesto una denuncia por acosador. Mierda pobre Sutton...

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