Emma encontró a Ethan camino a su
clase de alemán. – Thayer lo sabe, - susurró con urgencia. Ethan paró de golpe,
su mandíbula se movió sin hacer un sonido por un momento.
- ¿Qué? ¿Cómo? – finalmente preguntó
en voz baja. Emma lo llevó hacia un rincón detrás de una planta en un macetero.
Un gran ventanal daba vista sobre el campo de futbol.
Se mordió el labio. Thayer había
sospechado desde que la besó en la fiesta de Charlotte. Ethan sabía sobre el
beso—él los había pillado—pero no quería recordar el tema.
- Me llamó Emma, y respondí, -
admitió, volviendo a sentirse avergonzada. – Soy toda una idiota.
- No, no lo eres, - dijo Ethan ferozmente.
Emma miró a sus oscuros ojos azules, en donde la ansiedad competía con algo
más—una vigilancia feroz, quizás. Y a pesar de que sabía que Ethan no podía
protegerla realmente si es que el asesino estaba determinado a matar otra vez,
su sólida fuerza era reconfortante. Sintió cómo sus músculos lentamente se
relajaron, calmados por su presencia.
Emma suspiró y apoyó su cabeza en el
hombro de Ethan. – Digo… no tiene modo de probarlo. ¿Pero y si me pilla
mintiendo? ¿Y si averigua algo?
Los ojos de Ethan se entrecerraron.
– La única forma de que él pueda saberlo de forma segura es si él lo hizo. Yo aún
creo que él es sospechoso.
Ella negó con la cabeza
impacientemente. – Thayer estaba camino al hospital cuando Sutton murió. No hay
forma de que él pudiera haber vuelto al cañón con una pierna rota. De todos
modos, probablemente estaba drogado con analgésicos para ese entonces.
Ethan resopló evasivamente, lo cual
ella se tomó como que significaba “Ya-bueno-tiene-una-coartada-pero-no-tiene-por-qué-gustarme.”
Abrió su boca para decirle lo desesperado que Thayer lucía por saber la verdad,
pero antes de poder hablar, la mirada de Ethan se movió. Estaba mirando a algo
afuera de la ventana.
- ¡Mira! – Gritó - Se volteó para
ver hacia donde estaba apuntando.
Garrett y Celeste habían aparecido
en el campo de futbol. Emma no podía oír ninguna palabra a través del vidrio,
pero estaba claro que se estaban gritando. Celeste seguía diciendo que no con
su cabeza, sus largas trenzas rubias bailaban alrededor de su cabeza. La cara
de Garrett estaba de un feo rojo, arrugada con rabia. Él sacudía sus manos
violentamente frente a ella, lucía como si quisiera estrangularla.
Yo conocía esa expresión. Conocía
esa cara. Me sorprendió lo familiar que era de repente. Nuevos recuerdos
flotaron vagamente a la superficie. Recordé sus cambios de humor, su mal
temperamento. Lo recordé golpeando un locker, dejando una abolladura en el
metal, alejándose de mi enojado. Recordé cómo sus dedos dejaban manchas de
sangre en el limpio linóleo tras él.
- Wow, - Emma suspiró. Los dos
observaron como Celeste movió su mano desestimándolo y se volteó de vuelta
hacia la escuela. Garrett se quedó parado mirándola por un largo momento, su
pecho subía y bajaba con enojo. Luego se dio vuelta y caminó rápidamente a
través de la cancha, hacia una arboleda de cedros que separaba el campus de la
transitada calle al otro lado.
- Eso fue… intenso, - dijo Ethan con
incertidumbre.
- Ahora es nuestra oportunidad, -
dijo Emma, enderezándose. Ethan frunció el ceño.
- ¿Oportunidad para qué? – preguntó,
pero ella miró de un lado a otro en el vacío pasillo, sin responder. Tomó la
mano de Ethan y se apresuró por el pasillo hacia donde estaban los casilleros
de los de último año.
El casillero de Garrett estaba al
fondo de un pasillo a la vuelta de una esquina de una máquina de bebidas. Era
obvio cual era el de él—el símbolo de la buena suerte que los seguidores de
futbol habían hecho para las finales seguía colgado allí orgullosamente, en
letras de glitter rojo y dorado. Emma caminó rápidamente hacia él y examinó el
candado.
- ¿Qué estás haciendo? – Ethan
susurró.
- Lo que debimos haber hecho hace
mucho tiempo, - dijo, cerrando la boca. – Tú vigila, ¿bueno?
Él asintió apoyándose contra los
casilleros y mirando sobre la cabeza de Emma.
Lentamente giró la combinación hacia
el cero, y luego, cruzando los dedos de ambas manos, le dio un una patada
pequeña pero fuerte a la base del locker. La puerta se abrió, temblando con un
sonido metálico tambaleante en el vacío pasillo. Miró a ambos lados del pasillo
para ver si alguien había escuchado.
- ¿Dónde diablos aprendiste eso? –
Ethan preguntó, impresionado.
Ella sonrió. – Mi amiga Alex me
enseñó, en Henderson.
El casillero olía fuertemente a
mantequilla de maní y a algún after-shave musk. Una sudadera con gorro colgaba
del gancho. Había libros apilados ordenadamente en la repisa superior, rodeados
por cosas variadas—una peineta plástica, un puñado de vuelto, un protector
bucal atlético en una caja de plástico. Al interior de la puerta del locker
colgaba un espejo magnético, una foto desteñida de Sports Illustrated que mostraba a Mia Hamm rompiéndose la polera
para celebrar una victoria. Una foto de Garrett y Louisa parados frente al Gran
Cañón, y una foto de Celeste acurrucada en un sillón lleno de cosas en un
estudio lleno de libros.
- ¿Qué buscas? – Ethan susurró,
mirando el locker.
Emma negó con la cabeza. – No lo sé.
Quizás esto no tenga sentido. Supongo que no va a tener un letrero que diga YO
LO HICE adentro de su locker. – Se mordió el labio, sus ojos recorrían las
cosas de Garrett. – Leí que algunos asesinos guardaban recuerdos de sus
crímenes para poder revivirlos después. – Tiritó, imaginándose la clase de
cosas que encontraría en su casillero si Garrett se hubiera llevado un
recuerdo. Sería horripilante encontrar un mechón de cabello de Sutton o un
pedazo de su ropa—o algo peor.
Se agachó para abrir un bolso
deportivo Nike puesto en el suelo del casillero, pero todo lo que tenía era un
par de zapatillas de futbol, calcetines blancos, shorts de malla, una enorme
botella plástica verde de agua—una petaca de algo que olía como bourbon. Lo
volvió a cerrar, aun arrodillada, y suspiró.
- Supongo que fue un fracaso, - dijo
decepcionada. Ethan no respondió. Levantó la mirada hacia donde él estaba
parado junto a ella, frunciendo el ceño. - ¿Ethan?
Él estaba mirando algo en la repisa
de arriba. Ethan se estiró lentamente hacia arriba, y cuidadosamente, como si
fuera algo sucio, recogió una pequeña llave plateada colgando de una placa
metálica.
- ¿Ethan? – Se puso de pie
lentamente. - ¿Qué es?
Estiró su mano y le puso la llave en
la palma. Era pequeña—demasiado pequeña para ser la llave de una casa. Al lado
de la placa metálica, podía ver a penas la palabra ROSA. Una segunda palabra
estaba demasiado rayada para descifrarla. Debajo de eso estaba el número 356.
Frunció el ceño. - ¿Significa algo
para ti? – No conocía a nadie llamada Rosa en Hollier.
- Dala vuelta, - dijo Ethan, sus
ojos como plato. Emma ladeó su cabeza perpleja. Él apuntó con su cabeza a la
placa en su mano. Ella la volteó y la miró.
Al reverso de la placa, alguien había
grabado las iniciales S.M. en el metal. Su mano comenzó a temblar tanto que el
texto se puso borroso a sus ojos. Ethan se movió hacia ella, poniendo una mano
en cada uno de sus hombros para mantenerla quieta.
- ¿Qué significa? – su voz era un
susurro ronco y suplicante.
Antes de que Ethan pudiera
responder, se escuchó el eco de unos pasos que venían por la esquina. Emma se
metió la llave en el bolsillo de sus jeans y cerró el locker tan
silenciosamente como pudo. Luego miró frenéticamente a su alrededor buscando
algo para esconderse.
- Ven, - Ethan susurró, apoyándola
contra la pared y mirándola a los ojos. Ella luchó por un momento,
desorientada—pero de repente se quedó quieta cuando notó lo que estaba
haciendo. Le puso los labios en su boca, y a pesar de que su pulso seguía muy
acelerado, por un dulce momento, el beso se apoderó de ella y su pánico
subsidió.
- ¡Oh! ¡Perdón!
Ambos miraron a Celeste, quien se había
detenido en su camino cuando los vio. Estaba vestida en su típico estilo de
Arwen-de-la-Tierra-Media, en una túnica verde estampada por todos lados con
entramados celtas y un par de leggings. Las pulseras en sus muñecas rebotaban,
y docenas de aros plateados sin combinar colgaban de sus múltiples
perforaciones en las orejas. Sus ojos estaban rojos, su voz ronca por llorar.
Se secó furiosamente la cara e intentó forzar una sonrisa. – No quería, eh,
interrumpir.
Emma alejó de ella gentilmente a
Ethan. Celeste estaba parada con inseguridad en el pasillo, mirando a todos
lados menos a ellos. Emma podía ver un papel doblado en sus dedos. Debía haber
estado a punto de dejarle una nota en el casillero a Garrett.
- ¿Estás bien? – preguntó Emma.
Celeste se acomodó, sus brazaletes
sonaban musicalmente entre sí. Usualmente tenía una sensibilidad aérea y
etérea, pero hoy parecía estar sobrecargada con tristeza.
- Estoy bien. Digo, tú sabes cómo es
Garrett.
Celeste claramente estaba intentando
sonar despectiva, pero las palabras golpearon a Emma como un shock eléctrico.
No sabía cómo era Garrett, no realmente—pero frente a ella estaba alguien quien
sí sabía. Miró a Ethan, quien estaba parado un poco alejado, mirando a
cualquier lado menos Celeste. – Oye, Ethan, ¿podemos juntarnos después?
Miró perplejo por un momento. Luego
Emma le abrió más los ojos, intentando comunicarle que quería hablar a solas
con Celeste. Se levantó de donde se estaba apoyando en la pared, moviendo sus
libros. – Oh, eh, sí. De todos modos probablemente debería ir a clases. Nos
vemos, Celeste.
Los pasos de Ethan desaparecieron
por el pasillo. La máquina de bebidas daba un fuerte zumbido. Emma jugueteó con
el tirante de su cartera. – Sé que no somos amigas exactamente, Celeste, pero
yo—yo simplemente no quiero que salgas herida.
Celeste suspiró, mirando a través de
sus húmedas pestañas a los ojos de Emma. – Es un Aries. Siempre son intensos,
¿sabes?
- Um, cierto, - dijo Emma. Se mordió
el labio, pensando en lo que acababa de ver a través de la ventana. Garrett no
lucía intenso—lucía como que quería hacerle daño a alguien. – Solíamos pelear
mucho cuando estábamos juntos. Tiene un temperamento… que da miedo.
Celeste se apoyó contra la pared de
casilleros, observando cautelosamente a Emma, como si fuera reacia a confiar
demasiado. Emma no podía culparla exactamente—las chicas del Juego de las
Mentiras le habían jugado una broma hace pocas semanas. Pero luego de un
momento, Celeste habló, su voz baja y dudosa.
- Todo tiene que ver con Louisa. Lo
raro es que Louisa en realidad está bien. Digo, su mamá la puso en terapia, así
que ha tenido ayuda. Pero todo el asunto como que…. Lo rompió. Su espíritu está tan herido. Sigo pidiéndole que medite
conmigo. Me ayudó mucho después de que mis padres se divorciaron. Pero ni
siquiera lo quiere intentar.
Emma asintió cuidadosamente. - ¿Así
que crees que está enojado por… por lo que pasó con Louisa?
Celeste la miró raro. – Si. Por supuesto.
- Oh, bueno, nunca supe toda la historia.
Sabía que él estaba molesto por eso, obviamente, pero no sé realmente qué le molestaba, - dijo Emma buscando
algo.
El color se drenó de la cara de
Celeste. Miró por sobre su hombro como viendo si había gente escuchando. – No
debí haber dicho nada entonces. No es asunto mío esparcirlo.
Emma insultó mentalmente. Los
chismes siempre fluían libremente en Hollier, y la única vez que los
necesitaba, cerraban la boca completamente.
- No voy a inmiscuirme, - dijo. –
Sólo creo que debes tener cuidado. Digo… Garrett es bien volátil, Celeste.
Celeste entrecerró sus ojos
sospechosamente. Sutton Mercer no era conocida exactamente por su preocupación
por otros.
- Bueno, em, ten cuidado, - dijo
Emma, reconociendo su momento de irse. Puso l cartera de Sutton bajo su brazo y
se alejó.
- Oye, ¿Sutton?
Emma se detuvo y se volteó. Celeste
estaba parada en medio del pasillo, abrazándose los hombros.
- Escuché lo de tu hermana, - dijo.
– Lo siento. – Luego se volteó y desapareció, dejando a Emma con más preguntas
que respuestas.
Pero algo de lo que Celeste dijo
había despertado un extraño y hormigueante recuerdo al fondo de mi mente. Lo
sentía molestamente fuera de alcance, justo más allá de mi memoria, pero podía
sentirlo allí. Algo le había pasado a la hermana menor de Garrett—algo muy, muy
malo.
Quizás suficientemente malo para
convertir a su hermano en asesino.
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