Desde que había tomado el lugar de
Sutton hace tres meses, Emma se había acostumbrado a ser evitada por la mayoría
de los estudiantes en la Secundaria Hollier. Sutton tenía mala reputación,
después de todo, y nadie quería verse en medio de una broma del Juego de las
Mentiras. Pero al día siguiente, cuando las multitudes se dividieron ante ella
y Laurel al caminar por el pasillo, se sentía diferente. A ambos lados podía oír
susurros a penas ocultados.
- ¿Oíste que la chica muerta era su
hermana?
- Su hermana gemela.
- Sí, claro. No me importa lo que
digas, esta es alguna clase de broma. ¿Recuerdas el año pasado, cuando le dijo
a todos que le habían robado violentamente su auto?
Emma mantuvo su respiración estable
y pareja al caminar, intentando no dejar que el pánico la supere. Nunca se había
acostumbrado a que todos la miren, y ahora ni siquiera se molestaban en
ocultarlo. Si alguna vez había necesitado canalizar la actitud más cabrona de
Sutton, era ahora.
Dobló por una esquina y vio a
Charlotte y a Madeline de pie junto a su casillero. Cuando la vieron, se
apresuraron en ir a encontrarla, ambas lucían pálidas y preocupadas. Charlotte
llevaba dos tazas de café de papel e intentó pasarle una y abrazarla al mismo
tiempo.
- Allí estás, - murmuró en voz baja.
- ¿Estás bien? – Emma tomó la taza agradecida. La noche anterior, había armado
una videollamada con Charlotte y Madeline para decirles todo lo que había
ocurrido. No quería tener que explicarlo más de una vez. Para entonces ya
habían visto las noticias—Madeline no podía dejar de decir que era “tan raro” y
Charlotte parecía casi herida de que “Sutton” no les hubiera contado sobre su
gemela. Pero a su favor, ambas parecían más preocupadas por ella que otra cosa.
- ¿No tienes que estar en algún otro
lado? – Madeline le ladró a un chico bajo que llevaba una camisa de franela,
que parecía estar merodeando cerca, escuchándolas. El chico saltó y se
escabulló, aterrorizado. Charlotte suspiró, pasando su mano por su liso cabello
negro azabache.
Emma sonrió para agradecerle. – No
puedo creer lo que hace esta gente.
- Yo no puedo creer lo calmada que estás, - Charlotte dijo, mirando a
Emma. – Yo estaría hecha un desastre.
- Bueno, mi hermana es una gran
actriz, - Laurel dijo, mirando tranquilamente a Emma al hablar.
Emma se avergonzó ante las miradas
de sus amigas y se ajustó la cartera en el hombro. – Bueno, no estoy tan
calmada como parezco. De hecho, necesito aire. Voy a salir, ¿bueno? – Y antes
de que pudieran responder nada, salió rápidamente por la puerta de vidrio hacia
el patio interior. Tomó aire agradecida. Pronto tendría que volver allí, entrar
a otro salón de clases, y lidiar con más preguntas y miradas y susurros
maliciosos, pero por este único momento podía simplemente estar.
El patio interior estaba
profundamente ensombrecido, el sol de la mañana seguía demasiado bajo para
llegar a los rincones del pequeño cuadrado. Estaba sola—todos los demás estaban
camino a clases. Un puñado de árboles acacia en maceteros de terracota rodeaban
el área. Dio un paso hacia la banca ensombrecida por las hojas.
Entonces una mano apareció y le tomó
la muñeca. Gritó, retrocediendo instintivamente, pero la mano se afirmó más
fuerte alrededor de ella. Y luego vio quién era.
Thayer.
Profundas sombras colgaban de sus ojos, los que
tenían un brillo maniático. Estaba parado mirándola, aun afirmándole el brazo
fuertemente, y Emma, repentina y dolorosamente, notó cuánto más alto y fuerte
que ella él era.
- Tienes que decirme la verdad, -
chilló. – Ahora.
Emma miró a su alrededor frenéticamente,
pero nadie los veía. La campana para entrar a clases sonó al interior.
- Suéltame, Thayer, - dijo
severamente.
Los ojos de Thayer se entrecerraron,
pero de un momento a otro le soltó el brazo, como si ella estuviera en llamas.
– Sé que no eres Sutton, - dijo. Respiró profundamente y de forma irregular,
pasándose las manos por el cabello como un hombre poseído. – Tú eres la gemela,
¿Cierto? Tú intercambiaste lugares con ella. No sé por qué ni como. Pero sabía
que tú no eras ella. Lo he sabido desde la primera vez que te vi.
Thayer.
Parte de mi quería que Emma se estire y lo toque, para yo poder sentirlo,
aunque sea por un segundo.
Pero ella se sacudió el cabello y lo
miró relajadamente, haciendo su mejor esfuerzo para enmascarar su corazón
acelerado. – Thayer, estás loco. Nunca siquiera conocí a Emma.
En eso, Thayer dejó salir un
grito—algo entre un rugido y un grito—y tomó la parte de enfrente de la polera
de Emma, tirándola hacia adelante. Los músculos en su cuello estaban rígidos. –
Dime la verdad, - rugió, su aliento se sentía caliente en su cara. Emma gimió,
intentando soltarse, pero él no la dejaba ir. - ¡No me mientas! ¿Qué le hiciste?
- ¡Thayer, para! – grité
inútilmente. – Está intentando ayudarme. – Pero era incapaz—incapaz de
hablarle, incapaz de consolarlo. Sólo podía quedarme parada y ver.
Lágrimas se habían acumulado en los
ojos de Emma. Por un momento, la cara de Thayer era como una máscara grotesca,
retorcida de la rabia, pero cuando vio que ella estaba llorando, algo en su
expresión cambió. Le soltó la polera tan abruptamente que se tropezó. Luego él
caminaba de un lado a otro haciendo una trayectoria corta, como una pantera
buscando su presa.
Emma se abrazó, temblando
incontrolablemente, y se secó las lágrimas de las mejillas. Las manos de Thayer
estaban empuñadas, y cada movimiento que hacía parecía rígido, con una fuerza a
penas controlada. Pero cuando se detuvo y se volteó hacia ella, la ira se había
derretido, dejando nada más que angustia.
- Por favor, - susurró. Dio un paso
al frente, pero se detuvo cuando la vio estremecerse. – Sólo necesito saberlo.
¿Está…— - se ahogó al decirlo. - ¿Está muerta?
Los ojos color avellana de Thayer
buscaban en su cara con un anhelo desesperado, moviéndose sobre sus facciones,
intentando encontrar en el interior a la chica que amaba. El corazón de Emma se
retorcía en su pecho. Deseaba poder decirle lo atrapada que se sentía. Cuán
profundo era su propio luto. Lo mucho que lamentaba tener que herirlo. Pero una
cruel voz irritante recitó la amenaza en su mente. Sutton no hizo lo que le dije, y ella pagó por eso… Sigue actuando, o
Nisha no será la única persona por quien te preocupes que muera por tu culpa.
Garrett ya había intentado golpear a Thayer
con su auto. Si mataba a Thayer, nunca
se perdonaría a sí misma.
Invocando cada grano que le quedaba de
la frescura de Sutton, Emma dirigió una mirada dura al chico frente a ella.
- ¿Cómo te atreves? – preguntó, su
voz era tan cortante como el vidrio. Thayer abrió su boca para decir algo, pero
ella habló por encima de él. – Mi hermana murió
en ese cañón. Todos en la escuela me están mirando como si yo fuera una rara.
¿Y ahora tú me acusas de tomar su lugar en alguna clase de Juego de Gemelas retorcido? – Se enderezó hasta su altura máxima, tocando
salvajemente con su dedo el pecho de Thayer. - ¿Estás drogado? ¿O sólo celoso?
Te encantaría que yo sea Emma, porque eso significaría que yo no te dejé por
Ethan después de todo. Te habías ido. Me enamoré de Ethan. Fin de la historia.
Lo que tú y yo tuvimos está acabado… y quizás no deberíamos molestarnos en
tratar de ser amigos si vas a ser tan cruel.
La mano de Thayer cayó como muerta,
alejándose de ella, y se quedó de pie deslumbrado, como si lo hubiera
abofeteado. Emma luchó contra la necesidad de abrazarlo, de retirar todo lo
dicho, su garganta ardía con cada palabra. Herirlo era la única forma de
mantenerlo a salvo. Tomó su cartera y se volteó para volver a la escuela.
- Oye, Emma.
Y antes de poder evitarlo, dejó de
caminar.
- Eso pensaba, - dijo en voz baja.
Emma se volteó, desesperada por decir algo, lo
que sea, para arreglar su error—pero Thayer ya se había ido.
Había estado esperando todos estos
meses que alguien se dé cuenta de que Emma no era yo. Pero ahora que finalmente
había ocurrido, todo lo que sentí fue un frío y enfermizo temor.
Porque lo que Thayer sabía, podía
matarlo.
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