miércoles, 13 de abril de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 4 - Adiós, mi eneamiga


            Algunas horas más tarde, Emma condujo el Volvo vintage de Sutton hasta la acera de Ethan para dejarlo. Al otro lado de la calle, el Cañón Sabino se asomaba como malas noticias. Al lado, las luces estaban apagadas y estaba todo silencioso en la casa de los Banerjee.

            La casa de Ethan, un adosado color arena con la pintura desquebrajándose a los lados, era una de las más pequeñas del bloque. Lucia como si alguna vez hubiera sido bonita, pero no había sido cuidada. Emma sospechaba que Ethan intentaba mantener el lugar lo mejor que podía, pero era difícil mantener el ritmo sin su papá en casa—el Sr. Landry básicamente los había abandonado hace algunos años, cuando la Sra. Landry fue diagnosticada con cáncer.

            Ethan se volteó hacia ella. – Buenas noches, - le susurró, inclinándose por encima de la caja de cambios y dándole el beso más suave que se podía imaginar en los labios. Ella cerró sus ojos. Por sólo un momento, nada en el mundo existía más allá del lugar donde sus labios se encontraban.

            - Buenas noches, - dijo mientras él se alejaba. Se le quedó mirando, y luego se bajó del auto y caminó por la entrada hacia su casa.

            Las luces delanteras del auto creaban sombras a su alrededor—abstractos largos y delgados de su cuerpo. Su aroma a ropa recién lavada se quedó en el auto, ella lo observó mientras subía los escalones para entrar.

            Emma se sonrió a sí misma, tocándose la boca con los dedos como si pudiera guardar el recuerdo del beso allí de alguna forma. Observó cómo la luz del cuarto de Ethan se iluminó un momento después, y se lo imaginó sentándose en su escritorio, abriendo su libro de cálculo o encendiendo su computado, sus ojos azul oscuro lucían pensativos bajo su ceja arrugada.

            Chico Lindo Distrae Enormemente a Detective Amateur. El titular pasó frente a sus ojos como si fuera un periódico, un viejo habito suyo. Sacudió su cabeza para despejarla, luego puso el auto en reversa y retrocedió.

            En la calle, sus ojos cayeron en la casa de Nisha. Se detuvo con el pie en el freno. Un muro bajo con adornos de metal fundido rodeaban el terreno, pero podía ver que la mayoría de las ventanas estaban oscuras. Lograba divisar la luz tenue de la piscina en el patio trasero. Un agudo dolor le atravesó el corazón. Allí era donde había ocurrido.

            Emma pensó en lo que el Dr. Banerjee había dicho sobre que el cuarto de Nisha había sido saqueado. ¿Y si el asesino no había logrado encontrar lo que estaba buscando? Si el Dr. Banerjee y la policía ya habían revisado la habitación, había pocas posibilidades. Pero aún valía la pena intentarlo. Detuvo el auto en la acera y puso el freno.

            La luz del pórtico que se activaba con sensor, se iluminó cuando estaba a un par de metros de distancia de la puerta. En contraste con el jardín lleno de malezas de Ethan, los Banerjee tenían el jardín xeriscape[1] lleno de piedras de rio blancas y cactus florecidos. Pero también habían señales de olvido—bajo una higuera había frutas medio podridas. Ramas y hojas flotaban en el agua de una austera fuente para pájaros. Cuando Emma se acercó al pórtico, un gran gato atigrado con el pelo apelmazado hizo miau lastimeramente, sus ojos brillaban como lámparas en la oscuridad.

            Emma se detuvo en la puerta. El gato se paseaba entre sus tobillos, un suave ronroneo de esperanza salía de su garganta. Tragó saliva, su osadía estaba dudando— ¿Era insensible hacerle preguntas a un padre de duelo sobre la muerte de su hija? ¿Qué iba a preguntar, de todos modos? Miró hacia atrás a la oscura y descomunal silueta del cañón. El asesino podría estar observándola, incluso ahora mismo. ¿Y si empeoraba las cosas para el Dr. Banerjee? ¿Y si el asesino de Sutton decidía que él, como Nisha, sabía demasiado?

            Tocó el timbre antes de poder cambiar de opinión. El sonido del timbre sonó tan repentinamente en esa tranquila tarde que la hizo saltar. Luego de mucho tiempo, pensó que oía pasos, y luego el Dr. Banerjee abrió la puerta.

            A pesar de que era poco después de las siete, llevaba una larga bata de tela escocesa abierta por sobre un par de shorts atléticos de malla y una remera con manchas de café que decía PAPÁ DE TENIS DE HOLLIER. Sus gruesos lentes estaban chuecos, haciendo que uno de sus ojos se vea grotescamente grande mientras que el otro miraba entrecerrado. Su cabello estaba parado en una loca nube alrededor de su cabeza.

            Antes de que Emma pudiera decir algo, el gato corrió entre las piernas de él y entró hacia el oscuro pasillo de más allá. El Dr. Banerjee lo observó caminar con una mirada abstraída. - ¿Agassi? – Luego miró a Emma. Por un momento, lucía en blanco, como si no pudiera recordad quién era. Parpadeó.

            - Sutton, - dijo finalmente. – Hola. ¿Trajiste a Agassi a su hogar?

            - Um, de hecho quería preguntarle algo. Sobre Nisha.

            Sus ojos parecieron enfocarse rápidamente, su mirada de semi-confusión se evaporó de una vez. - ¿Qué pasa? ¿Sabes qué fue lo que le pasó?

            Emma se mordió el labio. – Lo siento, Dr. Banerjee. Yo tampoco lo entiendo. – Se acomodó. – Pero me estaba preguntando si yo podría…. Entrar al cuarto de Nisha. No voy a desordenar nada. Sólo quería despedirme.

            El Dr. Banerjee se sacó sus lentes y los limpió con el borde de su sucia polera. Cuando se los volvió a poner, lucían más sucios que antes. Una triste sonrisa torció sus labios hacia arriba, apenas visible. Se estiró y le tocó el codo. – Por supuesto, Sutton.

            En algún sitio en las profundidades de la casa, el gato gritó fuertemente. El Dr. Banerjee se movió. – Supongo que debo alimentarlo, - dijo vagamente. Su visión se puso distante de nuevo, como si el esfuerzo requerido para enfocar su atención se hubiera acabado finalmente. Se pasó los dedos por el cabello y lo dejó más desordenado que nunca. – Sal sola cuando hayas acabado, - dijo, luego desapareció por el pasillo.

            La casa estaba casi completamente oscura. Una lámpara con forma de flor en el pasillo que llevaba al cuarto de Nisha, iluminaba justo lo suficiente para que Emma pueda moverse. Pasando por la resplandeciente cocina de bronce, vio los restos de una semana entera de comida a domicilio amontonada en los mesones. Cajas de pizza y contenedores de comida china se amontonaban peligrosamente. Una mosca circulaba por una samosa a medio comer en un plato de cerámica. Un pote caído de helado Ben & Jerry’s estaba sobre un charco de Cherry Garcia derretido.

            Emma había estado una vez antes en el cuarto de Nisha, durante su segunda semana en Tucson. En ese entonces Nisha todavía era una sospechosa, y se había colado al cuarto durante una cena de tenis para encontrar pistas. Ahora, cuando prendió la luz, estaba sorprendida de ver lo poco cambiada que estaba desde entonces. No había señales del desorden que había hecho el asesino de Nisha—lucia como que el Dr. Banerjee había ordenado todo. La colcha morada estaba estirada, ocho cojines esponjosos estaban contra la cabecera como en un anuncio para un hotel de cinco estrellas. Todos sus libros estaban en orden alfabético en las repisas. La única evidencia de que alguien había perturbado ese cuarto era un cajón de la cómoda que tenía la parte de enfrente rota. Aparte de eso, lucia como si Nisha podría haber salido recién de su cuarto.

            Emma se quedó parada en medio de la alfombra. Ni siquiera sabía qué era lo que estaba buscando, mucho menos dónde podría haberlo ocultado Nisha. Tendría que esperar darse cuenta cuando lo viera. Mientras miraba, Agassi entró por la puerta y saltó sobre la cama.

            Emma empezó por la cómoda, buscando entre las ordenadas pilas de sweaters y poleras, sintiendo la parte de atrás y debajo de cada cajón, buscando un compartimiento secreto o una nota pegada fuera de vista. Nisha guardaba sus pertenencias ordenadas por color y perfectamente organizadas, y la vista de sus calcetines de tenis color blanco puro, ordenados fila por fila, le provocó un arrebato de duelo a Emma. Se arrodilló y examinó el escritorio, revisó bajo la cama, e incluso levantó la alfombra del suelo. Nada parecía fuera de lugar. Se sopló un mechón de cabello de la cara y suspiró.

            Nisha mantenía sus fotos tras un panel de vidrio cerca de su cabecera. Emma se arrodilló frente a él, con sus ojos revisando el collage. La mayoría eran fotos de Nisha jugando tenis. También había algunas de ella con una mujer que Emma asumía que era su madre, elegante con aretes de perla y labial color borgoña, y varas fotos de Agassi con el pelo brillante y bien peinado.

            Luego Emma notó una nueva fotografía, una que no estaba allí la vez pasada. Era una fotografía vieja, ligeramente arrugada, y sin marco. Mostraba a tres niñas pequeñas en patines de hielo, abrazadas y riéndose tanto que una de las niñas del borde—una rubia pequeña con el cabello en colitas—parecía que estaba a punto de caerse. Todas llevaban vestidos abultados de fiesta, y la chica del medio tenía una tiara en su cabello oscuro. Eran Laurel, Nisha, y Sutton. A Sutton le faltaba un diente. En una de sus mejillas tenía una estrella morada pintada y con glitter. Tenía de fecha el veinte de abril, con las palabras MI OCTAVO CUMPLEAÑOS.

            Los labios de Emma se voltearon hacia abajo. Érase una vez, Nisha había sido amiga de Sutton—o al menos suficientemente amigable como para invitarla a su fiesta de cumpleaños, para patinar abrazadas. Lucia como si Nisha la había colgado recientemente, después de que había comenzado a juntarse con Emma.

            Por un momento escuché una risa infantil haciendo eco por los corredores de i memoria. Ese día en la pista de hielo, Nisha y yo tratamos de aprender algunos de los trucos que habíamos visto en los juegos olímpicos. Michelle Kwan hacía que los giros parezcan tan fáciles, pero pasamos la mayor parte de nuestro tiempo cayéndonos de trasero y riéndonos de nosotras mismas. No podía recordar por qué terminamos odiándonos tanto. Quizás era que éramos parecidas en todas las cosas equivocadas. Queríamos las mismas cosas y ambas estábamos dispuestas a pelear por ellas.

            Emma se puso de pie y suspiró. Si es que había habido alguna evidencia aquí, ya estaba en las manos del asesino. Después de todo, el asesino de Sutton siempre había estado un paso adelante de ella desde que llegó a Tucson. ¿Por qué sería distinto esta vez?

            Se quedó parada en la puerta, pasando su mirada una vez más por el dormitorio de Nisha. Adiós, Nisha, pensó. Lamento mucho que hayas sido arrastrada en esto. Apagó la luz y comenzó a caminar por el pasillo. En la puerta de la cocina se detuvo repentinamente, mordiéndose el labio. Luego, impulsivamente, fue hacia el mesón y comenzó a reunir los contenedores de comida vacíos. Encontró un rollo de toalla de papel bajo el lavaplatos y limpió los mesones, luego cargó el lavavajillas, moviéndose tan silenciosamente como pudo. En algún lugar de la casa, podía oír el suave murmullo de una televisión.

            Luego metió las cajas de comida a domicilio en una bolsa de basura y se la llevó consigo, más allá de la lámpara de noche, más allá de los bellos muebles y los tapices coloridos y brillantes y todas las otras cosas que el Dr. Banerjee alguna vez había compartido con su familia—hasta la oscuridad de más allá.

            Adiós, Nisha. Añadí mi despedida a la de mi hermana. Prometo, que quien sea que nos hizo esto va a pagarlo.






[1] Xeriscape: Estilo de paisajismo que se caracteriza por el bajo consumo de agua.

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