Algunas horas más tarde, Emma
condujo el Volvo vintage de Sutton hasta la acera de Ethan para dejarlo. Al
otro lado de la calle, el Cañón Sabino se asomaba como malas noticias. Al lado,
las luces estaban apagadas y estaba todo silencioso en la casa de los Banerjee.
La casa de Ethan, un adosado color
arena con la pintura desquebrajándose a los lados, era una de las más pequeñas
del bloque. Lucia como si alguna vez hubiera sido bonita, pero no había sido
cuidada. Emma sospechaba que Ethan intentaba mantener el lugar lo mejor que
podía, pero era difícil mantener el ritmo sin su papá en casa—el Sr. Landry
básicamente los había abandonado hace algunos años, cuando la Sra. Landry fue
diagnosticada con cáncer.
Ethan se volteó hacia ella. – Buenas
noches, - le susurró, inclinándose por encima de la caja de cambios y dándole
el beso más suave que se podía imaginar en los labios. Ella cerró sus ojos. Por
sólo un momento, nada en el mundo existía más allá del lugar donde sus labios
se encontraban.
- Buenas noches, - dijo mientras él
se alejaba. Se le quedó mirando, y luego se bajó del auto y caminó por la
entrada hacia su casa.
Las luces delanteras del auto
creaban sombras a su alrededor—abstractos largos y delgados de su cuerpo. Su
aroma a ropa recién lavada se quedó en el auto, ella lo observó mientras subía los
escalones para entrar.
Emma se sonrió a sí misma, tocándose
la boca con los dedos como si pudiera guardar el recuerdo del beso allí de
alguna forma. Observó cómo la luz del cuarto de Ethan se iluminó un momento
después, y se lo imaginó sentándose en su escritorio, abriendo su libro de
cálculo o encendiendo su computado, sus ojos azul oscuro lucían pensativos bajo
su ceja arrugada.
Chico
Lindo Distrae Enormemente a Detective Amateur. El titular pasó frente a sus
ojos como si fuera un periódico, un viejo habito suyo. Sacudió su cabeza para
despejarla, luego puso el auto en reversa y retrocedió.
En la calle, sus ojos cayeron en la
casa de Nisha. Se detuvo con el pie en el freno. Un muro bajo con adornos de
metal fundido rodeaban el terreno, pero podía ver que la mayoría de las
ventanas estaban oscuras. Lograba divisar la luz tenue de la piscina en el
patio trasero. Un agudo dolor le atravesó el corazón. Allí era donde había
ocurrido.
Emma pensó en lo que el Dr. Banerjee
había dicho sobre que el cuarto de Nisha había sido saqueado. ¿Y si el asesino
no había logrado encontrar lo que estaba buscando? Si el Dr. Banerjee y la
policía ya habían revisado la habitación, había pocas posibilidades. Pero aún valía
la pena intentarlo. Detuvo el auto en la acera y puso el freno.
La luz del pórtico que se activaba
con sensor, se iluminó cuando estaba a un par de metros de distancia de la
puerta. En contraste con el jardín lleno de malezas de Ethan, los Banerjee
tenían el jardín xeriscape[1]
lleno de piedras de rio blancas y cactus florecidos. Pero también habían
señales de olvido—bajo una higuera había frutas medio podridas. Ramas y hojas
flotaban en el agua de una austera fuente para pájaros. Cuando Emma se acercó
al pórtico, un gran gato atigrado con el pelo apelmazado hizo miau
lastimeramente, sus ojos brillaban como lámparas en la oscuridad.
Emma se detuvo en la puerta. El gato
se paseaba entre sus tobillos, un suave ronroneo de esperanza salía de su
garganta. Tragó saliva, su osadía estaba dudando— ¿Era insensible hacerle
preguntas a un padre de duelo sobre la muerte de su hija? ¿Qué iba a preguntar,
de todos modos? Miró hacia atrás a la oscura y descomunal silueta del cañón. El
asesino podría estar observándola, incluso ahora mismo. ¿Y si empeoraba las
cosas para el Dr. Banerjee? ¿Y si el asesino de Sutton decidía que él, como
Nisha, sabía demasiado?
Tocó el timbre antes de poder
cambiar de opinión. El sonido del timbre sonó tan repentinamente en esa
tranquila tarde que la hizo saltar. Luego de mucho tiempo, pensó que oía pasos,
y luego el Dr. Banerjee abrió la puerta.
A pesar de que era poco después de
las siete, llevaba una larga bata de tela escocesa abierta por sobre un par de
shorts atléticos de malla y una remera con manchas de café que decía PAPÁ DE
TENIS DE HOLLIER. Sus gruesos lentes estaban chuecos, haciendo que uno de sus
ojos se vea grotescamente grande mientras que el otro miraba entrecerrado. Su
cabello estaba parado en una loca nube alrededor de su cabeza.
Antes de que Emma pudiera decir
algo, el gato corrió entre las piernas de él y entró hacia el oscuro pasillo de
más allá. El Dr. Banerjee lo observó caminar con una mirada abstraída. -
¿Agassi? – Luego miró a Emma. Por un momento, lucía en blanco, como si no
pudiera recordad quién era. Parpadeó.
- Sutton, - dijo finalmente. – Hola.
¿Trajiste a Agassi a su hogar?
- Um, de hecho quería preguntarle
algo. Sobre Nisha.
Sus ojos parecieron enfocarse
rápidamente, su mirada de semi-confusión se evaporó de una vez. - ¿Qué pasa?
¿Sabes qué fue lo que le pasó?
Emma se mordió el labio. – Lo
siento, Dr. Banerjee. Yo tampoco lo entiendo. – Se acomodó. – Pero me estaba
preguntando si yo podría…. Entrar al cuarto de Nisha. No voy a desordenar nada.
Sólo quería despedirme.
El Dr. Banerjee se sacó sus lentes y
los limpió con el borde de su sucia polera. Cuando se los volvió a poner,
lucían más sucios que antes. Una triste sonrisa torció sus labios hacia arriba,
apenas visible. Se estiró y le tocó el codo. – Por supuesto, Sutton.
En algún sitio en las profundidades
de la casa, el gato gritó fuertemente. El Dr. Banerjee se movió. – Supongo que
debo alimentarlo, - dijo vagamente. Su visión se puso distante de nuevo, como
si el esfuerzo requerido para enfocar su atención se hubiera acabado
finalmente. Se pasó los dedos por el cabello y lo dejó más desordenado que
nunca. – Sal sola cuando hayas acabado, - dijo, luego desapareció por el
pasillo.
La casa estaba casi completamente
oscura. Una lámpara con forma de flor en el pasillo que llevaba al cuarto de
Nisha, iluminaba justo lo suficiente para que Emma pueda moverse. Pasando por
la resplandeciente cocina de bronce, vio los restos de una semana entera de
comida a domicilio amontonada en los mesones. Cajas de pizza y contenedores de
comida china se amontonaban peligrosamente. Una mosca circulaba por una samosa
a medio comer en un plato de cerámica. Un pote caído de helado Ben &
Jerry’s estaba sobre un charco de Cherry Garcia derretido.
Emma había estado una vez antes en
el cuarto de Nisha, durante su segunda semana en Tucson. En ese entonces Nisha
todavía era una sospechosa, y se había colado al cuarto durante una cena de
tenis para encontrar pistas. Ahora, cuando prendió la luz, estaba sorprendida
de ver lo poco cambiada que estaba desde entonces. No había señales del
desorden que había hecho el asesino de Nisha—lucia como que el Dr. Banerjee había
ordenado todo. La colcha morada estaba estirada, ocho cojines esponjosos
estaban contra la cabecera como en un anuncio para un hotel de cinco estrellas.
Todos sus libros estaban en orden alfabético en las repisas. La única evidencia
de que alguien había perturbado ese cuarto era un cajón de la cómoda que tenía
la parte de enfrente rota. Aparte de eso, lucia como si Nisha podría haber
salido recién de su cuarto.
Emma se quedó parada en medio de la
alfombra. Ni siquiera sabía qué era lo que estaba buscando, mucho menos dónde
podría haberlo ocultado Nisha. Tendría que esperar darse cuenta cuando lo
viera. Mientras miraba, Agassi entró por la puerta y saltó sobre la cama.
Emma empezó por la cómoda, buscando
entre las ordenadas pilas de sweaters y poleras, sintiendo la parte de atrás y
debajo de cada cajón, buscando un compartimiento secreto o una nota pegada
fuera de vista. Nisha guardaba sus pertenencias ordenadas por color y
perfectamente organizadas, y la vista de sus calcetines de tenis color blanco
puro, ordenados fila por fila, le provocó un arrebato de duelo a Emma. Se
arrodilló y examinó el escritorio, revisó bajo la cama, e incluso levantó la
alfombra del suelo. Nada parecía fuera de lugar. Se sopló un mechón de cabello
de la cara y suspiró.
Nisha mantenía sus fotos tras un
panel de vidrio cerca de su cabecera. Emma se arrodilló frente a él, con sus
ojos revisando el collage. La mayoría eran fotos de Nisha jugando tenis. También
había algunas de ella con una mujer que Emma asumía que era su madre, elegante
con aretes de perla y labial color borgoña, y varas fotos de Agassi con el pelo
brillante y bien peinado.
Luego Emma notó una nueva fotografía,
una que no estaba allí la vez pasada. Era una fotografía vieja, ligeramente
arrugada, y sin marco. Mostraba a tres niñas pequeñas en patines de hielo,
abrazadas y riéndose tanto que una de las niñas del borde—una rubia pequeña con
el cabello en colitas—parecía que estaba a punto de caerse. Todas llevaban
vestidos abultados de fiesta, y la chica del medio tenía una tiara en su
cabello oscuro. Eran Laurel, Nisha, y Sutton. A Sutton le faltaba un diente. En
una de sus mejillas tenía una estrella morada pintada y con glitter. Tenía de
fecha el veinte de abril, con las palabras MI OCTAVO CUMPLEAÑOS.
Los labios de Emma se voltearon
hacia abajo. Érase una vez, Nisha había sido amiga de Sutton—o al menos
suficientemente amigable como para invitarla a su fiesta de cumpleaños, para
patinar abrazadas. Lucia como si Nisha la había colgado recientemente, después
de que había comenzado a juntarse con Emma.
Por un momento escuché una risa
infantil haciendo eco por los corredores de i memoria. Ese día en la pista de
hielo, Nisha y yo tratamos de aprender algunos de los trucos que habíamos visto
en los juegos olímpicos. Michelle Kwan hacía que los giros parezcan tan
fáciles, pero pasamos la mayor parte de nuestro tiempo cayéndonos de trasero y
riéndonos de nosotras mismas. No podía recordar por qué terminamos odiándonos
tanto. Quizás era que éramos parecidas en todas las cosas equivocadas.
Queríamos las mismas cosas y ambas estábamos dispuestas a pelear por ellas.
Emma se puso de pie y suspiró. Si es
que había habido alguna evidencia aquí, ya estaba en las manos del asesino.
Después de todo, el asesino de Sutton siempre había estado un paso adelante de
ella desde que llegó a Tucson. ¿Por qué sería distinto esta vez?
Se quedó parada en la puerta,
pasando su mirada una vez más por el dormitorio de Nisha. Adiós, Nisha, pensó. Lamento
mucho que hayas sido arrastrada en esto. Apagó la luz y comenzó a caminar
por el pasillo. En la puerta de la cocina se detuvo repentinamente, mordiéndose
el labio. Luego, impulsivamente, fue hacia el mesón y comenzó a reunir los
contenedores de comida vacíos. Encontró un rollo de toalla de papel bajo el
lavaplatos y limpió los mesones, luego cargó el lavavajillas, moviéndose tan
silenciosamente como pudo. En algún lugar de la casa, podía oír el suave
murmullo de una televisión.
Luego metió las cajas de comida a
domicilio en una bolsa de basura y se la llevó consigo, más allá de la lámpara
de noche, más allá de los bellos muebles y los tapices coloridos y brillantes y
todas las otras cosas que el Dr. Banerjee alguna vez había compartido con su
familia—hasta la oscuridad de más allá.
Adiós,
Nisha. Añadí mi despedida a la de mi hermana. Prometo, que quien sea que nos hizo esto va a pagarlo.
[1] Xeriscape: Estilo de paisajismo
que se caracteriza por el bajo consumo de agua.
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