miércoles, 2 de marzo de 2016

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 31 - Historia del orígen

<<<Capítulo Anterior



            Mis pulmones arden en mi pecho con los brazos de mi madre firmes alrededor mío. Veo brillantes colores de caleidoscopio tras mis ojos cerrados; rojos y verdes explotando ante mi visión. Alguna parte ancestral de mi cerebro se activa, un instinto primitivo de supervivencia. Mi cuerpo se gira dentro de su agarre. Ella es más fuerte de lo que parece—pero yo también. Me sacudo de allá para acá, luchando por respirar, mis brazos y piernas se retuercen en todas direcciones. Y de repente me libero y me tambaleo alejándome de ella.


            Caigo al suelo, demasiado mareada y sin oxígeno como para moverme.

            Ella camina hacia mí. Abro la boca para gritar por ayuda, gritarle que se quede lejos de mí, pero mis pulmones están vacíos en mi interior. Su cara está oculta a las sombras de su pelo. Camina como alguna clase de monstruo, con movimientos titubeantes, y se arrodilla a mi lado.

            La luna brilla desde detrás de una nube, y de repente puedo ver su cara tan claramente como si fuera de día. Está llorando.

            - Sutton, sé que estás molesta, pero tienes que respirar, cariño. Respira profundo. Estás hiperventilándote. – Me alcanza la mano. Busco en su cara esa grotesca sonrisa maliciosa, la ira que creí haber visto solo segundos atrás, pero no puedo encontrarla. Impresionada, me pregunto: ¿Acaso solo era la cara de una mujer intentando no llorar?

            Tomo aire profunda y temblorosamente, y cuando exhalo, el mundo parece más claro.

            - ¿Qué… quieres de mí? – pregunto jadeando.

            Becky mueve la cabeza de un lado al otro, con sus labios temblando. – Sólo quería conocerte, Sutton. Es todo. Lo siento. No debí haberte tomado de esa forma. Pero… he querido sostenerte por casi dieciocho años ya.

            ¿Quería… sostenerme? ¿Eso era un abrazo? Mi mente da vueltas. Avergonzada, comprendo—no me aplastó en lo absoluto. Simplemente entré en pánico cuando puso sus brazos alrededor mío.

            Vaya reina de las bromas que soy. Casi me asfixié de miedo.

            Tomo mucho aire tres o cuatro veces más. No me vuelve a tocar, pero se sienta a mi lado, observándome con preocupación. Sus ojos siguen húmedos, peros sus lágrimas dejaron de correr.

            - Aquí estamos, sentadas en la mugre otra vez, - dice. Yo no digo nada. Se muerde el labio. – Lo siento, Sutton. Siempre hago esto. Siempre encuentro un modo de arruinar las cosas.

            Luce tan desolada sentada allí que casi siento lastima por ella. Pero aún no estoy lista para sentir lastima por ella, para perdonarla. Ella que arruinó las cosas, comenzando cuando me dejó con mis abuelos y terminando con nosotras gritándonos en las montañas.

            Los ojos de Becky caen al relicario que siempre uso. Lo tomo con la mano, cohibida, medio para ocultárselo, medio para asegurarme de que sigue allí.

            - Sigues usando mi relicario, - dice suavemente.

            Mis pelos se vuelen a erizar. ¿Su relicario? Este es mi distintivo, la pieza principal de mi estilo. Mis padres me lo dieron cuando yo era pequeña, y ahora todos saben que nunca he sido vista sin él. La pequeña esfera plateada se siente fría en mis dedos. No quiero creer que algo que es de ella ha estado colgando de mi cuello todo este tiempo.

            - Mi mamá y papá me lo dieron, - digo, tan malvada como puedo. – Si es que fue tuyo, ya no lo es.

            - No, claro que no. No quise decir—Digo, yo lo dejé para ti, Sutton. Lo dejé para que tuvieras algo de mí. Algo para que me recuerdes.

            Nos quedamos en silencio un momento. Una lechuza grita por sobre nosotras, cazando. Toco un sticker que está en mis shorts de mezclilla desde mi larga caída por el bosque. Finalmente, hablo.

            - Lo uso cada día, - suspiro. La plata comienza a entibiarse en mi mano.

            Becky se saca un elástico de su muñeca y se hace un moño. Con su cabello ordenado luce más calmada. Toma aire.

            - Quizás ahora puedes ver, un poco, por qué tuve que dejarte. No soy buena con la gente, Sutton. Me pongo… agitada. Me confundo fácilmente. Soy irritable.

            - ¿Qué te hizo ser así? – Digo. Su frente se arruga con tristeza. Se encoge de hombros.

            - Es como soy. Mamá y papá…digo, tus abuelos… ellos hicieron lo mejor por mí. Pero algunas personas simplemente están dañadas por dentro, no importa cómo luzcan sus vidas. A veces me mejoro por un tiempo. Creo que puedo cuidarme a mí misma, quizás incluso a ti… pero nunca dura. – Exhala audiblemente. – Dejarte con mis padres fue una de las cosas más difíciles que he hecho. Tienes que entenderlo. No quería hacerlo—seguía intentando convencerme de que podría cuidarte. A ti y a tu hermana.

            Frunzo el ceño. - ¿Laurel también es tuya? – Eso no tiene sentido. Laurel es sólo seis meses más joven que yo. Sería imposible.

            - No, no. Se para y se sacude las hojas secas y ramas de su pantalón. Se estira, luego mira a las luces de la ciudad, dándome la espalda. - ¿Te has preguntado qué significa la ‘E’ en tu relicario?

            Me encojo de hombros, a pesar de que no me está mirando. Me levanto con mis frágiles palmas. Mis piernas son un único arañazo, y tengo un dolor en la parte de debajo de mis costillas que sé que va a ser un serio moretón. MI remera está prácticamente arruinada, rota y cubierta de tierra. Suspiro, moviéndome hacia su lado a la plataforma para mirar al vecindario.

            Cuando yo era menor, solía tener un sueño recurrente de que mi reflejo se salía del espejo y jugábamos juntas. Cuando le contaba mis sueños a Laurel, decía que sonaban tenebrosos, pero en realidad no lo eran. Mi reflejo y yo corríamos en un parque tomadas de la mano mientras el sol subía al cielo. Yo sabía, de esa forma en la que sabes cosas en los sueños, que éramos dos partes de un entero, que las dos estábamos incompletas sin la otra. Me despertaba de esos sueños sintiéndome completa de una forma en la que nunca me sentía durante mi vida estando despierta. Nunca le dije a nadie, pero solía pretender que la E en mi relicario era por mi reflejo.

            - Mamá siempre dijo que el relicario era vintage y que era por quien sea que fue su dueño antes de mí, - tomé aire. – Pero cuando yo era pequeña, pretendía que era por una amiga mía.

            Becky asiente lentamente. Busca algo en su bolsillo trasero y saca un paquete de cigarrillos. Se pone uno en los labios, y luego juega con un fósforo. Sus manos están temblando, y la llama parpadea un momento antes de encender el cigarrillo. Toma una larga pitada y exhala.

            - Cuando quedé embarazada, - dice muy bajo, - Estaba muy emocionada. Digo, no fue un embarazo planeado, obviamente. Yo era joven, siempre estaba en problemas. No sabía cómo iba a cuidarte. Pero cuando sentí las patadas por primera vez, supe que no podía abandonarte.

            Abrí mi boca para interrumpirla, pero levanta un dedo. – Por favor, Sutton, es difícil para mí hablar de esto. Sólo espera y déjame contarte toda la historia. Entonces podrás gritarme más.

            Me muerdo el labio, pero asiento. Toma otra pitada, el humo envuelve su cara. – Empecé a prepararme. Junté suficiente dinero para un carrito y una cuna. Leí un montón de libros de la biblioteca sobre bebés. No tenía suficiente dinero para un ultrasonido ni nada de eso, pero tomaba vitaminas y comía vegetales verdes todos los días y te ponía música. Te encantaba la salsa. Te volvías loca allí. – Se ríe, y por un momento casi suena como una mamá normal.

            - Luego entré en trabajo de parto. Te ahorraré los detalles—demonios, no recuerdo la mayoría de los detalles. No estabas en la posición correcta, y tuvieron que operar. Me dieron tantos medicamentos para el dolor que no sabía realmente qué estaba ocurriendo hasta que acabó. Luego te trajeron. A ti—y a tu hermana. Tu gemela. Emma.

            Por un momento, no me puedo mover. No puedo hablar. La miro y me está observando, con una expresión incierta y con esperanza. Muevo mi cabeza lentamente.

            - Estás imaginando cosas, - digo. – Debes haber estado muy drogada. No tengo una gemela. Eso es imposible.

            - Sí que tienes una gemela, - dice. – Nunca le dije a mi padre. Nunca le dije a nadie. Pero quiero que la encuentres; Sutton. – Una solitaria lágrima lucha por liberarse y cae por su huesuda mejilla.

            Pienso en mi sueño recurrente, yo y mi reflejo gobernando el patio de juegos. Pienso en la sensación que siempre he tenido de extrañar a alguien, de extrañar a alguien que debería estar junto a mí y no está. Siempre había asumido que esa sensación era por mi madre biológica, pero ahora me pregunto— ¿Acaso siempre he sabido que ella estaba por ahí, bien en el fondo? ¿Mi gemela?

            Y repentinamente, supe que Becky estaba diciendo la verdad.

            Mi mente da vueltas, pero un bombardeo de preguntas sale de mí. - ¿Dónde está? - pregunto. - ¿Sabe de mí? ¿Sabe de nuestros—nuestros abuelos?

            - No. No sabe nada de eso. – Becky aplasta su cigarrillo en la tierra, guardando el filtro. – Ya no sé dónde está. Perdí el rastro de ella. La última vez que supe donde estaba, era un hogar adoptivo temporal en Las Vegas, pero los Servicios Familiares la mueven seguido, así que no sé dónde está ahora. Su apellido es Paxton, a menos que lo haya cambiado.

            - Bueno, ¿Cómo se supone que la encuentre entonces? – pregunto. Becky solo sacude su cabeza.

            - Lo averiguaras. Ustedes dos están destinadas a encontrarse, Sutton. Se necesitan la una a la otra. Nunca debí haberlas separado en primer lugar. – Se cruza de brazos y suspira. – Tengo que irme ahora, o todo se pondrá muy complicado.

            - ¿Qué quieres decir, irte? Acabas de llegar. Acabo de conocerte. Y tienes que ayudarme  a encontrar a mi hermana, - protesto. Una pesada sensación comienza a formarse en mi estómago. No estoy exactamente triste de que se vaya. Pero tampoco lo quiero.

            Becky repentinamente luce extraña. Minutos atrás  me habría parecido siniestro, pero ahora que estoy mirándola de verdad puedo ver que mi madre simplemente luce destrozada. Con el corazón roto. Es la mirada de alguien que lo ha perdido todo.

            - Estoy enferma, - dice lentamente. – Estoy bien ahora mismo, pero puedo sentirlo acercarse. Otro episodio. – Su cuerpo tiembla otra vez, y como si  el sólo pensarlo fuera repugnante. – No puedo estar ahí para ti. Lo siento mucho. Nunca sabrás cuanto lo siento. Pero por eso es que tuve que entregarte. Pensé que estarías a salvo con tus abuelos, tener una oportunidad de una vida normal. – Pone sus delgados brazos alrededor de su propio cuerpo. – Sabes, intenté volver por ti una vez, cuando tenías pocos años de edad, pero papá no te quiso entregar. Tú eras su hija para entonces. Finalmente pudo tener una hija de quien estaba orgulloso. Yo nunca le di eso. ¿Pero tú? Sutton, tú eres mi segunda oportunidad.

            Sonríe, y por un momento luce casi bella de nuevo, casi joven. Las líneas en su cara se relajan y a la luz de la luna parece suave e inocente. Pura.

            Luego se da vuelta, y sin otra palabra, desaparece en la noche.
 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Los comentarios pasan por moderación así que no aparecen de inmediato :) (Para evitar spam y/o spoilers)

Recuerda suscribirte a tu comentario para recibir una notificación cuando alguien responde :)